Graciela Cantarini tiene 60 años, y tiene un diagnóstico de psicosis maníaco depresiva, una enfermedad de salud mental que requiere de acompañamiento semi permanente y una estrategia de rehabilitación psiquiátrica y psicológica. Aunque es afiliada a Pami, la obra social decidió no cubrir este tratamiento, y aunque el asunto llegó a la Justicia Federal de Rosario, tampoco hubo soluciones desde allí. Sus hijos, en tanto, transitan un calvario burocrático y económico desde hace años por la negación del derecho a la salud que padece la mujer.

Si bien Graciela tiene el diagnóstico desde hace unos 25 años, en 2017 le fue otorgado el certificado de discapacidad, y Pami Rosario sólo les brindó un psiquiatra y un subsidio de 10 mil pesos para “colaborar en los gastos de medicación y acompañamiento, pero esto no es suficiente”, contó Daniel, uno de sus hijos, a Rosarioplus.com. Aseguró que “el de ella es uno de muchos casos: es un asunto usual de Pami desligarse de pacientes de salud mental, y quedan los medicamentos, la estrategia de acompañamiento y de rehabilitación todo a cargo de su familia”.

Para el hijo de Graciela, “la obra social se excusa con un subsidio, cuando lo que debe dar es cobertura, porque realmente las cosas cuestan”, y aclaró: “Mi mamá reside en su casa, en Alcorta, con los magros cuidados que podemos darle”. Esos 10 mil pesos mensuales los recibe desde el año pasado tras haber reclamado durante meses y tras haber elevado un recurso de amparo.

En el pueblo Pami no tiene prestador de acompañante terapéutico, y esa es otra traba para la familia, ya que son ellos quienes deben buscar cuidadores idóneos, pasarle el trámite a Pami, y tampoco tienen la garantía de que los cubrirá. Mientras tanto, todo sale del bolsillo de Daniel y de sus hermanos.

Como enfermedad mental severa, Graciela necesita un equipo de psiquiatra, psicólogo y diversos acompañantes terapéuticos, además de cuidadores diarios. “Ella está incapacitada, solo camina, fuma o juega a las cartas, y no necesitamos pañales pero esto puede llegar a cambiar. En una época, con las cuidadoras unas horas por día era suficiente, pero el cuadro se fue agravando con el paso del tiempo”, observó.

La familia procuró desde entonces replicar la estructura de una institución geriátrica con un grupo de gente que no es la idónea porque Pami no otorga esa cobertura. Afortunadamente “la psiquiatra viene trabajando bien con la medicación y Graciela se encuentra estable, pero ella necesita un seguimiento semanal y psicólogo que diagrame un plan de acompañamiento y supervisarlo”, enfatizó el hijo de la paciente.

Ahora los hijos de Graciela evalúan que el camino a seguir será llevarla a un geriátrico real para tener un mejor acompañamiento, y esto será probablemente a su propia cuenta, ya que "los que otorga Pami son con un cupo y que Dios nos ayude", y en detrimento del deseo de su madre.

En un texto donde Daniel plasmó sus vivencias, aseguró que “su tratamiento indicado no está al alcance de nuestra familia, y la obra social no se hace cargo. Claro que, ante la ausencia de Estado, la familia paga. Intenta. Lo hizo a medias y mal, durante muchos años. Ahorros, proyectos, sueños de sus hijos y del ex esposo, de una familia de trabajadores, quedaron muy atrás en el camino de intentar, desde el sobre esfuerzo personal, cubrir lo que el Estado debería”.

En torno al Pami, escribió: “Ni medicamento (el más costoso y el que más necesita para estabilizarse), ni acompañantes terapéuticos (indicación argumentada por todos y cada uno de los profesionales que la han tratado), ni nada de lo que necesita, es materializado por la obra social de todas y todos los jubilados de nuestra querida Nación. Apenas un subsidio de 10 mil pesos para costear: cuidadoras, asistentes, medicamentos (el caro y también otros), equipo terapéutico y muchas otras necesidades cotidianas, permanentes, crecientes. De las que, sólo quienes tengan en su familia alguien con un padecimiento mental, (y en un contexto de inflación permanente) comprenderán”.

Finalmente destacó que el juzgado federal n°1 de Rosario mandó a la propia afiliada de Pami a hacerse cargo de su estrategia terapéutica, y hasta puso en duda el título habilitante del psiquiatra que la atiende desde hace tantos años.