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“Están bailando en la cubierta del Titanic”, disparó Aldo Pignanelli enojadísimo con la imagen del presidente Mauricio Macri bailando al ritmo de Gilda junto al gobernador cordobés Juan Schiaretti, al que se lo veía más duro que una viga. Esa pretendida imagen de relax, la pose descontracturada que tanto resultado le ha dado al presidente, no sirve para todos. Pero además, es claro que muchos opinan como el ex presidente del Banco Central, Pignanelli, que es un opositor al gobierno pero dentro de la oposición “friendly” que caracteriza al Frente Renovador de Sergio Massa. Con todo, el economista suele ser de los más duros y acaba de alertar con un minucioso informe, sobre el acelerado ritmo de endeudamiento que contribuye a armar la fiesta en la que –por ahora- nadie quiere señalar demasiado los vidrios rotos que están quedando.

El bailecito se dio mientras en Buenos Aires las dos CTA realizaron una gran movilización en medio de la marcha federal. Los discursos de Pablo Micheli y Hugo Yasky fueron poderosos y apuntaron a la “complacencia” de la CGT que ya no encuentra argumentos sólidos para justificar su decisión de no ir a un paro nacional. ¿Cuándo un gobierno quedó debilitado por una medida de fuerza de esas características? Hicieron falta muchísimos paros nacionales para debilitar a Raúl Alfonsín. Los que piden paro no están pidiendo que se vaya Macri. Simplemente están pidiendo oponer un frente amplio de los trabajadores para decirle al presidente que modere el ritmo del ajuste y contenga al empleo en la decisión de sus políticas públicas.

Hay que tener en cuenta que, con las diferencias lógicas, del otro lado la UIA hace el mismo equilibrio que la CGT. Cada vez les cuesta más a los dirigentes industriales contener al sector que está golpeado como nunca y se encamina a un fin de año desastroso por la caída de la producción y las tensiones obreras que siguen incrementándose.

Por eso Macri se reune con el sector productivo agroexportador. Porque allí encuentra los aplausos que se multiplican por los beneficios obtenidos desde los primeros días de este gobierno. Claro que ahí todos están dispuestos a bailar. El problema es el baile que el presidente nos está pegando a todos, a la mayoría que vive de un empleo fijo y que no encuentra manera de recuperar capacidad de compra para un salario cada vez más deprimido.

Pero el bailecito presidencial marca además otra cosa. Estamos más cerca de una nueva elección que de la que ya ha pasado. Macri, con su baile y su sexta visita a la provincia de Córdoba más su desembarco reciente en Santa Fe, está marcando que la campaña para el crucial 2017 oficialmente ha comenzado.