La relación entre los presidentes de los Estados Unidos y de Rusia se encuentra sometida a un intenso y constante escrutinio desde que trascendieron las sospechas de intervención rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016.

En los últimos días se confirmó que los mandatarios de ambos países tuvieron un segundo encuentro durante la cumbre de los líderes del G-20 que se realizó en Alemania semanas atrás. El 7 de julio se produjo una reunión oficial de poco más de dos horas en la cual, según Trump, Putin negó las acusaciones de que había ordenado una intervención rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses del año pasado. Esas explicaciones dejaron supuestamente satisfecho a Trump, que es el único de los dos que se encuentra amenazado por la presunta intervención rusa que habría sido la causante del deterioro de la imagen de Hillary Clinton durante el último tramo de la campaña. Hubo distintas versiones acerca del contenido de ese encuentro, pero independientemente de ello, siempre estuvo claro de que se trató de una reunión oficial, en conocimiento de la opinión pública y que respetó los protocolos del caso. Algo que no sucedió con el segundo encuentro.

Conversaciones privadas de dos hombres públicos

No se especificó cuánto duró esta segunda reunión, aunque se estima que se extendió por lo menos por una hora, ni los temas que se abordaron. Sólo se supo que Trump asistió al encuentro solo y que Putin estaba con su traductor oficial. Ese hecho, aparentemente menor, ya viola un protocolo de seguridad nacional de los Estados Unidos.

El segundo encuentro entre Trump y Putin habría tenido lugar tras una cena en Hamburgo. Las especulaciones sobre los temas son infinitas y giran principalmente en torno a la complicada situación del hijo, el yerno y un estrecho colaborador de Trump, quienes no solamente sabían del apoyo ruso a la campaña presidencial del republicano sino que lo abrían aceptado de buen grado después de un ofrecimiento.

Sin embargo, algunos hechos recientes, permiten también especular acerca de algunos otros temas que posiblemente hayan recibido tratamiento durante ese encuentro. Concretamente, sobre la resolución de la crisis siria.

La CIA ya no apoyará a los rebeldes sirios

Durante la campaña electoral de 2016, Trump acusó a Barack Obama y a Hillary Clinton de haber “creado” al Estado Islámico (ISIS). Una simplificación sin duda, pero una afirmación no muy alejada de la realidad. Cuando Obama y su secretaria de Estado decidieron apoyar de manera encubierta a los grupos rebeldes que pretendían derrocar al dictador sirio Bachar al-Asad, también apoyaron al grupo que más tarde se proclamaría como Califato, es decir, ISIS. Si no lo hicieron a propósito, lo hicieron por impericia. Vaya uno a saber qué es peor.

Luego del surgimiento del Estado Islámico en 2014, el gobierno estadounidense continuó apoyando al resto de los rebeldes, que mantuvo una guerra a dos bandas: contra el Estado sirio y contra ISIS.

Lo cierto es que, hace pocos días se conoció la noticia de que el presidente Trump decidió poner fin al programa encubierto de la CIA que durante todos esos años armó y entrenó a los rebeldes sirios. Y pese a que Rusia presionaba desde hacía tiempo a los Estados Unidos para que terminara con ese programa, la medida finalmente se adoptó pocos días después del mencionado encuentro en las sombras entre Trump y Putin.

El programa, que fue un componente clave del gobierno de Obama para presionar a al-Assad para que renunciara al cargo, sufrió cuestionamientos en su utilidad hasta de sus propios simpatizantes luego de que Putin decidió intervenir militarmente en Siria en 2015. Por su parte, el gobierno ruso siempre entendió a ese programa como un ataque sobre sus intereses en Siria, país que alberga los puertos sobre los cuales recala la flota rusa en el mar Mediterráneo.

Descartar este programa significa, además de apaciguar a Putin, el reconocimiento de la administración de Trump a la incapacidad que tuvo Obama para remover a al-Asad del poder y la ineficacia de la CIA, organismo que oficialmente no realizó declaraciones públicas sobre la cuestión.

En los últimos tiempos la situación se había tornado tensa, especialmente desde hace tres meses, cuando Trump autorizó el lanzamiento de decenas de misiles contra una base militar en Siria luego de que su gobierno acusó al régimen de utilizar armas químicas contra su propio pueblo.

Las acusaciones sobre los hombres del presidente

En este marco, el entorno de Donald Trump fue llamado a testificar la próxima semana en el Senado por las investigaciones a la trama rusa que acecha al presidente. Jared Kushner, yerno y uno de los principales asesores del mandatario, tiene previsto comparecer este lunes a puerta cerrada ante el Comité de Inteligencia de la Cámara Alta. Y el Comité Judicial envió invitaciones para que testifiquen en público el miércoles 26 Donald Trump Jr., el hijo mayor del magnate inmobiliario, y Paul Manafort, quien dirigió parte de la campaña electoral del republicano.

Manafort y Trump Jr. no confirmaron todavía su asistencia. Manafort, a quién el FBI investiga por sus negocios con empresarios rusos y ucranianos, podría invocar su derecho a no testificar. Así lo hizo Michael Flynn, el primer consejero de Seguridad Nacional de Trump, quien también es investigado por sus vínculos en Rusia.

Kushner, Manafort y Trump Jr. son actores relevantes en las investigaciones de un fiscal especial y del Congreso respecto de si hubo algún tipo de coordinación entre el entorno de Trump y la presunta injerencia electoral del gobierno de Vladimir Putin durante la campaña electoral.

Los tres hombres protagonizan el momento más álgido del escándalo por la intervención rusa en la campaña presidencial de 2016, que cobró un nuevo impulso en las últimas semanas, a propósito de la revelación de una presunta reunión secreta entre Trump Jr. y una abogada rusa. Dicho encuentro se habría producido el 9 de junio de 2016 en la Torre Trump de Nueva York, y en esa oportunidad la abogada le habría ofrecido información comprometedora sobre Hillary Clinton al hijo de Trump, quien la habría aceptado de buen grado.

Por su parte, Kushner, marido de Ivanka Trump, también está bajo investigación del FBI por sus contactos con Rusia. En los últimos días, creció la presión demócrata para revocar la credencial de seguridad que tiene como asesor en la Casa Blanca tras saberse que ocultó algunos de sus encuentros con representantes extranjeros. En una reunión en diciembre, que inicialmente no reveló, el joven magnate inmobiliario le propuso al embajador ruso en Washington, Sergei Kislyak, la posibilidad de establecer un canal secreto y seguro de comunicación entre el equipo del presidente electo y el gobierno de Vladímir Putin antes de la toma de posesión de Trump.

Cabe recordar en este contexto que el presidente Trump echó en mayo a quien fuera director del FBI, James Comey, en momentos en los que se disponía a profundizar sus investigaciones respecto de la influencia rusa sobre las elecciones presidenciales estadounidenses.

Por último, habría que preguntarse si en su encuentro privado en Hamburgo, Trump y Putin habrán conversado acerca de estos temas. Putin es todopoderoso en Rusia y difícilmente sufra las constantes investigaciones y cuestionamientos que recaen sobre Trump. Quizás el estadounidense le haya preguntado a su par cuál es la manera, cuál es la fórmula para dominarlo todo y aplastar esos incómodos cuestionamientos de quienes piensan distinto y se atienen a las reglas de juego.