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"Silvia", el aclamado documental de María Silvia Esteve y que se puede ver a partir de este viernes en puentesdecine.com, es una pieza introspectiva sobre la madre de la directora, pero que trasciende las fronteras personales para representar la censura naturalizada que muchas mujeres vivieron por parte de su familia para cumplir solo el rol de madre o esposa, despojadas de sus anhelos.

"Mi mamá nunca tuvo un sentido de realización más allá de la maternidad. El 'deber ser mujer' y el costo que tuvo sobre su cuerpo y espíritu fue incalculable. No se le permitió realizarse profesionalmente, se le exigió anteponer el matrimonio; se desestimó su inteligencia por su belleza, para demandar su sumisión, su silencio", explicó la realizadora desde París, adonde fue a cerrar un acuerdo de coproducción y quedó varada desde marzo producto de la pandemia.

Silvia, la protagonista del filme, había estudiado abogacía, era politóloga, artista plástica y compositora musical. Tuvo una infancia y juventud muy difícil debido a los problemas de alcoholismo y mentales de su madre y llegó a presenciar las sesiones de electroshock que recibía, en medio de la ausencia de su padre.

"Ante el rostro desfigurado a golpes, su familia hizo caso omiso. Y así fue a lo largo de toda su vida. Crecí viendo tantísima impunidad y la miseria de quienes dañan porque dicen amar. Con la impotencia de ser chica y de no tener una voz, de no poder defenderla. Y entonces llegó su partida, y entendí la importancia de cumplir mi promesa (de hacerle una película)", comentó Esteve.

El desarrollo del documental pasó por varias etapas; realizado con fotos y videos familiares, la directora recorre la vida de Silvia apoyada por sus comentarios y el de sus hermanas, que muchas veces disienten en los recuerdos o en las opiniones. Como si fuera un espejo que refleja lo contrario de lo que se ve, la directora discute y hasta pone en tela de juicio su propio punto de vista en el filme.

"Entendí que la memoria era un ser vivo, voluble, caprichoso, y que los recuerdos se adaptaban a quien elige recordarlos. No quería declarar a mi verdad como absoluta. Por el contrario, quería que se cuestionara mi propio juicio, para hacer una película que nos perteneciera a quienes elegíamos construirla", detalló.

--¿Se puede mantener distancia al momento de abordar una película sobre tu madre?
--Es importante mantener la distancia y diferenciar "lo íntimo" de lo que compone al universo de una película, el proceso se nutrió de una puja continua entre estas dos fuerzas. Tuve que sumirme en lo que dolía, procurando no caer en la auto terapia facilista. Tenía que ser altruista, y saber diferenciar cuánto pertenecía al universo de la película, cuánto era intimidad a cuidar, y para eso requerí distancia y, más que eso, sinceridad conmigo misma. Esta película empezó siendo mía, y de repente se alejó de mí.

--¿Tomaste la película como "una historia para contar" o fue algo más visceral?
--En la ópera se requiere de técnica para lograr la emoción. Uno debe sentir todo cuanto se proclama, sí. Pero la entrega nunca puede ser absoluta, porque entonces se descuida la técnica, y sin ella no es posible generar la emoción que se busca. Entonces la técnica y la emoción se retroalimentan. No son eventos aislados, sino que conviven en pos de comunicar un sentido. Lo mismo sucede con el cine.

Por un lado, sí, el hacer la película fue algo muy visceral. Aunque doliera e incluso me enfermara el trayecto de “Silvia”, tenía que poner el cuerpo hasta el final del proceso. Y cuando llegué al momento de cerrarla, fue entonces cuando realmente me di cuenta de que mi madre había fallecido, y que esa era nuestra despedida. “Silvia” era mi luto. Pero también era importante que la historia de mi madre se entendiera en su complejidad. Entonces así como no considero que contenido y forma trabajen separadamente, creo que la construcción de la diégesis de un film exige de la visceralidad para ser tangible, real.

--¿Cuánto hay de sanguíneo y cuánta "mente fría" al encarar un proyecto tan cercano a vos?
--Creo que se trata de un balance de ambos. La mente fría permite depurar lo que brota de lo sanguíneo. Mi primer corte fue impulsos. Lo que sentía, intuía, lo armaba. El problema es que no sólo se encerraba en sí mismo, sino que por momentos se quedaba en la superficie. Entonces repasé el material, armé secuencias, las eliminé, probé y atravesé cada una de las escenas que componen a “Silvia”. Se trataba de avanzar y de, si bien tratar de ser lo más racional posible, sentir si el camino era o no el correcto, si resonaba o no en mi cuerpo.

--¿Hubo una resignificación de los videos cuando los viste para la película?
--En 2012 quise hacer una película sobre las historias de “amor y locura” de mi familia. Digitalicé un par de VHS, los visioné y modelé con mirada autoindulgente: “pobre mi infancia… qué triste lo que fui, lo que pasé, lo que viví”. Edité un corte de 70 minutos, y le puse “Adioses”. Lo mostré una sola vez en casa, para ver que había esgrimido una película solemne y poco sincera. Unos meses después de que falleciera mi mamá volví a ver “Adioses”, y me di cuenta de que en el fondo esos 70 minutos realmente no hablaban sobre mí, ni sobre mi familia. De alguna manera toda la problemática de la película giraba en torno a mi madre. Esta vez ya no se trataba de mí. Esta vez quería entender. Quería encontrar alguna pista para aprender cómo algo tan valioso como el amor podía hacer tanto daño.