Trump en China: el príncipe y el mendigo
La visita de Donald Trump a China dejó una vez más al descubierto la clara diferencia existente con Xi Jinping en materia de liderazgo.
Más allá de la puntillosa cortesía y los agasajos ofrecidos por la diplomacia china, Xi Jinping, reelecto presidente hace sólo dos semanas y elevado casi al nivel de un antiguo emperador, aparece como un príncipe frente a Donald Trump quien, en actitud política mendicante, tiene mucho para pedir y poco para ofrecer.
Los principales temas de agenda que Trump llevó a China se refirieron al conflicto con Corea del Norte y al comercio bilateral. No fueron los únicos pero sí los más importantes. Sin embargo, en ninguno de los dos el estadounidense pudo traer concesiones de peso. En buena medida porque Xi no tiene necesidad de hacerlas. El presidente chino se encuentra en su apogeo, mientras que Trump atraviesa una crisis de popularidad dentro y fuera de su país.
Uno sube, el otro baja
Acosado por el FBI en torno a los presuntos vínculos indebidos con Rusia, sin la perspectiva de un segundo mandato claro y con la amenaza de juicio político en ciernes, Trump fue a China en una posición de debilidad. Por el contrario, Xi fue elevado a la categoría de Mao Zedong en el reciente Congreso del Partido Comunista Chino, goza de la sumisión de su partido, acaba de revalidar su mandato y goza de una extendida popularidad.
En ese contexto Trump planteó que la relación comercial entre los dos gigantes económicos mundiales está desequilibrada a favor de China, y le pidió a Xi acelerar su presión hacia Corea del Norte para que este país se deshaga de su armamento nuclear.
Respecto del primer asunto, es difícil que China voluntariamente tome medidas para reducir su superávit en la balanza comercial con su principal rival, que asciende a 300 mil millones de dólares anuales. Respecto de Corea del Norte, el gobierno chino aplicó sanciones -a propósito de la inconducta militar del régimen de Kim Jong-Un en los últimos tiempos- que consistieron en continuos recortes del comercio bilateral, lo cual provocó una caída del 38 por ciento de las importaciones desde ese país en el mes de septiembre. Debe aclararse que el 90 por ciento del comercio norcoreano depende de China y una mayor presión podría provocar un colapso con consecuencias indeseadas.
Ambos países mantienen diferencias de opinión acerca de qué presión se debe aplicar, cómo hacerlo, durante cuánto tiempo e incluso a qué tácticas recurrir. En sus encuentros Xi no avanzó sobre nuevas medidas ni fue más allá de una declaración de rechazo a una Corea del Norte con armas nucleares, la posición habitual de su país.
Los medios de comunicación locales expresaron que China no es un aliado sumiso de los Estados Unidos como Japón y Corea el Sur y que la influencia norteamericana se topa allí con un contendiente del mismo peso.
Por su parte, el mandatario oriental le reclamó a Trump que respete el "principio de una sola China" respecto del tema Taiwán, y que reconozca los derechos de su país sobre las islas en el Mar de China Meridional. Recuérdese que ese país está rellenando arrecifes de coral para transformarlos en islas en las cuales establece luego bases para su armada. Asimismo, Xi pidió que los Estados Unidos redujeran su presencia militar en esas convulsas aguas. Trump tampoco se mostró muy dispuesto a hacer concesiones a Xi en esos temas, independientemente de la aparente buena sintonía que existe entre ambos.
Negocios son negocios
El presidente estadounidense viajó acompañado por cerca de cuarenta empresarios con el objetivo de firmar contratos en materia de energía, aviación y servicios financieros. El acuerdo más esperado fue el que llevará a la empresa estatal China Petroleum Chemical Corporation a las zonas de Texas más devastadas por los últimos huracanes, con inversiones millonarias y miles de puestos de trabajo. También se suscribieron acuerdos conjuntos por valor de 253 mil millones de dólares.
Pero la mayoría de los negocios o bien ya estaban previstos y los dos líderes simplemente los firmaron de nuevo, o bien se trató de simples memorandos de entendimiento y acuerdos de intenciones que pueden o no dar sus frutos. Entre los más significativos se encuentran un acuerdo de la tecnológica Qualcomm, productora de semiconductores, para vender productos por valor de 12 mil millones de dólares a lo largo de tres años a las fabricantes de teléfonos chinas Xiaomi, Oppo y Vivo. Por su parte, la plataforma de comercio electrónico JD.com adquirirá 2 mil millones de dólares en productos alimenticios para distribuir a través de sus redes. Y Boeing también suministrará 300 aviones por valor de 37 mil millones de dólares. Pero a pesar de la exorbitancia de las cifras, se necesita mucho más para reducir el desequilibrio comercial existente entre ambos países.
La propuesta china para que eso suceda, pasa porque el gobierno estadounidense levante las restricciones sobre productos de alta tecnología, incremente la cooperación en investigación en áreas sensibles como la carrera espacial y se sume a sus iniciativas globales, como la Nueva Ruta de la Seda o el Banco de Infraestructuras e Inversiones Asiáticas. El gobierno chino está particularmente molesto porque la normativa norteamericana impide venderle a China el armamento militar que -paradójicamente- sí atenúa el desequilibrio comercial de los Estados Unidos con Corea del Sur y Japón. Esa maquinaria, la más avanzada del mundo, aceleraría la modernización del ejército a la que aspira Xi.
Dos hombres metáforas de sus países
Trump no perdió oportunidad de elogiar a Xi. Se refirió a él como “un hombre muy especial” y resaltó la “buena química” entre ambos. Por su parte, pese a los agasajos, el presidente chino no devolvió en ningún momento los cumplidos personales que le dedicó su homólogo estadounidense, aunque destacó que “para Estados Unidos y China la cooperación es la única opción viable”. Quizás porque Xi no olvida que Trump basó buena parte de su campaña presidencial del año pasado en duras críticas hacia China, a la que amenazó con imponer fuertes aranceles y declararla país manipulador de su divisa.
Xi y Trump, uno en la cumbre del poder, el otro cuestionado en todas partes, príncipe uno, mendigo el otro, son una metáfora de sus respectivos países. China asciende, los Estados Unidos se encuentran en una suave pero inexorable pendiente.