Ni locos ni muertos: la resistencia de los ex presos políticos de Coronda
"Ustedes saldrán de acá locos o muertos", les repetía el gendarme Adolfo Kushidonchi a los detenidos políticos de la cárcel de Coronda, entre 1974 y 1979.
Pero el entonces director del penal se equivocó. Los presos resistieron, se organizaron, inventaron una nueva forma de comunicarse, se salvaron la cabeza unos a otros, aguantaron la tortura, salieron de la cárcel, militaron la memoria, formaron una Asociación Civil, escribieron un libro con las atrocidades que vivieron, realizaron obras de teatros, murales y dibujos, se presentaron como querellantes en el juicio a sus verdugos y los condenaron.
Froilán Aguirre es uno de los sobrevivientes de la Cárcel de Coronda durante la última dictadura. Tiene 64 años y empezó a militar cuando tenía 13, al calor de la lucha por el retorno del general Juan Domingo Perón y en medio de un país convulsionado, social y políticamente.
De una familia "mitad progre, mitad gorila", estudió en la Escuela Industrial, tuvo su paso fugaz por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y luego militó en la Unión de Estudiantes Secundarios (U.E.S), la rama secundaria de Montoneros.
En 1977 fue secuestrado en el Hospital Iturraspe y torturado durante un mes en distintos centros clandestinos de la ciudad, (la casita, la Comisaría Primera, la Guardia de Infantería) y cuando cumplió la mayoría de edad fue trasladado al penal de Coronda. Estuvo detenido casi toda su adolescencia, desde los 18 hasta los 23 años, en diferentes lugares.
El Froi, cómo le dicen quienes lo conocen, es un tipo tranquilo. De esos que traen calma en los momentos políticos más angustiantes de nuestra historia y de los que siempre está poniendo el cuerpo.
Al finalizar la entrevista, arrojó: "no hables mucho de mí, hacé eje en la historia colectiva, ese es el espíritu corondino".
Es real, la historia de los ex presos políticos de Coronda es la historia de la lucha colectiva, de la organización, de la solidaridad y de la resistencia.
Desde 1974 hasta 1979 la cárcel de Coronda formó parte del circuito represivo local.
"Eramos casi siempre secuestrados y torturados en algún Centro Clandestino y luego pasábamos por distintos lugares, que en muchos casos aún no pudimos identificar. Algunos fueron la Guardia de Infantería, donde hoy funciona la Jefatura de Policía, la Base Aérea, una sede del Ministerio de Bienestar Social que estaba ubicado en Primero de Mayo, la Comisaría Cuarta, la Comisaría Primera y después terminábamos en Coronda. Las mujeres eran derivadas generalmente a Devoto", relata Froilán.
Coronda fue un lugar de “legalización” de los detenidos-desaparecidos que provenían de distintos centros clandestinos, y de alojamiento de presos políticos provenientes de otras unidades penales. En total, pasaron por allí 1.153 personas, en su mayoría provenientes de Rosario y Santa Fe.
Con la llegada de la dictadura, el penal se convirtió en un centro de tortura cotidiana, hubo un ingreso masivo de presos políticos y las condiciones se agravaron. "Era un laboratorio de destrucción física, psicológica, moral e ideológica de los detenidos políticos", relata Froilán.
Los directores fueron tres comandantes generales de Gendarmería Nacional: Octavio Zirone, Juan Ángel Domínguez y Adolfo Kushidonchi, alias “El japonés”.
Zirone intervino el penal al comienzo de la dictadura. Domínguez, estuvo al mando entre el 8 de febrero y el 27 de marzo de 1977 y desde el 18 de noviembre de ese año al 1 de febrero de 1978. Por su parte, Kushidonchi, dirigió la cárcel corondina entre el 10 de noviembre de 1976 y el 13 de febrero de 1977, y por un período de varios meses desde el 1 de febrero de 1978.
"Habíamos naturalizado tanto la tortura, que nos costó mucho darnos cuenta que la sufríamos las 24 horas del día, todos los días" recordó Froilán Aguirre.
"No podíamos ver a nuestros familiares, los recreos eran reducidos, estaba prohibido conversar entre nosotros, caminar, hacer ejercicios, leer. Vivíamos hacinados en pabellones en condiciones infrahumanas, en celdas de dos por tres", comentó.
"El verdugueo era constante. Querían aterrorizarnos, dividirnos y quebrarnos. Carecíamos de asistencia médica. Un compañero del que me había hecho muy amigo en el pabellón 6, murió por este motivo. No lo quisieron atender, tenía meningitis y le daban aspirinas", expresó en referencia a Raúl San Martín.
"Además, otros dos compañeros murieron en situaciones similares, por abandono y falta de atención: Juan Carlos Voisard y Luis Alberto Hormaeche. Por último, Daniel Gorosito, fue sacado de Coronda y fusilado en Rosario", sostuvo.
"Un método de tortura era la incertidumbre. Nunca sabías qué te iba a pasar o a dónde te llevaban. Una vez me despertaron en medio de la noche, mientras ametrallaban al aire desde el muro. Me dejaron dos horas ahí parado en silencio. Otras veces nos trasladaban a Santa Fe en grupos para interrogarnos y torturarnos y luego nos volvían a llevar al penal", relató.
