¿Quién es Jair Bolsonaro, el candidato brasileño apuñalado?
Reaccionario, ultraderechista, clasista, así es el candidato que apuñalaron durante un acto de campaña. Un perfil del diputado y candidato a presidente que juró por la dictadura, celebró la tortura y odia a las minorías
La puñalada que le asestaron al candidato presidencial Jair Bolsonaro conmocionó la política brasilera a menos de un mes de las elecciones. Pero ¿quién es el ultraderechista que asusta con sus posturas extremas, pero que cuenta con una intención de voto que ronda el 20 por ciento de acuerdo con los últimos sondeos de opinión, lo cual lo sitúa en el primer lugar por la carrera presidencial tras la proscripción de Lula?
¿Quién es?
Por extraño que pueda parecer, Messias es el segundo nombre del político más controvertido del momento en Brasil. Jair Messias Bolsonaro es un ex militar que desde 1991 ocupa una banca como diputado nacional por el Estado de Río de Janeiro. Actualmente, es candidato del Partido Social Liberal. Sin embargo, es un fiel exponente del “tránsfuga” político brasileño, es decir, del dirigente que cambia de filiación a distintos partidos en el curso de su carrera política, de acuerdo con su propio criterio de oportunidad.
Ideológicamente, Bolsonaro tiene un pensamiento reaccionario en casi todos los frentes. Reivindica la dictadura militar que gobernó entre 1964 y 1985. Defiende la venta libre de armas, la tortura de delincuentes y las ejecuciones extrajudiciales por parte de la policía. Desprecia a las personas homosexuales, a los extranjeros, a los mulatos y a los pueblos originarios. Está en contra de los avances en materia de derechos de género. Pese a todos eso, Bolsonaro seduce a un sector del electorado que no ve una salida convencional a la crisis política, económica y ética que atraviesa el país.
El candidato
Bolsonaro ocupa un preocupante primer lugar en las encuestas, luego de que el Tribunal Superior Electoral rechazara la candidatura de Luis Inazio Lula Da Silva, cuyos sondeos le asignaban 30 por ciento de intención de voto aun cuando ya había sido encarcelado.
Algunos analistas consideran que su candidatura puede desinflarse al exponerse ante sus adversarios a lo largo de una campaña que promete ser áspera. Sin embargo, luego del “efecto Trump”, nadie se atreve a descartar totalmente que un candidato tan radicalizado pueda quedarse con la presidencia del mayor país de Latinoamérica.
Debido a sus exabruptos ha sido comparado varias veces con Donald Trump, un espejo en el que él mismo se identifica. Pero el discurso de este diputado -el más votado en Río de Janeiro en las últimas elecciones- excede incluso los desatinos del presidente estadounidense.
Su batería de ataques não tem fim. Aquí algunas perlas de su discurso: “Los gays son producto del consumo de drogas”. “El error de la dictadura fue torturar y no matar”. “Los policías que no matan no son policías”. “Las mujeres deben ganar menos porque se quedan embarazadas”.
Varios de sus ataques llegaron a la Justicia. Fue condenado a indemnizar a una diputada a la que le dijo que no la violaría porque no se lo merecía por fea. También debió pagar una reparación a las comunidades descendientes de esclavos negros, de las que dijo que “no sirven ni para procrear”.
Y ante ese panorama, él no se inmuta. “No serán la prensa ni el Tribunal Supremo quienes van a decirme cuáles son mis límites”, expresó públicamente. A semejanza de Trump, Bolsonaro intenta desprestigiar a los grandes medios de comunicación, a los que acusa de manipular sus declaraciones para atacarlo. Los corresponsales de los medios extranjeros ya comenzaron a pedirle entrevistas, aunque no es raro que los deje plantados a último momento.
El fenómeno de Bolsonaro, se alimenta -como el de Trump- en las redes sociales: sólo en Facebook cuenta con casi cinco millones de seguidores. Los analistas políticos y sociológicos han tenido que ponerse a revisar las teorías acerca del conservadurismo de los brasileños, además de constatar la desconfianza de una buena parte del país respecto de sus políticos. Un dato llamativo en este sentido es que el 60 por ciento de los votantes de Bolsonaro tienen menos de 34 años, y no conocieron la dictadura militar que él reivindica.
Bolsonaro también obtiene mejores resultados entre los más ricos y escolarizados. Lo que resulta atractivo de su personalidad para numerosos votantes es justamente su discurso antisistema, pese a formar parte activa del Sistema Político brasileño desde hace un cuarto de siglo. Sus seguidores entienden que él es el único que no haría lo mismo que el resto de los políticos si estuviera en el poder.
La popularidad del ex militar, que pese a todo lo dicho tiene una imagen negativa en el 33 por ciento de la población, está estrechamente vinculada a lo “políticamente incorrecto” de su discurso. Sus expresiones mas reaccionarias repiquetean en la cabeza de muchos brasileños como una solución posible. Una de ellas, que reza que “el mejor delincuente es el delincuente muerto”, le granjeó el seguimiento de millones de brasileños atemorizados por la violencia cotidiana de un país con más de 60 mil asesinatos al año.
El derechista radical también capitaliza el odio que una parte del país, –sobre todo en un amplio sector de la clase media– ha cultivado contra Lula. Y se mueve como nadie en medio de la histeria moralista que se ha apoderado de una parte importante de la sociedad. No obstante ello, el propio Bolsonaro debe aclarar todavía cómo una parte de los fondos destinados a financiar su ultima campaña, fueron a parar misteriosamente a sus cuentas personales.
La intolerancia creció en los últimos meses y se tradujo en el hostigamiento a artistas, feministas y miembros del movimiento LGTB. Esas acciones fueron avaladas con entusiasmo por Bolsonaro y sus seguidores.
Bolsonaro apela a la emocionalidad y no a la racionalidad, una modalidad que esta ganando terreno peligrosamente en la política occidental. El “Messias” brasileño alimenta la idea de combatir la violencia con más violencia y su discurso moralizador encontró terreno fértil en una sociedad hastiada de ella y de una dirigencia que cotidianamente le reporta disgustos.
Pese a todo, las encuestas revelan que una mayoría de los brasileños defienden posiciones progresistas sobre derechos humanos, matrimonio entre personas del mismo sexo o aborto.
Si Brasil estuviera en una situación más equilibrada y no estuviera atravesando la fenomenal crisis en la que está sumido, cualquier candidato convencional seguramente lo aplastaría. De hecho, recién emerge ahora, en este contexto particular, cuando hace ya 25 años que se mueve en la arena política. Dicho de otro modo, en un contexto normal, Bolsonaro no sería más que un fantoche de la política. En el escenario de crisis actual, aparece para muchos, como un Messías.