El prófugo de los fraudes inmobiliarios peina canas y lo vinculan a Los Monos
El caso de Tránsito Retamar Portillo, un hombre de edad avanzada que, sin solvencia económica, compró un terreno que resultó una punta de iceberg para la investigación de fraudes inmobiliarios y lavado de activos que tiene a otros once imputados. Es el único que no cayó detenido. Su relación con el clan Los Monos
Bastante se ha ventilado sobre cada uno de los once imputados de la investigación sobre estafas inmobiliarias y lavado de activos que desde la semana pasada están en boca de toda la ciudad, pero poco sobre el que permanece prófugo: en la imputación fiscal se lo acusa de ser un comprador connivente, acaso un probable testaferro, en la apropiación ilícita de uno de los inmuebles objeto de la pesquisa. Además, los propios fiscales reparan en su relación de parentesco con al menos un miembro de la célebre banda Los Monos.
Tránsito Manuel Portillo Retamar es un hombre de edad avanzada que por ahora permanece fuera del alcance de la policía. Uno de sus sobrinos es Edgardo Andrés Fernández, alias El Gitano, preso por el asesinato de Diego Demarre, el dueño de la disco Infinity NIght, en la que fue ejecutado Claudio "Pájaro" Cantero. El crimen de Demarre, ocurrido dos días después del de Cantero, fue el primero de una catarata de homicidios mafiosos.
El tío del Gitano no aparece en los registros de Afip, ni siquiera aparece en los archivos de la crónica policial reciente. Hace su irrupción ahora, ya en el ocaso, por la investigación de los fiscales Sebastián Narvaja y Valeria Haurigot que hicieron eclosión en los allanamientos y detenciones de la semana pasada.
Aunque no se haya presentado a la justicia, a Tránsito Retamar Portillo se le imputa el rol de comprador del 50% de un campo en Villa Amelia en connivencia con la organización ilícita, Como apuntó la fiscal Valeria Haurigot a Rosarioplus.com, oficiando de "comprador connivente de un terreno a manos del escribano Eduardo Torres y el vendedor de autos Juan Roberto Aymo".
Sin tener ningún ingreso comprobable, este hombre compró a Aymo el terreno por la suma de $450.000, a sabiendas de que este no era un apoderado real de la dueña del inmueble. No obstante, lo puso en circulación en el mercado pero no llegó a venderlo. La bomba estalló antes y, en su caso, el delito no llega al lavado de activos. "Probablemente, no llegó a tiempo ya que el apoderado verdadero del campo radicó su denuncia poco después y no llegó a tiempo para vender", conjeturó una fuente de la pesquisa.
A los fiscales no les resulta un mero detalle que una de las personas involucradas en los negocios turbios de la organización investigada -Retamar Portillo- tenga un parentesco con un lugarteniente de los Cantero. Una fuente judicial interpretó que eso “pone en contexto la forma en la que funciona la red, la cual podría haber captado inmuebles procedentes de ese grupo o sus capitales”.
A Retamar Portillo se lo menciona en los argumentos de las imputaciones como “hermano de María Elena Retamar Portillo por tener idéntico apellido y dirección postal”, con quien figura que visitó a su sobrino Ariel “Gitano” Fernández en la cárcel.
En este marco también se menciona otra causa de 2014, en que la hermana del prófugo, María Elena Retamar Portillo figura como testaferro de Roberto Cavalli en la compra de un inmueble que fue registrada por el escribano Torres, el mismo notario relacionado con su hermano en esta causa. Torres es, precisamente, uno de los once imputados que está en prisión preventiva. María Elena es, obviamente, la madre del Gitano Fernández.
Cavalli, también relacionado con Los Monos, fue ejecutado a balazos en noviembre de 2015, en el ingreso al puente de la avenida Sorrento sobre Circunvalación. Tenía 32 años y murió de cinco tiros, delante de su mujer y adentro de su auto. En esos días estaba investigado por lavado de dinero y figuraba como comprador de materiales de construcción para una casa quinta del clan Cantero que fue allanada en las afueras de Pérez.
En las imputaciones de la Fiscalía también mencionan a Vanina Elisa Luciana Viglione, esposa del Gitano Fernández, ya que aparece en una supuesta transacción con Aymo, como compradora de un inmueble en la misma causa que su suegra, y ante el mismo escribano Torres.
