Good bye Boris
El primer ministro británico renunció, acorralado por los escándalos en un contexto económico desfavorable.
El partido conservador prefirió cortar la cabeza de su jefe antes que perder el gobierno. La
rebelión interna había comenzado hacía ya varios meses, pero Boris Johnson lograba
mantener una frágil mayoría en el seno de su propio partido que le permitía sobrevivir. Hasta que una renuncia masiva de altos cargos -entre ellos la del ministro de salud, Sajid Javid, y el ministro de economía Rishi Sunak- lo dejó sin sustento político y no tubo más alternativa que presentar su renuncia.
Cómo dilapidar capital político en sólo tres años
Hace tres años, Johnson se convirtió en primer ministro tras la renuncia de su antecesora Theresa May. Poco después, revalidó el cargo mediante elecciones y su posición se vio fortalecida por un nutrido apoyo popular que no se registraba desde 1979. Pero en sólo tres años, el primer ministro despilfarró ese capital electoral y es por eso que su partido, consciente de que sostenerlo suponía un costo demasiado alto, optó por revelarse y forzarlo a renunciar.
¿Qué paso en el medio? Escándalos, pandemia, Brexit y crisis económica.
Como ya se expresó, la dimisión de Johnson estuvo precedida por la renuncia de más de 50 funcionarios de primera línea. Algunos de ellos señalaron en el texto de su renuncia la “incompetencia del gobierno”. Pero omitieron menciones directas al “partygate”, nombre con el que se conoce al conjunto de fiestas realizadas en 10 Downing Street -sede de gobierno británico- durante el confinamiento impuesto como consecuencia de la pandemia de Covid-19. Tampoco mencionaron los abusos sexuales de un legislador oficialista que caldeó el ánimo de la opinión pública. La acumulación de escándalos deterioró seriamente la imagen pública del gobierno y precipitó la renuncia del primer ministro, aunque por sí solos no explican la caída de Johnson.
Pandemia
En lo que respecta a la gestión de la crisis abierta por la pandemia, el gobierno de Johnson estuvo entre los más errantes del mundo desarrollado. Primero la negó, después intentó alcanzar sin éxito la inmunidad de rebaño en un momento en el que poco y nada se sabía acerca del virus, y finalmente implementó un duro confinamiento. El resultado de esa gestión errática quedó reflejado en el hecho de que el Reino Unido es actualmente el sexto país en el mundo con más contagios y el séptimo con mayor número de muertes.
Fue precisamente mientras se le exigía al pueblo británico quedarse en su casa que el primer ministro hacía fiestas en la sede gubernamental.
Brexit
La consecución de la salida británica de la Unión Europea (UE), el “Brexit” que Johnson exhibe como su mayor éxito de gobierno, es -como mínimo- cuestionable. Las consecuencias económicas para el Reino Unido no han sido buenas y provocaron el silencio sepulcral de quienes veían allí una solución para todos los problemas del país.
Las largas colas de camiones en los puertos que conectan Inglaterra con Francia es la descripción gráfica de la crisis en la que se encuentra sumido el Reino Unido, agravada por la pandemia y el aumento de la inflación. De hecho, se espera que el crecimiento de país sea el más bajo de todas las economías del Grupo de los 20 (G20), foro internacional que reúne el 66 por ciento de la población mundial y el 85 por ciento del producto bruto global.
Una encuesta realizada a finales del año pasado reflejaba que el 44 por ciento de la ciudadanía británica piensa que el Brexit afectó a la economía del país, más del doble de quienes opinan que la salida de la UE fue beneficiosa.
Crisis económica
La crisis económica tampoco fue por sí la causa directa de la caída de Johnson, pero la imagen de un primer ministro organizando fiestas en medio de una encrucijada histórica para el país, sin dudas la precipitó.
El Reino Unido sufre una inflación actual de 9,1 por ciento y los economistas advierten que pronto podría entrar en recesión. Los problemas derivados del Brexit y el momento más crítico de la pandemia crearon una tormenta perfecta para el gobierno desde comienzos de 2021. El país acusó los aumentos en los precios del petróleo y el gas, que se tradujeron a los precios de los productos que llegan a los hogares. Plantas de acero y fertilizantes se vieron obligadas a cerrar temporalmente y varias empresas energéticas quebraron. Y toda esta situación, en gran medida replicada en otros países del mundo, en el Reino Unido se vio empeorada por los efectos del Brexit, dado que muchos trabajadores de la cadena de suministro de alimentos procedían del continente y se quedaron sin permiso para trabajar en país.
El fin
El informe sobre las fiestas realizadas durante el confinamiento producto de la pandemia, que incluyó la descripción de conductas como el maltrato hacia el personal de limpieza, “peleas de borrachos” y lanzamiento de vino contra la pared, fue el empujón final.
Ya nada salvaría a Boris Johnson, ni siquiera su afán por enarbolarse en un discurso beligerante de apoyo a Ucrania, que lo convirtió en el líder mundial más proclive al envío de armas pesadas a ese país, algo que fue interpretado como un burdo intento por tapar los escándalos ya mencionados.
La etapa de Johnson al frente del Reino Unido llegó a su fin. Solamente resta saber cuándo se producirá la salida efectiva del primer ministro. El quiere estirarla hasta octubre para llegar al congreso de su partido, pero los miembros de la bancada conservadora y el arco político en pleno prefieren que se concrete inmediatamente. Los nombres para sucederle ya circulan y son muchos, lo que requerirá un proceso de selección en el seno del partido conservador.
Es más probable que la historia lo recuerde por su desprolijo cabello rubio que por sus acciones de gobierno.