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El país tano enfrenta una nueva y preocupante crisis de gobierno, que incluye el posible ascenso de la extrema derecha y la sombra de la influencia rusa.

La política se asemeja a veces en Italia a sus magníficas comedias de enredos. La semana pasada el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, dio por terminado el experimento que durante 14 meses protagonizó la alianza entre los ultraderechistas de la Liga y los antisistema del Movimiento 5 Estrellas (M5E). La coalición había nacido como algo extraño y que deja ahora a Italia sumida en una crisis política delicada.

Conte, quien pasó de ser un desconocido abogado del sur de Italia a guardián del acuerdo entre las dos formaciones políticas, no renunció por falta de experiencia -no tenía ninguna cuando le ofrecieron el cargo-, ni por las difíciles negociaciones con las autoridades de la Unión Europea (UE) debido a la compleja situación económica del país. Conte decidió marcharse tras una moción de censura presentada en su contra por la Liga, producto de las especulaciones de su líder, Matteo Salvini -actual ministro del interior- quien aspira a una convocatoria a elecciones anticipadas con el objetivo de convertirse él en primer ministro.

La gestación de la crisis

Tras el buen resultado alcanzado en las elecciones de marzo de 2018, Matteo Salvini aseguraba que la Liga estaba dispuesto a negociar con todos los actores políticos para formar un gobierno estable. La decisión no es “Salvini o la muerte”, sostenía en ese entonces el líder ultraderechista exagerando humildad. En realidad, siempre fue ese el dilema.

El fiasco de este experimento político sin precedentes entre dos fuerzas antisistema que expresaron el hartazgo de la sociedad italiana respecto de los partidos políticos tradicionales se veía venir. Quizás no tan rápido. Quizás no tan caótico.

En pleno receso estival, Salvini aprovechó su popularidad reflejada en las encuestas para lanzar su asalto al poder orquestando una moción de censura contra el primer ministro Giuseppe Conte. Su objetivo es convocar a elecciones anticipadas, quitarse de encima a los aliados del M5E y quedarse con los resortes del poder.

Ante la maniobra, Conte prefirió renunciar el pasado martes, antes de que se votara la moción de censura en su contra, y puso al país en un dilema político contrarreloj. El gobierno italiano debe presentar sus presupuestos a la UE en breve y evitar un aumento de impuestos que podría ser devastador para la economía nacional. ¿Qué hacer ante ese contexto acuciante? ¿Volver a las urnas como exige Salvini o confiar en una democracia de despachos -como le llaman en Italia- mediante el armado un gobierno técnico interino manteniendo esta misma formación parlamentaria hasta capear el temporal económico?

Quien cobra notoriedad ante esta disyuntiva es el presidente de la República, Sergio Mattarella, quien desde la renuncia de Conte está inmerso en una fase de consultas para encontrar una salida viable a la crisis que amenaza con ahondar la inestabilidad política y económica del país. En este contexto, ninguno de los escenarios que se abren ante el jefe de Estado lucen sencillos.

El Plan Úrsula o todos contra Salvini

Esta estrategia que gana peso entre los legisladores italianos consiste en armar un frente común con todos los partidos que apoyaron en el Parlamento Europeo a la alemana Ursula von der Leyen como futura presidenta de la Comisión Europea. Podría llevarse delante de distintas maneras. Desde una alianza mínima entre el Partido Democrático (PD) de centroizquierda y el M5E, hasta una alianza más amplia que incluyera a partidos como Fuerza Italia, del exprimer ministro Silvio Berlusconi, quien -en principio- es aliado de Salvini y adversario del M5E.

El PD y el M5E podrían llegar a cogobernar si decidieran dejar a un lado sus diferencias para buscar un acuerdo que les permitiera prescindir del apoyo de Berlusconi. Pero eso los dejaría con una mayoría legislativa endeble que podría estallar debido a las tensiones internas en el PD entre exprimer ministro Matteo Renzi y la actual dirigencia liderada por Nicola Zingaretti. El primero quiere un acuerdo a toda costa que evite unas elecciones anticipadas que favorecerían a la derecha, mientras el segundo no ve claros los beneficios de aliarse con el M5E al que lleva meses criticando. Si el PD se quebrara, el gobierno caería y el país volvería al punto actual.

