Un niño muerto, una imagen y un debate sobre ética y límites
Un debate que en cada redacción tuvo sus repercusiones, incluso en la nuestra. La historia de Aylan, el pequeño niño sirio ahogado en una playa de Turquía fue la tapa de los medios europeos más importantes. Una historia condensada en una foto. Un conflicto político en la piel de un pibe muerto. Las tensas relaciones internacionales y la incapacidad para otorgarle una dimensión humana a una guerra inacabable en una instantánea. Una foto de la agencia AP en donde se ve a un policía que recoge el cadáver de este pequeño de tres años. Y los medios, nosotros, extendiendo el dolor en las tapas, en la web, en las redes, en estas palabras llenas de dudas.
Pero esa no es la única foto, hay más. Me cuentan mis colegas en la redacción que hay otras, una donde aparece el niño boca abajo, de espaldas, muerto. Decido no mirarla. Ustedes pueden buscarla, googlearla, meditar y reflexionar. Esas fotos no aparecerán en esta nota. ¿Son acaso las palabras más duras que la imagen? ¿Escribir o no escribir? ¿Qué hacer? ¿Cuáles son los límites del periodismo?
Por decisión editorial en Rosarioplus.com no se incluyó en la nota la imagen del niño ahogado. “Se utilizó, para portada y redes sociales, una imagen genérica que muestra cómo algunos diarios en papel eligieron poner en su tapa el tema”. Pero sabemos que esta no es la única verdad. Cada medio, cada periodista, cada lector, cada usuario ha esbozado sus propias ideas. ¿Mirar o no mirar?
The Independent tomó la decisión de publicarla y argumentó que entre las palabras simplistas acerca de la crisis migratoria en curso es muy fácil “olvidar la realidad de la situación desesperada que enfrentan muchos refugiados”. Y la foto aparece. En una editorial de El País, escrita por Juan Cruz, titulada “Un niño es el mundo entero” sostiene: “Esta imagen del niño sirio muerto en una playa turca, la desolación que desprende el gesto del guardia que fue a salvarlo, la luz, la playa, esa orilla que parece un símbolo del propio paso descalzo del muchacho por un mundo que ya no lo va a recibir nunca, ni a él ni a tantos. Es un poema desgarrador, un réquiem como aquel que entonaba José Hierro: es un niño como millones de niños, un ser humano que ya ríe y pregunta y persigue sombras como si fueran juguetes”.
Incluso, El Mundo, publicó un video con las discusiones en la redacción.
El dibujante argentino Liniers dibujó el momento. En su cuenta de Twitter escribió: “Nuestra culpa”. En la historieta hay dos viñetas. En la primera hay una multitud que se expresa: “Hola somos los humanos y no sabemos hacer un mundo como la gente. En el segundo cuadro dibuja los contornos del niño muerto”.
En el lenguaje cinematográfico se suele utilizar un término: lo abyecto. El cine abyecto se define a partir por la estetización de lo horrible, de lo moralmente inaceptable. ¿Es un “poema desgarrador” esa foto, como lo plantea el columnista de El País? El cine es arte, es una recreación. Pero incluso se debate puertas adentro si es posible que haya una estética del espanto. En el periodismo, como ventana de la realidad, realidad de construida, no hay poética. Hay encuadre, hay recorte, hay narrativa. Pero hay situaciones en donde el peor de los males deben empujarnos a decir que no. Tal vez, nuestra ética esté en el silencio.