La embajada de la discordia
En Argentina, donde las comunidades árabe y judía conviven armónicamente, resulta difícil entender como en Oriente Medio la conflictividad y la violencia se encuentran a flor de piel
La violencia contenida se desató con el traslado de la embajada de los Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, producto de una decisión del presidente Donald Trump. El hecho supone que el gobierno de la primera potencia mundial reconoce de hecho a Jerusalén como capital del Estado de Israel, de manera coincidente con el 70º aniversario del Estado judío.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, exultante, fue aún más allá y expresó que el traslado de la embajada es un motivo de celebración y convocó a los gobiernos del mundo a seguir el ejemplo de los Estados Unidos.
Desde a Autoridad Nacional Palestina se describió el traslado de la embajada como un acto hostil contra el derecho internacional, mientras que la Liga Árabe lo calificó de vergonzoso.
Ante este cuadro de situación, los palestinos que desde hacía semanas protestaban -especialmente aquellos que habitan en condiciones precarias en la Franja de Gaza- se desbordaron y salieron a presionar violentamente sobre los pasos fronterizos.
Previendo esa reacción, la policía y el ejército israelíes habían desplegado un fuerte dispositivo de seguridad, incluyendo francotiradores con órdenes de abrir fuego antes de que cualquier efectivo israelí estuviera en situación de riesgo. Eso fue lo que causó el peor saldo registrado en esta conflictiva región desde 2014, a saber, 60 muertos y alrededor de 2700 heridos, al menos 150 de ellos, niños.
Trump puso el dedo en la llaga
En un video enviado para la inauguración, el presidente estadounidense afirmó que durante muchos años no se había reconocido lo obvio: que Jerusalén era la capital de Israel, aunque sostuvo que su mayor esperanza era la paz entre Israel y los palestinos. Puesto en esos términos, da la impresión de que la paz de la que Trump habla, es la de la eliminación -al menos desde el punto de vista territorial- de Palestina.
El mandatario estadounidense no hizo más que cumplir con una promesa de la campaña electoral tendiente a conformar a un sector poderoso de su electorado y también al complejo industrial-militar de su país, que se verá beneficiado con la garantía de un foco de inestabilidad permanente en Oriente Medio, junto a la ruptura unilateral del acuerdo nuclear con Irán. Ha sido fiel a su aliado Benjamín Netanyahu, a quien parece haber desatado las manos para que resuelva violentamente los conflictos con Irán y con movimientos político-militares como Hamas y Hezbollah. Eso no pueda traer más que zozobra y más violencia sobre el propio Israel.
Lejos de la algarabía que pretenden mostrar las autoridades israelíes, el clima en la Ciudad Santa y en buena parte de Oriente Medio es tenso.
Por su parte, la comunidad internacional respondió en su amplia mayoría condenando la violenta represión israelí. Prueba de ello fue que fueron pocas las delegaciones diplomáticas que acompañaron los actos de inauguración.
Sin embargo, hubo algunos países en Latinoamérica como Guatemala, Honduras y Paraguay, que anunciaron su alineación con los Estados Unidos y que también abrirán sus embajadas en Jerusalén. Otros, como Brasil o Uruguay, condenaron el proceder israelí. El gobierno argentino, guardó un sepulcral silencio.
¿Por qué el traslado de la embajada genera discordia?
Mientras Israel considera a Jerusalén como su capital eterna e indivisible, los palestinos reivindican su zona Este como la capital de su futuro Estado. Pese a que la ciudad debería estar administrada en su sector oeste por Israel y en el este por la Autoridad Nacional Palestina, de acuerdo a lo determinado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en los hechos toda la ciudad está dominada por Israel. Pese a ello, el estatus de la ciudad de Jerusalén se mantenía en pleno corazón del conflicto histórico y diplomático entre israelíes y palestinos. La soberanía israelí sobre la ciudad no está reconocida en el derecho internacional y, según se estableció en los acuerdos de paz firmados en 1993, el régimen de la ciudad de Jerusalén debería ser discutido en una fase avanzada de las negociaciones de paz.
Desde 1967 Israel ha construido en Jerusalén Este una docena de asentamientos en los que viven alrededor de 200 mil judíos. Las autoridades israelíes no comparten el criterio de la ONU y la mayoría de expertos en derecho internacional, que sostienen que los asentamientos son ilegales.
La decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como capital del Estado judío rompió con décadas en que la comunidad internacional no reconocía la soberanía total de Israel sobre Jerusalén. Además, no es una decisión de cualquier país, sino del gobierno del país más poderoso del planeta, que -al menos formalmente- guardaba un rol de imparcialidad y hasta de juez en el conflicto entre palestinos e israelíes. Por lo menos Trump dejó claro que eso quedó atrás y que los Estados Unidos son parciales.
Otro elemento a tener en cuenta para comprender el enojo palestino, es la fecha elegida para los actos de apertura de la legación. El lunes 14 de mayo Israel celebraba el 70º aniversario de la creación del Estado. Los palestinos, por el contrario, conmemoraban el martes lo que llaman la Nakba o Catástrofe, cuando cientos de miles de ellos tuvieron que dejar sus casas tras la creación del Estado judío. A la ola de protestas en curso contra Israel sus promotores la bautizaron como la Gran Marcha del Retorno y se preveía que el martes sería un día dominado por la violencia.
Por último, los actos de esta semana coincidieron con el empeoramiento de las relaciones entre Israel e Irán, dos enemigos declarados, a partir del anuncio de Trump de la ruptura del acuerdo con el régimen iraní, anuncio que llego poco después de que Netanyahu presentara unos documentos que supuestamente probarían que Irán habría estado engañando a la comunidad internacional y habría continuado enriqueciendo uranio. La semana pasada había culminado con un intercambio de misiles entre las fuerzas armadas de ambos países en territorio sirio.
El gobierno israelí ha advertido en repetidas ocasiones que no permitirá que Irán consolide una presencia militar permanente en Siria, donde asesores y efectivos de la Guardia Revolucionaria iraní colaboran con el gobierno de Bashar al Asad en la lucha contra los grupos insurgentes en la guerra civil. Israel teme que desde Irán se envíe a través de Siria, armamento a Hezbollá.
El actual estado de cosas presenta a los palestinos en una situación de clara desventaja. En los últimos 50 años perdieron más del 80 por ciento de su territorio, la amplia mayoría vive en condiciones desesperantes. El 80 por ciento de quienes habitan en condiciones de hacinamiento en Gaza, sobreviven gracias al auxilio internacional. El 44 por ciento de los habitantes de la Franja no tiene empleo.
Del otro lado, el Estado Israelí es poderoso política, económica y militarmente. Sin embargo, los habitantes de Israel viven inseguros y no pueden disfrutar acabadamente del bienestar que deberían. Cabe suponer que muchos israelíes no deben compartir ni el pensamiento ni los procedimientos de su gobierno, aunque el miedo utilizado desde la propagana política suele ser un mal consejero para la gente sencilla.