Un excéntrico paseo por Chernóbil de la mano de una guía ucraniana
Anna Kirianova, es una de las guías del recorrido y habló con Sopa china en Si989, donde contó algunos detalles de esta excursión extravagante que nos lleva a reencontrarnos con una de las tragedias más grandes del Siglo XX.
Hay dos sonidos que llaman poderosamente la atención cuando se hace una visita a la ciudad ucraniana de Prypiat. El primero es el estridente pitido del dispositivo que detecta la radiación fuera de los parámetros normales. Lo otro es el rechinar de fierros viejos y oxidados que se hacen notar en el vaivén del viento en un silencio fantasmagórico de una zona sin presencia humana por más de tres décadas.
El terrible accidente de Chernóbil que ocurrió el 26 de abril de 1986 por un desperfecto en el reactor 4 de la planta nuclear, cercana a Prypiat, no más de tres kilómetros, generó de manera compulsiva a uno de los éxodos más rápidos de la historia de la humanidad que obligo a más de 49 mil personas a abandonar sus hogares prácticamente con lo puesto
Hoy en la actualidad, con las precauciones para el caso, se puede visitar este emblemático lugar, incluso a la misma hora que sus habitante debieron dejar sus historias de vida sepultadas y hasta hoy detenidas en el tiempo. Así, miles de personas de todo el mundo llegan donde ocurrió el accidente nuclear más grave de la historia de la humanidad, para realizar un recorrido que, con salida de Kiev, tiene una duración aproximada de 12 horas hasta el regreso a la misma capital ucraniana.
Y no es un viaje que se pueda decidir y realizar al momento, pues hay que agendarlo de manera previa y como extranjero llevar el pasaporte, además de que viajar sin un guía es imposible. Existen también ciertas recomendaciones para el tour, como llevar ropa cómoda, prohibida la vestimenta o calzado de tipo "abierto". Además de que, de mayo a octubre, con el incremento de mosquitos e insectos chupadores de sangre, es obligatoria la ropa que cubra prácticamente todo el cuerpo y usar repelente.
Anna Kirianova, es una de las guías del recorrido. Ucraniana que habla un perfecto castellano, contó en Si 98.9 algunos detalles de esta extraña excursión que es fenómeno en todo el mundo, incluso dentro de una disciplina turística que es recorrer lugares peligrosos y abandonados. El recorrido es en la zona de exclusión de aproximadamente cuatro mil 800 kilómetros cuadrados, donde se visitan localidades como Zalissya y Kopachi, en las que las casas abandonadas, ventanas y paredes rotas y destruidas, objetos tirados y naturaleza muy crecida, son un común denominador. En Kopachi se puede visitar lo que quedó de un kínder, en el cual la destrucción y abandono es igual que en toda la zona de exclusión.
Es tal el fenómeno turístico, narra Kirianova, que existen en la zona tres hoteles para albergar a los turistas. Incluso la estadía pueda alargarse hasta tres días para hacer una visita más minuciosa del lugar. En cuanto al ingreso a la zona de expulsión cuenta que no es necesario el uso de ropas especiales desde hace más de 30 años ya que muchos elementos dañinos para el cuerpo humano ya no están presentes en la atmosfera. “Por el momento no hay yodo en la zona que es lo más peligroso, ya a fines de los 80`no estaba más”, aclara.
Aún se pueden apreciar las bases de las camas donde dormían los niños, libros y hasta algunos juguetes. También es el primer punto donde el dosímetro -aparato que detecta altos niveles de radiación- emite su alarma. También se puede apreciar un inmenso escudo antimisiles soviético y una antena de 750 metros de largo por 198 metros de alto que está abandonada, al igual que el edifico de la estación receptora.
“En la ciudad fantasma es donde pasamos la mayoría de los días porque es enorme y hay muchas cosas que ver. Después recorremos la planta nuclear que es donde todo ocurrió. En la planta también trabajan personas, ya no se produce electricidad. No es tan simple como abrir y cerrar la puerta e irse”, explica y además dice que los trabajos de mantención son inevitables para sostener cerrado el sarcófago que contiene el reactor nuclear estallado.
Kirianova refiere demás que dentro del tour hay una visita a un lugar muy especial, que si bien no está relacionado con la explosión de la planta, es sinónimo de una época trascendental como lo fue la Guerra Fría. Se trata de Duga-3, una gigantesca estructura de comunicaciones construida por el gobierno ruso en la década de 1970. Emplazada en Ucrania, no muy lejos de Chernóbil, está antena tenía como objetivo detectar el lanzamiento de misiles intercontinentales desde los EE. UU. Es ahí donde hoy los turistas pueden detenerse junto a los guías por una hora y apreciar la magnífica estructura congelada en el tiempo.
Prypiat es un sitio desolado, abandonado, destruido y con la naturaleza que crece a su antojo. De la ciudad que fue construida para quienes trabajaban en la planta y sus familias, poco queda. Una silla ginecológica afuera del hospital, hojas y libros tirados en un salón de clases, las gradas destruidas en el estadio de futbol, edificios y oficinas rodeados de vegetación, son imágenes que impactan a los visitantes.
También un parque de diversiones que nunca se inauguró está en las mismas condiciones. Carros chocadores y una rueda de la fortuna se encuentran en la zona, además de otros juegos oxidados que con un movimiento rechinan y terminan con el silencio de la ciudad.
Al término del recorrido hay que pasar por un filtro de seguridad, donde se encuentra un vigilante, quien es una de las personas que trabajan 15 días antes de irse el mismo tiempo a descansar a su casa y volver después a la desolada ciudad.
De los 49 mil habitantes que vivían en Prypiat, en la zona de exclusión hay en la actualidad solo 130 personas en los pueblos y zonas cercanas a la ciudad de Chernóbil, quienes han visto como ha crecido el turismo en la zona.
“En 2016 realizaron el tour cerca de 37 mil personas, en 2017 creció la afluencia a 50 mil, y en 2018 con cerca de 70 mil turistas, para sumar en 2019 cerca de 100 mil, especialmente de otros países”, comenta Anna Kirianova. Y desmitifica a la zona al señalar que no hay fenómenos paranormales como a veces se suele creer o que los animales que habitan los bosques adyacentes son mutantes. “No hay nada peligroso, y la naturaleza es mucho mejor que en el resto de Ucrania, la zona es muy diferente a lo que era 34 años atrás”, asevera.
“Es como cualquier otro lugar, no hay nada raro, son edificios abandonados”, y agrega que durante la pandemia de 2020 hubo menos visitas y que realmente ahí es cuando sintió el vació, la falta de gente. Además de esta situación particular explicó que el silencio extremo también reina durante el invierno, cuando en esa zona de Ucrania el frio es muy intenso y las aves suelen no estar ya que migran a lugares más cálidos.
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