Acoso callejero, violencia que nunca puede ser halagadora
El acoso callejero no es nada nuevo. Según la organización feminista Mumalá durante el 2018 en Argentina más del 90 por ciento de las mujeres reconoció haber sufrido y vivido acoso callejero, y el 80 por ciento que dijo tener miedo al transitar por las calles. Además el informe reveló que un 40 por ciento de las situaciones de acoso trascurren en el trasporte público y con más frecuencia por las noches.
La penalización “no significa la erradicación del acoso, pero es una herramienta con las que cuentan las mujeres para poder denunciar”, señaló la abogada Juliana Santarosa Cobos, coordinadora de la organización Acción Respeto, que busca terminar con el hostigamiento sexual en la vía pública. En diálogo con Ponele que sí por Si 98.9, la activista aclaró que el acoso no es lo mismo que el piropo al que describió como “un dicho entre dos personas que tienen una relación de confianza y que tiene la intención real de halagar”.
En ese sentido Santarosa Cobos explicó que el acoso callejero tiene que ver con una situación “forzada y unilateral” con un contenido “violento” al cual la persona que es interpelada, generalmente una mujer o disidencia, “jamás aceptó participar”. Estas manifestaciones pueden ser verbales, gestuales o físicas. “Es una variedad de conductas que se dan de manera forzada que se manifiestan para ejercer el dominio en el espacio público”, acotó la letrada.
En resumen, son situaciones que deben entenderse como violencia de género en los espacios públicos y su fin es “mostrar el poderío” en la calle, que “tradicionalmente se interpretó como un espacio de dominio masculino”, y con la salida de las mujeres fue tomado como “una afronta al poder asignado”. Entonces de esta forma de activan mecanismos de violencia que funcionan para recordarles a las mujeres que “no pertenecen a ese lugar usando el miedo como forma de control”.
Para Santarosa Cobos en el espacio público se trasladan las mismas dinámicas de poder entre géneros que en los espacios privados. Entre otras cosas, expresó que el acoso callejero las mujeres lo sufren desde muy chicas. “Lo que sucede es que cuando salís a la calle, y te hacen estos comentarios no consentidos, que generalmente tienen una connotación sexual con tu cuerpo, vos te relacionas con tu corporalidad desde un lugar de miedo e inseguridad”, precisó.
La abogada dejó en claro que el acoso y los acosadores “no pertenecen a una clase social o sector económico específico”, aunque generalmente son hombres mayores, pero también hay jóvenes que llevan adelante esta práctica. “Hay mucho mito construido en torno a esto, sobre todo lo que hacen ciertas líneas laborales”, expresó en relación con los albañiles que suelen ser blanco de muchas estigmatizaciones sociales.
Cabe considerar, por otra parte, que esta práctica durante mucho tiempo “fue romantizada por la sociedad” como algo que las mujeres “deben querer” y por tal motivo se trasforma en “una vara de valor basada en lo estético”. De este modo aseguró Santarosa Cobos en estos parámetros “se pone a la mujer en lugar de objeto”. En resumidas cuentas afirmó que “una violencia nunca puede ser halagadora”, en todo caso, según la abogada, existe una clara diferencia entre el piropo y el acoso callejero: “El piropo se dice en un ámbito de confianza y entre personas que consintieron esa interacción y con la intención real de alagar y hacer sentir bien”.
Qué hace el Estado
Semanas atrás el Senado de la Nación aprobó y giró a la Cámara de Diputados para su sanción definitiva, un proyecto de ley que busca incorporar al Código Penal de la Nación un artículo sobre la prevención y sanción a través de multas y prisión del acoso sexual en espacios públicos.
Por 67 votos a favor y uno en contra -del senador opositor Ernesto Martínez-, se apoyó un dictamen que unifica dos propuestas sobre el acoso sexual, una de las cuales ya había recibido media sanción de la Cámara de Diputados y resolvieron incorporar una serie de correcciones que obligan a devolver el expediente a la Cámara baja. El primero de los proyectos, cuya autora fue la exdiputada del oficialismo Victoria Donda, incorpora el artículo 129 bis al Código Penal la prevención y sanción del acoso sexual en espacios públicos.
En cuanto a la ciudad de Rosario, en el ámbito del trasporte público, la línea de reclamos 147 es quien recibe las quejas que luego son derivadas a un Dispositivo Asesoramiento y Contención en situaciones de Acoso en el transporte público dependiente de la Dirección de Mujeres e Igualdad en la Secretaría de Género y Derechos Humanos. Dicha herramienta surgió en 2016 con la idea de asesorar a quienes sufran acoso en el trasporte público.
Asimismo, el municipio presentó en el flamante Código de Convivencia la incorporación de la figura de acoso callejero y en consecuencia con la Ley Nacional de Prevención y Sanción de las violencias hacia las mujeres, y que por estos días está siendo debatido por los concejales en el Palacio Vasallo. El objetivo del proyecto es mejorar la convivencia democrática en base a los valores de la no discriminación el respeto, el multiculturalismo y la identidad de género y prevé sanciones a situaciones de acoso callejero.
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