Las elecciones presidenciales dejaron claro que la mayor parte de la ciudadanía apunta a un cambio drástico. Resta saber quién deberá representarlo.

Casi el 70 por ciento del electorado votó el pasado domingo por algo nuevo. El mensaje puede leerse al derecho y al revés: como un voto castigo a la dirigencia política tradicional, o como la comprensión de la mayoría de que nada cambiará si se vota siempre lo mismo.

Gustavo Petro y Rodolfo Hernández disputarán la presidencia de Colombia el 19 de junio tras una elección que fue histórica por el desplazamiento de las estructuras políticas habituales, porque la izquierda llegó por primera vez al primer lugar en las presidenciales, porque la opción que representa Hernández dejó afuera a la derecha y porque el 55 por ciento de concurrencia del padrón, supuso un hito dado que en Colombia el sufragio no es obligatorio.

La coalición Pacto Histórico de Gustavo Petro sumó el 40,34 por ciento de los votos, la Liga de Gobernantes Anticorrupción de Rodolfo Hernández obtuvo el 28,17 y el candidato de la derecha tradicional, Federico "Fico" Gutiérrez, llegó al 23,94 por ciento.

Tras conocerse el resultado, Gutiérrez anunció su apoyo a Hernández. Por su parte, el expresidente (2002-2010) Álvaro Uribe, influyente al punto de lograr digitar a sus sucesores, considerado el “gran elector” de la derecha en un país poco proclive al progresismo, guarda un enigmático silencio. Algo es seguro: puede o no apoyar a Herández pero nunca apoyará a Petro.

Tan fuerte es el mensaje de cambio de la ciudadanía colombiana que Hernández convierte a Petro en el candidato conocido, el habitual, el "de siempre". Y pese a que desde 2018, cuando también fue candidato presidencial, Petro creció 15 puntos porcentuales, deberá afrontar el camino al balotaje en desventaja debido al rechazo que genera en el centro y la derecha, y al desgaste con el cual el sistema le puede jugar en contra tras más de 20 años de carrera política.

Hernández en cambio, tiene espacio para crecer, porque su corto historial es poco conocido. Puede aglutinar a un variado espectro de votantes que quiere algo diferente pero no confía en Petro. Cabe esperar entonces que, como ya sucediera en Brasil con Jair Bolsonaro, la mayor parte de la estructura política tradicional lo siga, solamente por fobia a la izquierda. Pero más allá de los realineamientos, cabe preguntarse quiénes son los candidatos en pugna.

Gustavo Petro

Colombia es una excepción en Latinoamérica dado que, pese a que hubo presidentes progresistas, nunca fueron de extracción popular, ni independientes del apoyo de los partidos tradicionales, ni con una agenda de cambio radical respecto de la estructura económica. Petro es, justamente, un político progresista que reúne esas tres características.

Los estallidos sociales de 2019 y 2021, la pandemia -que expuso como nunca las desigualdades existentes- y la nueva generación de votantes que cambiaron la agenda política priorizando el reclamo por justicia social, son algunos de los factores que explican el ascenso electoral de Petro.

Además de saber leer ese contexto, Petro logró atraer a la juventud urbana que constituye una parte sustancial de su base electoral, se acercó a la comunidad LGBTI+, y su agenda ecológica es de avanzada. Quien encarna a la perfección el mensaje de Petro es su compañera de fórmula, Francia Márquez: es mujer, afrodescendiente y activista por los derechos ambientales.

Pese a lograr reunir a las fuerzas de izquierda, en segunda vuelta se enfrentará al voto de aquellos sectores del centro y la derecha que le temen. Ese temor se atribuye principalmente a su pasado guerrillero en el M-19 que en los años ´90 depuso las armas y llegó a un acuerdo de paz con el Estado. Petro se unió al grupo a finales de los ´70 y fue arrestado en 1985. Lo cierto es que posteriormente demostró su compromiso con las reglas de juego de la democracia y de la república: fue alcalde de Bogotá, senador, y candidato a presidente.

Otro factor que despierta recelo hacia su figura es que, si bien se ha desmarcado de Nicolás Maduro, Petro asegura que si alcanza la presidencia restablecerá relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela. Pero quizás el temor que despierta esté fundado más en sus ideas de cambio radical. Entre sus propuestas económicas se encuentra la de redistribuir los fondos de pensiones para financiar a tres millones de personas que no cuentan con uno, así como aumentar los impuestos a los sectores pudientes para ampliar los programas sociales para los más necesitados.