Con o sin el respaldo de Berlusconi, el resultado sería un Poder Ejecutivo del agrado de la UE, que desactivaría la reforma fiscal de Salvini, que supone una rebaja de impuestos para empresas e individuos, un aumento del déficit y, eventualmente, la salida de la zona euro. En el bloque comunitario temen que esa reforma pudiera poner en peligro a la economía italiana -la tercera mayor de la eurozona- y, como consecuencia, arrastrara a los demás miembros a una crisis.

Como si eso fuera poco, el Plan Ursula alberga una seria contraindicación. Si todos se unieran contra Salvini, el carismático dirigente podría reforzar su mensaje respecto de que ciertas élites de poder conspiran contra el ascenso de la Liga. Esto podría aumentar su ya creciente popularidad -asentada sobre un discurso nacionalista y antimigratorio- ante un escenario electoral en el corto o el mediano plazo.

Cuando Salvini dio por rota la coalición de gobierno a comienzos de agosto, instó a devolver rápidamente la palabra a los electores. Los comicios europeos de mayo envalentonaron al dirigente, quien lidera holgadamente las encuestas con un 36 por ciento de intención de voto -casi 20 puntos más que en 2018-, seguido por PD con un 23 por ciento y M5E, con un 19 por ciento -casi 15 puntos menos que en 2018-. Estos resultados le darían vía libre para negociar con los extremistas Hermanos de Italia y con Forza Italia una coalición de ultraderecha.

El presidente Mattarella tiene otras opciones para salir del paso. Ninguna de ellas resolvería la situación definitivamente pero sí permitirían que el país pudiera lidiar con el presupuesto, los impuestos y otras decisiones clave. La primera sería nombrar un gobierno tecnocrático, con un mandato limitado para aprobar los presupuestos y encauzar el marco fiscal. Otra, sería forzar a la Liga y al M5E a aguantarse mutuamente hasta que pase el otoño. Salvini, quien no ha renunciado a sus cargos, ha dicho que estaría dispuesto a mantener la coalición hasta que se aprueben los presupuestos, se nombre al comisario europeo y se pueda ejecutar la promesa electoral más ambiciosa del M5S, reducir en aproximadamente un tercio el número de parlamentarios. Esta salida tiene varios beneficios para la Liga, que ganaría tiempo y margen de maniobra en un proceso que igualmente acabaría en elecciones.

En última instancia, sólo Mattarella tiene la potestad de disolver el parlamento y solo lo hará si no hay ninguna otra opción factible. La ventaja de las elecciones anticipadas es que daría como resultado un gobierno más estable e ideológicamente homogéneo, en vez de la incómoda mezcla de voluntades de la actual coalición y sus severas diferencias en materia económica, migratoria y social. Pero al mismo tiempo, desde la UE temen que una victoria de Salvini alimente al bando de los euroescépticos y acerque Italia a Rusia.

Influencia rusa

Salvini, es otro político vinculado a la influencia rusa. Además de su indisimulada admiración por Vladimir Putin, la Fiscalía de Milán abrió una investigación por presunta corrupción internacional sobre la Liga por financiación irregular con dinero procedente de Rusia. Ese dinero habría sido destinado a la campaña electoral europea en mayo. Salvini ha negado inmediata y rotundamente todo. Pero recientemente se revelaron conversaciones entre un exportavoz de Salvini y el presidente de la asociación cultural Lombardía-Rusia, con una delegación de funcionarios del Kremlin.

Según las grabaciones, Salvini les dice a los emisarios rusos: queremos cambiar Europa y que nuestro futuro no dependa de los iluminados de Bruselas y Estados Unidos.

Del audio se desprende un principio de acuerdo para que la empresa energética italiana ENI compre petróleo ruso por valor de 1.500 millones de dólares, de los cuales unos 65 millones irían para financiar a la Liga. La investigación sigue abierta.

Lo que se confirma una vez más es la fascinación de un sector de la extrema derecha europea con Vladimir Putin. La sombra del líder ruso se vincula hoy con todo: las elecciones en los estados Unidos, el Brexit, la independencia de Cataluña y especialmente con los movimientos de extrema derecha que pretenden refundar la actual UE, especialmente en Italia y Francia, con los que parece mantener estrechas relaciones.