"También modificaban permanentemente las condiciones, no dejaban que nada se convirtiera en 'lo habitual'. Nos cambiaban a cada rato el compañero de celda, que parece una pavada, pero era como volver a empezar desde cero con alguien que no conocías y no sabías si podías confiar", indicó Aguirre.
Había una 'celda de disciplinamiento' conocida como "los chanchos". El criterio para encerrarte allí durante días, dependía del humor de los guardias y del cinismo del momento.
Una vez, lo castigaron por tirarle una miga de pan a una paloma, otra por cantar la marcha del régimen depuesto. De acuerdo a las sanciones que recibían, podían pasarse días en aislamiento sin ver la luz del sol, e incluso, suspender el régimen de visitas.
Durante el Mundial de 1978, la represión dentro del penal se recrudeció. "Probablemente se sentían envalentonados, con una imagen social y política fuerte", opinó Froilán.
La mayoría de los presos políticos de Coronda estuvieron a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. En los años que estuvieron allí, nunca tuvieron una causa.
En 1979, todos fueron trasladados en tres vuelos consecutivos en aviones Hércules hasta Buenos Aires, a la cárcel de Caseros.
El periscopio
"En Coronda hubo un fenómeno de una gran integración política, cultural, social y afectiva entre todos los presos. Fue algo pocas veces visto en otros penales. Se produjo un estado de comunión muy grande producto de discusiones, de consensos y de voluntad política. Quizás favoreció este escenario que no hubo ningún referente de alto perfil. Éramos todos militantes medios y de base, de distintas organizaciones, no hubo ningún tipo de competencia dirigencial ni ego de esa naturaleza. Esto facilitó un gran proceso de unidad política entre los detenidos", explicó Froilán.
Fue así como conformaron "La Tripa" (de tri- partita), un acuerdo entre un sector del trotskismo, otro de Montoneros y otro del PRT, que organizaba la vida colectiva en el penal. "Esto permitió que en el marco de un proceso represivo descomunal podamos desplegar una serie de actividades y de resistencia para sobrevivir frente al intento de destrucción psíquica, física, ideológica y espiritual de la dictadura", planteó.
Mientras los guardiacárceles no estaban cerca, realizaban talleres de formación política de celda a celda. "Cada uno aportaba su granito de arena y compartía lo que sabía, dábamos clases de historia, economía, biología, hacíamos ejercicio, conversábamos, discutíamos. Nuestro objetivo ahí adentro era resistir", declaró.
"Todo esto fue posible por la construcción del periscopio. Era un pedacito de vidrio diminuto, pegado sobre una lámina de pan, ennegrecida con ceniza. Con eso lográbamos una superficie que se parecía a un espejo. Lo introducíamos en los agujeritos de la puerta y así controlábamos los movimientos del pabellón, si venía el guardia, si entraban a hace requisas o cualquier cuestión que nos amenazara", manifestó Froilán.
"Nos querían aislados y en silencio y nosotros nos comunicábamos a través de todas las formas posibles, con el código Morse, con las manos, a los gritos por la ventana, por la pileta, por el inodoro -le sacábamos el agua del sifón y hablábamos a través de la cloaca- nos pasábamos materiales escritos, remedios y cigarrillos a través de las palomas", afirmó.
"Ese nivel de organización, de grandeza y de entrega fue lo que nos permitió resistir y permanecer en estado de beligerancia las 24 horas del día y es lo que constituyó ese espíritu solidario, que hasta el día de hoy nos mantiene unidos, después de 46 años", concluyó Aguirre.
Del otro lado de la mirilla
Entre 1999 y 2003 unos 150 ex presos políticos de Coronda participaron activamente en la redacción del libro "Detrás de la mirilla. Memorias y olvidos de ex presos políticos de Coronda 1974 -1979", que fue traducido al italiano y al francés y ya va por su tercera edición.
En 2003, conformaron la Asociación Civil "El periscopio". Produjeron obras teatrales, documentales, murales, realizaron charlas en las escuelas.
En 2017, con el apoyo de abogadas y abogados militantes de la organización H.I.J.O.S de Santa Fe, y el acompañamiento de numerosos actores sociales, se constituyeron como querellantes en el juicio contra los comandantes de Gendarmería que dirigieron el Penal de Coronda durante la última dictadura.
A donde vayan los iremos a buscar
El 11 de mayo de 2018 el Tribunal Oral Federal de la ciudad condenó a Juan Ángel Domínguez a la pena de 17 años y a Adolfo Kushidonchi, a la pena de 22 años de prisión.
A través de las audiencias orales y públicas que comenzaron el 4 de diciembre de 2017, participaron más de 90 testigos, se juzgaron 39 casos de tormentos agravados y las muertes de Luis Alberto Hormaeche y Raúl Manuel San Martín.
Lucila Puyol y Guillermo Munné actuaron como abogados querellantes, patrocinando a la Asociación Civil El Periscopio.
El martes 6 de diciembre de 2022, la cárcel de Coronda fue señalizada como sitio de Memoria por la Secretaría de Derechos Humanos y el gobierno provincial . En el acto estuvieron presentes funcionarios nacionales y provinciales, junto a referentes de organismos de derechos humanos, ex presos políticos y organizaciones sindicales.