Todo esto según la Fiscalía “demuestra la permanencia en el tiempo de las vinculaciones de los sujetos mencionados en la comisión de delitos de fraudes inmobiliarios y asimismo se ventila la relación existente con familiares de sujetos vinculados a la banda de Los Monos”.
La calificación legal que el fiscal Narvaja le atribuyó el pasado viernes a Retamar Portillo en la maratónica audiencia imputativa es el artículo 293 de falsedad ideológica, y el artículo 172 en función del 45 del Código, sobre el delito de estafa, que en este caso no pasó a ser lavado ya que, como precisó la fiscal Haurigot "el terreno que compró no fue ingresado nuevamente en el mercado inmobiliario".
Esta calificación, precisó la funcionaria de la Unidad de Investigación y Juicio, refiere a que el 27 de marzo de 2014 dio un testamento falso, a través de la compra del terreno a Aymo, creando una nueva escritura que acarreaba el vicio de la escritura falsa primera".
El peritaje contable realizado por investigadores de la Fiscalía concluyó en que Retamar Portillo protagonizó una operación inmobiliaria que “no se registra en su perfil fiscal ni se condice con su historial financiero”, por lo que “se observa un desproporcionado incremento patrimonial”.
Destacan que no existe legalmente declarada una “justificación lícita de los ingresos que permiten estas operaciones, por lo que excede ampliamente la transacción analizada a su capacidad patrimonial”. De esta manera concluye que “se infiere el presunto origen delictivo de los fondos utilizados para la compra de los bienes identificados como propios”.
Usurpaciones en Villa Amelia
Daniel Eduardo Achaga denunció en abril de 2015 a Transito Manuel Retamar, Juan Roberto Aymo y Eduardo Martín Torres por apropiarse del 50 por ciento del terreno que posee en Monte Flores, de la localidad de Villa Amelia.
Achaga había heredado en vida el terreno por parte de su dueño legítimo, Celestino Antonio Otaduy, por ser amigo íntimo (lo nombró afectivamente como “primo” en su declaración) y se anotició de esa usurpación un año y dos meses después que ocurra, cuando pidió fotocopia del extracto de dominio ante el Registro General de la Propiedad Rosario para realizar trámites.
De esta forma se anotició de que el terreno había sido transferido a Tránsito Manuel Retamar Portillo, y que quien se lo vendió fue Juan Roberto Aymo, ya que se decía apoderado del amigo de Achaga, Otaduy, y tramitado por el escribano Torres. Lo más llamativo fue que el difunto Otaduy había fallecido en 2002, o sea 12 años antes de la fecha del poder.
Pero el calvario de Achaga tras adquirir el terreno no comenzó con esta usurpación, ya que antes vivió una seguidilla de situaciones violentas. El sereno que había puesto a cuidar la finca fue secuestrado una vez, y luego espantado a golpes y amenazas de muerte. De manera insólita, otro día apareció una topadora y demolió la humilde vivienda del cuidador, y finalmente los usurpadores fueron directamente por la adulteración de la escritura.
En sus declaraciones a la Fiscalía, el propio Achaga relató: “Mi primo me legó una porción de campo que él tenía. Lo fui a ver al Hospital Naval porque tenía un cáncer terminal y él quería que yo me quede con todo. Hablé con mi abogado, Manuel Ferreyra para hacer una usucapión, para poder obtener el campo. Y en eso usurparon la casa, ya que en el campo había una casa y también un galpón".
"En 2008 hicimos un desalojo y cuando la gente que había se fue, pusimos un sereno con un contrato de locación para que cuide la casa. Hasta que en 2012 vinieron unos señores que agarraron al viejito a palos, le metieron un par de puñetes, lo cargaron en un auto y se lo llevaron", relató el heredero.
"A los dos o tres días el viejito volvió, pero unos días después fueron de nuevo y lo sacaron en dos autos negros, me dijeron que eran Audi. Eran bastante morrudos y mal hablados. Los vecinos me dijeron que esta gente volvió otra vez, con unos camiones y una máquina, y derribaron todo lo que era la edificación, tiraron todo abajo, cargaron los escombros y se fueron. Después en 2013 conseguimos la tenencia, fuimos hasta Villa Amelia a buscar un móvil policial para que nos acompañe, hicimos una demarcación del terrero, hasta esperar la usucapión, y ahora nos venimos a enterar que hay un tipo –por Retamar Portillo- que se ha hecho dueño de la mitad del terreno”.