Mujeres: el mundo por delante
La conmemoración del Día Internacional de la Mujer se convirtió en un momento histórico para evaluar el camino recorrido y para mostrar el largo trayecto que resta para alcanzar la igualdad de género.
Mujeres de más de 170 países se movilizaron en el Día Internacional de la Mujer. En algunos de ellos como Croacia o Turquía, se realizaron manifestaciones multitudinarias. En España las organizaciones de mujeres y algunos sindicatos llevaron a cabo una inédita huelga general de mujeres de 24 horas para que se visibilizara su ausencia. Algo similar ocurrió en Argentina, donde también hubo paros totales o parciales en algunos sectores y movilizaciones en todo el país. Hasta las organizaciones iraníes convocaron a manifestarse pese a las prohibiciones existentes.
La lucha de las mujeres por la igualdad, el reconocimiento y el ejercicio efectivo de sus derechos reúne cada 8 de marzo a mujeres de todo el planeta en torno a un reclamo que va más allá de las diferencias de forma y los matices de cada sociedad, haciéndose sentir cada vez con mayor intensidad.
Pese a que muchas personas tienen por costumbre desear feliz día o regalar flores lo cierto es que, lejos de tratarse de una celebración, el origen del Día Internacional de la Mujer emana de un contexto histórico e ideológico signado por la desigualdad y la violencia de género. El 8 de marzo de 1908, 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica Cotton de Nueva York, en los Estados Unidos, tras declararse en huelga con permanencia en su lugar de trabajo. Reclamaban una reducción de jornada laboral a 10 horas, un salario igual al que percibían los hombres que hacían las mismas actividades, y denunciaban las malas condiciones de trabajo que padecían. El dueño de la fábrica ordenó cerrar las puertas del edificio para que las mujeres desistieran y abandonaran el lugar. Sin embargo, el resultado fue la muerte de las obreras que se encontraban en el interior de la fábrica. En 1910, durante la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague, Dinamarca, se proclamó oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a las mujeres caídas en la huelga de 1908. Pero fue recién en 1977 cuando la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó oficialmente el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer.
110 años después...
El pasado jueves distintos colectivos sociales en todo el mundo salieron a las calles a manifestarse contra el patriarcado, que reproduce la desigualdad, y contra el capitalismo salvaje que la alimenta. Organizaciones No Gubernamentales (ONG), sindicatos, gremios, agrupaciones, fundaciones e individuos de todo el globo se expresaron mediante el Paro Internacional de Mujeres. Los reclamos -que no se agotan con los que aquí se mencionan- apuntaron a alcanzar igualdad, libertad, derechos laborales, profesionales y personales equitativos, y contra los femicidios, la brecha salarial, el acoso, y las desigualdades en todas sus formas.
Actualmente y, de acuerdo a datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la tasa mundial de participación de las mujeres en la fuerza de trabajo -de 48,5 por ciento- sigue estando 26,5 puntos porcentuales por debajo de la tasa de los hombres. Además, la tasa de desempleo de las mujeres para este año, calculada en el 6 por ciento, es alrededor de 0,8 puntos porcentuales más alta que la de los hombres. Los datos revelan que por cada diez hombres que trabajan, sólo seis mujeres están empleadas. Y los hechos indican que la independencia real de la mujer es la independencia económica.
Pese a los progresos alcanzados -que no pueden soslayarse- las perspectivas de las mujeres en el mundo de trabajo están todavía lejos de ser iguales a las de los hombres. Las dificultades para el acceso al empleo, la desigualdad salarial y las formas diversas de discriminación, hacen necesario redoblar los esfuerzos para revertir esta tendencia persistente a través de la adopción de políticas públicas dirigidas a las mujeres, pero también precisan de una mirada introspectiva de individuos y sociedades respecto del trato culturalmente desigual que ellas enfrentan, como por ejemplo el que se refiere a las responsabilidades de cuidado de niñas, niños, adultos mayores, familiares enfermos y trabajo en el hogar.
