Una guerra que no se hace con armas sino con noticias
La literatura, su lanzamiento al vacío, que la hizo escribir más de 30 obras le hizo ganar el Premio Carlos Fuentes. Hoy reflexiona sobre la era de las fake news y la sobreinformación, y la necesidad de políticas culturales que mitiguen ese fenómeno, y el presente de la causa feminista.
Galardonada recientemente con el Premio Carlos Fuentes por "su genio narrativo", Luisa Valenzuela (Buenos Aires, 1938) reivindica la escritura como una experiencia de "lanzarse al vacío" que la llevó a escribir más de 30 obras entre cuentos, microrrelatos, ensayos y novelas como "Cola de lagartija", "Como en la guerra" y "Cuidado con el tigre".
Hija de la escritora Luisa Mercedes Levinson y criada en un ambiente familiar frecuentado por Borges, Bioy Casares y Sabato, Valenzuela es la primera mujer en recibir el premio a la creación literaria que otorga la Secretaría Cultural de México y la Universidad Nacional Autónoma de ese país.
A lo largo de su trayectoria obtuvo la Beca Fulbright para participar en el Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa; la Beca Guggenheim; y fue nombrada Doctora Honoris Causa de la Universidad de Knox, Illinois.
Vivió en México, España, Francia y diez años en los Estados Unidos.
En dialogó con Télam, la autora, cuya obra fue editada en más de 17 países, se refirió a su trayectoria, las fake news en el mundo actual y las políticas culturales necesarias para la Argentina.
—¿Cómo fue la experiencia de haber conocido a escritores como Borges, Bioy Casares y Sabato durante su infancia?
—Fue un privilegio que viví con toda naturalidad. Nací irreverente e iconoclasta, y fui una nena sabihonda y bastante metida, claro que ellos no eran las grandes figuras que llegaron a ser con el tiempo. Pero eran igual de fascinantes. Yo no soñaba entonces con ser escritora, aprendí por contacto y salí vacunada. Gracias a ellos pude hacerme amiga de las mayores figuras literarias, quererlas, admirarlas, pero jamás reverenciarlas.
—¿La escritura ha cambiado de alguna manera como práctica o espacio de creación para usted a lo largo de los años?
—La escritura cambia a cada paso, no necesariamente en profundidad sino en abordajes. Cada nueva obra es una experiencia nueva y desconocida. He ahí la gracia, y también el desafío. En mi vida el espacio de creación se mantiene firme, con mayor o menor éxito.
—En ese sentido, ¿cómo definiría su necesidad o mandato de escribir desde sus inicios al presente?
—Todo empezó como un juego, de chica yo tenía otros planes para mi futuro. Pero se ve que me volví ludópata de la escritura, que se fue convirtiendo en un imperativo. Escribir como una aventura, un lanzase al vacío en busca de las palabras que dibujarán un mundo.
—Los premios recibidos por su obra fueron una constante ¿qué le significa el Premio Carlos Fuentes?
—No son tantos los premios porque nunca me presenté a un concurso, por descuido, a veces, pero más secretamente por falta de coraje para esperar los resultados. El premio Fuentes fue una real sorpresa, magnífica por cierto. Es doblemente importante para mí: por su importancia y porque rubrica mi inmenso amor por México y mi amistad y profunda admiración que sentía por ese inmenso escritor.
—En la apertura de la Feria del Libro habló sobre la posverdad, ¿por qué ese tema la inquieta particularmente?
—Es por demás inquietante. Resulta tremendo vivir en un universo de mentiras oficiales, sobre todo cuando tanta gente se las cree y tremendo asistir a la evolución, a través de las redes, de las fake news, esas falsas verdades. Somos víctimas de una guerra de cuarta generación que no se entabla con armas sino con noticias engañosas que llegan a cambiar el curso de la política.
—¿Qué escritores y escritoras actuales valora particularmente por su obra y por qué?
—Lo extraordinario de este país es que siempre ha producido escritores y escritoras de gran nivel. “Maten a Borges”, les conminó Gombrowicz a sus seguidores al dejar Buenos Aires. Lo positivo es que sin necesidad de asesinatos simbólicos las letras locales siguieron encontrando sus muy diversas voces. Y hay hoy una cantidad de nombres jóvenes realmente interesantes y conocidos. Para no obviar alguno, solo quiero mencionar al genial Leopoldo Brizuela, escritor de primerísima línea, que por desgracia perdimos este año.
—¿Qué políticas debería poner en práctica un país como la Argentina para fortalecer la cultura en general y la de los escritores en particular?
—Devolverle a la actual Secretaría de Cultura su status de ministerio. Y crear el Instituto del Libro propuesto por Daniel Filmus. Ocuparse a fondo de la educación pública y laica. Fomentar en las provincias idóneas las lenguas originarias. Dedicarle especial cuidado a la investigación y a la ciencia.
—¿Cómo evalúa el movimiento feminista de los últimos años en la Argentina?
—Estamos en un momento extraordinario, de inusitada fuerza y participación. Es como si por fin eclosionaran las semillas que con tenaz lucha sembramos desde los años sesenta y mucho antes. Las multitudes de hoy, la marea verde, las voces disidentes, todas esas movidas intensas e inteligentes me llenan de entusiasmo.