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El 23 de abril los franceses elegirán al sucesor de François Hollande. Su mandato, signado por una economía con escaso crecimiento, la crisis política de la Unión Europea (UE), el conflicto con los inmigrantes irregulares y los atentados terroristas en suelo francés, concluye en una mediocridad tal que ni siquiera le permite aspirar a la reelección. El partido socialista al que pertenece, está dividido. Su exministro de educación, Benoît Hamon, es el candidato del partido, pero todos los días pierde votos ante su antiguo correligionario, Emmanuel Macron, quien dejó el gobierno y el socialismo para conformar su propio movimiento denominado ¡En Marcha!, con un perfil más bien liberal y capaz de atraer votos tanto de la izquierda como de la derecha tradicionales.

Un electorado dividido en tres

En las últimas décadas el sistema político francés funcionó con un bipartidismo que enfrentó a agrupaciones políticas de izquierda y de derecha. Sin embargo, en los últimos años y tras el crecimiento del Frente Nacional (FN), fue mutando hacia un modelo de tres polos en el cual el electorado se dividió entre los seguidores de esa agrupación de extrema derecha, los conservadores  tradicionales reunidos en el partido Los Republicanos, y la izquierda tradicional nucleada en torno al partido Socialista. 

La salida de Macron del socialismo hace menos de un año dividió al electorado de izquierda y ese sector pareció quedar sin posibilidades siquiera de llegar al ballotage, previsto para el 7 de mayo.

Los sondeos de opinión eran liderados hasta hace días por Marine Le Pen, la líder del FN, cuyo discurso antieuropeo, antiliberal, xenófobo y ultranacionalista, le generó apoyo entre los obreros y la juventud. Le Pen logró sumar en los últimos años cerca de un tercio de los votos de los franceses.

La crisis de los conservadores

Ante ese escenario, la derecha conservadora aparecía como “número puesto” para alcanzar el ballotage y luego ganarlo holgadamente. El candidato elegido por Los Republicanos para disputar la presidencia fue François Fillon, quien venció en la interna partidaria de noviembre de 2016 a dos “pesos pesados”: el expresidente Nicolas Sarkozy, y el exprimer ministro y excanciller, Alain Juppé.

Fillon apareció como el único candidato capaz de disputarle votantes directamente a Marine Le Pen, dado que representa valores y propuestas similares -aunque matizados- a los que representa ella. Sin embargo, al poco tiempo de su consagración como candidato presidencial, Fillon debió enfrentar un escándalo cuyas repercusiones parecen no tener fin. Cuando él era legislador, su esposa Penelope, cobró un sueldo del Estado durante años como “asistente parlamentaria”, pero sin haber ido nunca a trabajar. La suma embolsada por Penelope en esos años ascendería a 900 mil euros. El problema es que, desde que las acusaciones se hicieron públicas, otras investigaciones recayeron sobre el candidato y su familia -sus hijos también habrían cobrado sin trabajar- y la merma en las encuestas lo llevaron al 19 por ciento actual, que lo sitúan en tercer lugar en las preferencias y, por lo tanto, fuera del ballotage.

Desde el sector que conduce Alain Juppé, dieron señales de que el exministro estaría dispuesto a reemplazar a Fillon si él renuncia a la candidatura. Los sondeos de opinión muestran que el reemplazo de Fillon por Juppé provocaría un repunte inmediato para Los Republicanos de unos 6 a 7 puntos porcentuales, situando a los conservadores nuevamente en el ballotage. Sin embargo, Fillon se mantiene firme en su sitio y no parece dispuesto a dar un paso a costado.

Le Pen también tiene problemas

Los empleos ficticios no constituyeron una dificultad solamente para François Fillon. También Marine Le Pen tiene problemas en el Parlamento Europeo. Tanto su guardaespaldas como su jefa de gabinete cobraron sueldos sobre la base de contratos falsos preparados por el partido como si ambos fueran asistentes parlamentarios, cuando en realidad no lo eran.

El Parlamento Europeo le reclama a Le Pen casi 330 mil euros por estos contratos falsos. Este escándalo repercutió en la campaña de la candidata, quien por primera vez en mucho tiempo, perdió el primer lugar en las preferencias para las presidenciales del 23 de abril.

La nueva izquierda de Macron

Ante semejantes modificaciones del escenario electoral, Emmanuel Macron, calificado por distintos analistas como un líder social-liberal, se ha vuelto atractivo para los votantes de izquierda y derecha moderadas además de los socialistas tradicionales que cada vez le ven menos posibilidades a su propio candidato Benoît Hamon.

Esta tendencia se acentúa a medida que se intensifica el éxodo de dirigentes tanto de derecha como de izquierda, que abandonan sus partidos para respaldar al exministro de Economía. Desde la derecha, el exprimer ministro Dominique de Villepin y el excanciller, Bernard Kouchner pasaron a nutrir sus filas.

Hace tres semanas, recibió el apoyo de François Bayrou, un político centrista, candidato a la presidencia en 2002, 2007 y 2012, quien mantiene un núcleo duro de seguidores que ronda el 5 por ciento del electorado.

Desde la izquierda, la sangría que está debilitando al partido de Hamon comenzó con la adhesión del alcalde de Lyon, Gérard Collomb, quien apoyó la candidatura de Macron desde el comienzo y se transformó en uno de los hombres clave de su estrategia electoral. En la última semana, Macron recibió el decisivo apoyo del exalcalde socialista de París, Bertrand Delanoë, un hombre prestigioso con un fuerte ascendente sobre los electores de su partido. En los próximos días también podría producirse el pase del prestigioso ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian, y -lo que supondría un golpe de gracia para el partido Socialista- la posible adhesión de la ministra de Ecología, Ségolène Royal, madre de los cuatro hijos del presidente François Hollande. Los medios de comunicación franceses especulan con que el aval de Royal, anticiparía el del propio presidente Hollande sobre el final de la campaña.

Actualmente, Emmanuel Macron cuenta con un 26 por ciento de apoyo en las encuestas y se sitúa primero en las preferencias. Si se consolida este escenario, éste político de tan solo 39 años, se convertirá en el nuevo presidente de Francia. Macron adquirió notoriedad hace sólo tres años cuando el presidente Hollande lo designó al frente de la cartera de Economía. En abril de 2016 creó el movimiento ¡En Marcha! y tres meses después se proclamó candidato a presidente. Su vertiginoso ascenso no tiene precedentes en la política francesa.

Sin embargo, Marine Le Pen se mantiene al acecho con el 25 por ciento de intención de voto y el escenario podría modificarse sensiblemente si François Fillon declinara finalmente su candidatura en favor de su rival interno, Alain Juppé. Los sondeos señalan que, en ese hipotético caso, la balanza se inclinaría a favor de Juppé, asegurándole a Los Republicanos un lugar en el ballotage del 7 de mayo.

En cualquiera de esos escenarios, quien disputara la segunda vuelta electoral contra Le Pen se convertirá en presidente, puesto que la mayoría de los franceses rechaza el discurso extremista del FN. Sin embargo, sea quien fuera el vencedor, todavía tendrá un complejo camino por transitar, dado que solamente un mes después se llevarán adelante las elecciones parlamentarias y el nuevo Jefe de Estado necesitará apoyo legislativo para poder gobernar. La política francesa está candente.