Posiblemente su propuesta más ambiciosa sea la de frenar todos los proyectos petroleros e iniciar una transición energética, algo especialmente complejo en un país en el que el crudo supone casi el 50 por ciento de las exportaciones y el 10 por ciento de los ingresos del Estado.

Rodolfo Hernández

Pese a haber sido alcalde de Bucaramanga (2016-2019), este ingeniero y empresario de la construcción de 77 años, representa el voto antisistema que avanza en muchos países y que ahora parece consolidarse en Colombia. Su edad no le impidió ser el candidato más activo en la red social TikTok, su preferida para transmitir su mensaje. Renunció a participar en los debates electorales y en los grandes actos públicos, quizás como estrategia para diferenciarse de los políticos clásicos, a los que califica constantemente de “ladrones".

Aunque evita encasillarse ideológicamente, sus ideas apuntan a reducir gastos de políticos o de embajadas y a una lucha frontal contra la corrupción -una de las grandes preocupaciones de la ciudadanía- pese a que él mismo está involucrado en un caso de contratación ilegal durante su gestión como alcalde que está aún por dirimirse en los tribunales.

Fue además suspendido temporalmente en dos ocasiones, una por presunta participación en política en la campaña para su sucesión en Bucaramanga y otra por golpear a un concejal.

Ahora que deberá confrontar mano a mano con Petro, seguramente buscará acercarse a la derecha. Pero Hernández deberá cuidar su discurso si quiere lograr el apoyo del electorado independiente que no se identifica con los extremos ideológicos.

Su programa se destaca casi exclusivamente por la lucha contra la corrupción. Propone crear un instituto que devuelva el dinero que se logre recuperar de las investigaciones anticorrupción, así como premiar a las alcaldías más eficientes y con menores índices de corrupción.

En materia económica afirma que no haría una reforma tributaria y, en cuanto a política ecológica, contempla tipificar en el código penal los delitos ambientales. Una propuesta novedosa consiste en obligar a las empresas mineras extranjeras a que apliquen en Colombia las normas ambientales que deben cumplir en sus países de origen.

Hernández ha protagonizado numerosas polémicas: confundió a Hitler con Einstein, hizo comentarios xenófobos contra los migrantes venezolanos, pero simultáneamente, es partidario de restablecer relaciones con Venezuela.

Dos datos relevantes: su padre fue secuestrado por la guerrilla y su hija fue secuestrada y asesinada en 2004. Varias investigaciones señalan también a un grupo guerrillero como responsable del hecho.

El futuro de Colombia podría estar en manos de Francia

Los resultados del último domingo indican que Petro necesita sumar el 10 por ciento de los sufragios (unos dos millones) para alcanzar la presidencia. El primer lugar para buscarlos está en el 45 por ciento abstencionista del padrón. El segundo, está entre los votantes volátiles de su oponente.

Por la forma en la que se ha construido mediáticamente la candidatura de Rodolfo Hernández, puede conjeturarse que una parte de su electorado no tiene un vínculo ideológico o programático fuerte con él, motivo por el cual la fidelidad no estaría garantizada. En los próximos días su controvertida figura estará mucho más expuesta en los medios de comunicación. Hasta el mismo apoyo de la derecha podría empujar a votantes dubitativos a inclinarse por su oponente.

La clave de la campaña de Petro, estará entonces en situar a Hernández lo más lejos posible de la idea de cambio y lo más cerca posible de la continuidad del modelo político, económico y cultural del establishment, independientemente de sus formas y retórica distintas. Es entonces cuando aparece Francia Márquez como la persona indicada para esa tarea. La compañera de fórmula de Petro no carga con el peso del pasado que a él se le cuestiona. A diferencia de Hernández, ella es una verdadera outsider de la política tradicional. Pero en esencia, tiene una enorme capacidad de dirigirse en el mismo idioma y de emocionar a los sectores populares de los que ella emergió: personas postergadas, campesinas, indígenas y negras. Ella es quien puede llevar el debate al terreno político, ideológico y emotivo, y ahí Rodolfo Hernández difícilmente pueda vencerla.

Ya está claro que la ciudadanía colombiana quiere un cambio. Si Petro y Francia logran redirigir la discusión hacia el contenido concreto de ese cambio, quedará en evidencia quienes tienen la efectiva capacidad de hacerlo realidad. La victoria de la izquierda el próximo 19 de junio y el futuro de Colombia, están en manos del rol protagónico que asuma Francia.