Preocupa el consumo adictivo de sustancias en trabajadores de la región
Alcohol, cocaína, anfetaminas, los especialistas definen su consumo en el trabajo como una práctica cada vez más habitual, aunque no son las únicas sustancias que se usan en estos ámbitos.
Un grupo de mujeres trabajadoras de una importante empresa automotriz del Gran Rosario acudió meses atrás a un centro de atención para adicciones. Su fin, encontrar una solución a su consumo problemático de cocaína, no solo con fines recreativos, sino también dentro del ámbito laboral. Muchas de ellas, jefas de hogar, no habían encontrado respuestas en otros efectores y su condición de mujer las ubicaba en situación de doble vulnerabilidad ya que, además de cumplir con su trabajo en la fábrica, debían hacerse cargo de sus casas, cargando sobre sus espaldas otra tarea no reconocida ni remunerada.
El ejemplo es uno entre los numerosos que se cuentan en las clinicas de adicciones de la ciudad y se ventiló en un reciente encuentro al que asistieron 250 dirigentes gremiales, referentes de asociaciones civiles y religiosas, y legisladores locales. El asunto exhibe un problema emergente para el que el aparato de salud pública no luce preparado: atender las adicciones que propicia la presión laboral, el desgaste constante de los y las trabajadoras en la lucha cotidiana.
Otro ejemplo ilustrativo es el de los y las trabajadoras de la salud, más precisamente enfermeros y enfermeras, una población laboral vulnerable que debe soportar cargas horarias extremas para llegar a cubrir sus necesidades básicas, incluso trabajando en dos efectores a la vez en el mismo día y cubriendo guardias fines de semana y feriados. Sin embargo, esto no es una condición solo de estos sectores citados, el consumo de drogas para aguantar en el trabajo se volvió una práctica habitual en estos últimos años.
Hoy las drogas que capitalizan el ranking de consumir para rendir son las anfetaminas y la cocaína, euforizantes muy utilizados para aguantar ritmos de trabajo extremos, no dormirse.Su uso es habitual en empresas multinacionales, donde cumplir con los objetivos propuestos resulta muchas veces inalcanzable sin tener algún estimulo artificial. Sin embargo, en el mediano y corto plazo las drogas afectan considerablemente el rendimiento laboral que se pretende aumentar.
“En todos los casos el consumo suele ser una necesidad de agregar un súper combustible al organismo para que pueda tolerar los ritmos excesivos de trabajo y las malas condiciones a la que esta persona se ve sometida”, dijo a Rosarioplus.com el psicólogo referente de la organización Vínculos, Horacio Tabares y agregó: “Esto es capitalismo en su fase superior, caníbal que se devora a quien produce las ganancias”.
El flagelo de las adicciones en lugares de trabajo alcanza grandes dimensiones en los últimos años y es un reflejo de lo que ocurre en el resto de la sociedad. Según la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (Sedronar), más del 70% de las personas con empleo de entre 16 y 65 consumen alcohol; el 9%, marihuana, y luego cocaína, psicofármacos y otras sustancias. El de las adicciones es un inconveniente con varias aristas.
En su análisis más profundo del problema Tabares comentó que es necesario caracterizar a las colonias de consumidores de sustancias, que deben ser divididos en dos grandes agrupamientos y por clases sociales. Primero quienes pertenecen a sectores más privilegiados de la sociedad, vinculados a las prácticas rentísticas, no productivas con “características parasitarias, donde los consumos se dan por los excesos y la superabundancia de recursos materiales que bien podría retratarse en la película El lobo de Wall Street”.
En el otro extremo existen otros consumidores que a la vez pueden dividirse en tres subcolonias que aglutinan trabajadores de la clase obrera, hijos de trabajadores o desocupado con alguna cobertura social y suelen atenderse en las comunidades terapéuticas. Por último, los totalmente desposeídos, que viven en situación de vulnerabilidad extrema, sin recursos materiales y simbólicos provenientes de los barrios más pobres de la ciudad.
“En el grupo de la clase obrera las motivaciones para el consumo son variadas, pero responden habitualmente a respuestas monstruosas de alguna carencia, son poblaciones sometidas a la falta de figuras afectivas, pero también a problemas materiales”, sostuvo el profesional y adujo que en el último tiempo hubo un aumento considerable de consumo de drogas en este sector.
Un dato destacado en el trabajo clínico es que quienes se inmiscuyen más en los consumos problemáticos suelen ser trabajadores y trabajadoras jóvenes que prestan servicios en empresas industriales y de servicios, muchas de ellas multinacionales, donde la seguridad de sostener ese empleo en el tiempo es incierta. En ese sentido Tabares precisó que otra causa que se entromete en estos estados sociales es el cambio en la manera de producir, donde la clase obrera participa cada vez menos en el reparto de la renta de la producción social.
“Esta situación llevó a la súper explotación de este sector. Entonces el capitalismo busca aumentar su cuota de plusvalía que significa acrecentar los ritmos de trabajo y el tiempo de trabajo, que representa la plusvalía absoluta. Muchas veces se depende del consumo de drogas para poder cumplir con las exigencias inhumanas que las empresas piden”, señaló el profesional de la salud.
Miradas institucionales
Para el psicólogo quienes deberían ocuparse de esta situación son las organizaciones sindicales, no por una cuestión de solidaridad, sino porque la ley así lo contempla dentro del Plan Médico Obligatorio (PMO). Esto a través de las obras sociales en las que los trabajadores aportan, sin embargo apuntó que estas entidades “suelen evitar este tema”.
En ese sentido advirtió que las empresas no son quienes deben ocuparse de esta problemática porque son parte de la causa del fenómeno de la súper explotación y, si lo tratan, “pueden hacerlo como forma de chantaje a los trabajadores si descubren que es consumidor de drogas, por eso las empresas y gerentes no pueden estar allí”.
Jornada de trabajo y reflexión
Una exposición reciente sobre consumos fue organizada por el senador nacional Marcelo Lewandoski y su par provincial Miguel Rabbia. Allí asistieron más de 250 dirigentes gremiales, referentes de asociaciones civiles y religiosas. El licenciado Claudio Mate Rothgerber, ex ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, fue uno de los expositores y manifestó su postura en contra de la legalización de determinadas drogas.
“En estos momentos hay una industria muy activa por la legalización que repite doctrinas que tienen como único objetivo multiplicar el consumo. La clase trabajadora necesita construir un discurso distinto al de ‘novela rosa’ de la droga”, argumentó.
Finalmente, Antonio Ratner, secretario general de los municipales rosarinos afirmó en tono escueto que ese es un tema que le preocupa mucho a la esfera gremial. "Siempre lo hablamos pero nunca lo debatimos, los compañeros trabajadores nos reclaman este tipo de encuentros para darles herramientas para abordar esta problemática de las adicciones”.