En un mundo disímil, ellas siempre lo pasan peor
La realidad que enfrentan las mujeres no es la misma en todo el planeta, pese a que la tendencia sigue siendo siempre favorable a los hombres. La diferencia entre las tasas de desempleo de las mujeres y los hombres en los países desarrollados es relativamente baja. En Europa Oriental y América del Norte, las mujeres incluso registran tasas de desempleo inferiores a las de los hombres.
Por el contrario, en regiones como África del Norte o los países Árabes, las tasas de desempleo femenino siguen siendo dos veces más altas que las de los hombres a causa de las pautas culturales y sociales -además de una normativa retrógrada- que obstaculiza la participación de las mujeres en el empleo remunerado. En los países emergentes como los latinoamericanos, la disparidad entre las tasas de participación de hombres y mujeres va en aumento.
Las mujeres suelen obtener con mayor frecuencia trabajos informales, o bien están sujetas a condiciones de empleo vulnerables, sin un contrato escrito, sin que se respetan las leyes del trabajo o los convenios colectivos. Además, en el mercado formal difícilmente alcanzan cargos directivos, producto del denominado techo de cristal, que consiste en la limitación velada del ascenso laboral de las mujeres al interior de las organizaciones públicas y privadas, que limita sus carreras profesionales. Es invisible porque no existen leyes o dispositivos sociales establecidos y oficiales que impongan una limitación explícita en la carrera laboral a las mujeres. Y las barreras invisibles no se limitan sólo al ascenso. Las denominadas paredes de cristal, se refieren a que si bien las mujeres alcanzan cargos de conducción, estos generalmente corresponden a una supuesta esfera de incumbencia femenina. Hay mujeres en altos cargos, que parecen superar el techo de cristal, pero por lo general quedan circunscriptas a áreas como educación, cultura, desarrollo social, es decir, vinculadas lisa y llanamente al estereotipo de lo que se entiende como cuestiones de mujeres.
A lo anterior se le agregan los estragos de la violencia machista. Una mujer es asesinada cada 10 minutos a manos de su pareja o expareja en el mundo. En Latinoamérica, con una tasa altísima de femicidios, la situación es aún más grave. En México, siete mujeres son asesinadas cada día. En una década fueron asesinadas 23.800 producto de la violencia machista. En Brasil, una mujer es asesinada cada dos horas. Allí reclamaron por la vida de las mujeres, en conmemoración de las víctimas de femicidio y de las miles de muertas cada año como consecuencia de abortos clandestinos. En Argentina, 295 mujeres fueron asesinadas durante el año pasado por el solo hecho de ser mujeres.
Todavía faltan 100 años...
El Foro Económico Mundial señala que al ritmo actual se necesitarán 100 años más para cerrar la brecha de género. Un siglo para modificar pautas culturales y lograr la igualdad entre hombres y mujeres en el trabajo, en la política, en el acceso a la educación, en el reparto de tareas domésticas. Datos que, unidos a la pandemia de violencia contra las mujeres, alimentan con justicia el movimiento mundial contra la discriminación y el machismo que salió a las calles el jueves.
Para concluir, resulta interesante recordar el relato del sociólogo especializado en género Michael Kimmel, respecto de una conversación que escuchó entre una mujer blanca y la otra negra. La mujer blanca dijo: "Todas las mujeres se enfrentan a la misma opresión como mujeres. Todas las mujeres están en un patriarcado, y por eso hay esa solidaridad o hermandad intuitiva entre ellas". La mujer negra respondió: "No estoy tan segura, déjame preguntarte algo. Cuando te levantas por la mañana y te miras en el espejo, ¿qué ves?" La mujer blanca respondió: "Veo una mujer". Entonces la mujer negra dijo: "¿Lo ves? Ahí está el problema. Al levantarme por la mañana y mirarme al espejo, veo a una mujer negra. La raza es visible para mí, pero invisible para ti, tú no la ves". Y añadió: "Así es cómo funcionan los privilegios: son invisibles para quienes los tienen".
Las mujeres alcanzarán finalmente la igualdad que les corresponde. Aunque falta todavía mucho camino por recorrer para que al mirarnos al espejo cada mañana veamos simplemente a un ser humano.