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Sin colectivos, recolección de basura ni sus ruidos ensordecedores, las calles rosarinas son muy distintas a las de un martes habitual. Sólo la bandera roja de los taxis se ve a la distancia y algunos trabajadores en auto a los que el paro les pasó por al lado. Deshabitadas, profundas y entregadas, así están las calles.