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La semana pasada ocurrió algo inédito. Por primera vez se produjo un debate al mejor estilo presidencial -aunque sin las chicanas acostumbradas- entre diez de los doce candidatos que pugnan por suceder a Ban Ki-moon al frente de la Secretaría General de la ONU. El encuentro fue organizado por el propio organismo internacional y la cadena Al Jazeera, y los postulantes respondieron preguntas de distintos diplomáticos y de los moderadores. Allí participó la canciller argentina, Susana Malcorra, propuesta por el gobierno de Mauricio Macri para ocupar el cargo.

La Secretaría General es el órgano administrativo cuyo titular ostenta la máxima representación diplomática de las Naciones Unidas. Entre sus competencias se encuentra la de convocar al Consejo de Seguridad, a la Asamblea General, al Consejo Económico y Social y a otros organismos de la ONU.

En el debate, la canciller hizo gala de sus conocimientos, su diplomacia y su carisma. Debe recordarse que se desempeñó como jefa de gabinete del actual Secretario General -al cual se sabía desde hace tiempo que quería suceder- y conoce los vericuetos de la administración de la ONU a la perfección.

La elección se definirá en octubre mediante el voto unánime de los 15 miembros del Consejo de Seguridad del organismo. Sin embargo, como sucede desde 1945, los votos con peso específico verdadero son los de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad: los Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido. Son esos cinco votos los que Malcorra persigue denodadamente desde que asumió su cargo de canciller. En apenas siete meses de gestión al frente de la diplomacia argentina, la funcionaria se entrevistó con los líderes políticos de esas cinco potencias, incluyendo una visita a Rusia -poco promocionada por los medios de comunicación argentinos- para encontrarse con Vladimir Putin, y el notable acercamiento que provocó entre los gobiernos del Reino Unido y Argentina, siempre enfrentados por el tema Malvinas.

El debate sirve para que los países que deben definir al próximo secretario general comiencen a definir sus votos.

¿Cuáles son la posibilidades reales de Malcorra?

A su favor cuenta el hecho de ser mujer en un momento en el que prima en la ONU una corriente de pensamiento que apunta a que el cargo sea ocupado -por primera vez en la historia- por una mujer. Por eso no es casual que entre los oponentes de la argentina, haya cinco mujeres. De hecho, las preferencias parecían recaer sobre la búlgara Irina Bokova, de 63 años, directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), dado que  proviene de un país de Europa del Este y sería el turno de la Unión Europea (UE) de reclamar el asiento de la Secretaría General. Independientemente del turno, la UE junto a los Estados Unidos representan más del 50 por ciento del financiamiento del organismo. Pero para Bokova se quedara con el cargo, sería necesario un acuerdo entre los Estados Unidos la UE y Rusia que parece improbable.

A Malcorra podría favorecerla el Brexit, dado que en medio del inminente divorcio entre el Reino Unido y la UE, es muy probable que el nuevo gobierno, encabezado por Theresa May, se inclinara por un candidato no europeo. El hecho de que Gran Bretaña esté gobernada ahora por una mujer,  también podría pesar desde la solidaridad de género. Pero también existe la posibilidad de que el voto británico por una candidata argentina no se produzca nunca, justamente debido a las diferencias suscitadas por Malvinas.

También puede sumar el hecho de ser latinoamericana, teniendo en cuenta que sólo un representante de la región ocupó la Secretaría General de la ONU en su historia, el peruano Javier Pérez de Cuellar. Más aún: hasta hace dos semanas, Malcorra era la única representante regional. Pero la candidatura de Christiana Figueres, exsecretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y oriunda de Costa Rica, aparece como un escollo en las aspiraciones de la canciller argentina.

Pero el obstáculo más difícil que deberá enfrentar Malcorra es un informe que revela el presunto ocultamiento de un hecho grave durante su período como jefa de gabinete de Ban Ki-moon, cuando los integrantes de los Cuerpos de Paz de la ONU enviados a la República Centroafricana abusaron sexualmente de menores. El episodio trascendió en 2014 en un reporte interno que denunciaba los abusos por parte de tropas de paz francesas y africanas. Malcorra negó su responsabilidad en repetidas ocasiones, pero el informe la persiguió hasta la Argentina. La diputada Elisa Carrió denunció la existencia de un acuerdo secreto entre el oficialismo y el Frente para la Victoria para que no se consultara a Malcorra por ese episodio durante su comparecencia ante la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados.

Pero sin dudas, la mayor fortaleza de la canciller radica en su experiencia en la ONU. Sin embargo, esta situación se contradice con la necesidad de "una ONU alejada de la burocracia" como ella misma sostiene. Además, hay otros candidatos que tienen una trayectoria notable en la ONU y que no necesariamente están identificados con la gestión de Ban Ki-moon.

Una institución en crisis

La ONU es el organismo que reúne a toda la comunidad internacional. Pero se encuentra devaluado, especialmente desde los cambios en el Sistema Político Internacional suscitados entre la caída de la Unión Soviética y el surgimiento de la era del terrorismo a partir de 2001. 

En los hechos, se trata de un organismo inequitativo. Las sanciones que impone la ONU recaen invariablemente sobre los países más débiles. La cúpula de poder del organismo la siguen ocupando desde 1945 los mismos 5 países, miembros permanentes del Concejo de Seguridad. Los Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Rusia y China mantienen el poder de vetar cualquier acción propuesta por la Asamblea General que tienda a sancionarlos a ellos o que pudiera afectar -aunque fuera tangencialmente- sus intereses o los de sus aliados más estrechos. En consecuencia, la única paz y seguridad posible es la de esos 5 países.

En los hechos, la ONU se ha convertido un organismo expectante, mero emisor de dictámenes éticos, de debates encendidos pero sin consecuencias. La sensación creciente es que, o la ONU se adecúa a los tiempos que corren en un mundo que tiene muy poco que ver con el de 1945, se renueva y se torna más inclusiva en su cúpula y más efectiva en sus sanciones, o perderá la credibilidad que le queda y, con ello, su razón de ser.

La gravedad de la crisis de la ONU radica en que no existe un foro global alternativo que reúna a las Naciones para dialogar y encontrar soluciones a los problemas mundiales. Más allá de la ONU sólo existen grupos de poder -político, económico, tecnológico, comercial, comunicacional, financiero, militar- que sólo buscan imponer su propia voluntad. Una ONU débil y declamativa, sólo es funcional a los prepotentes de siempre.

Más allá de las ambiciones personales de Susana Malcorra, quien ocupe la Secretaría General debería tener en mente un plan para aggiornar el organismo, algo que no pueden manifestar públicamente, porque sería el argumento para que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad los vetaran.

Si Malcorra pierde la pulseada en la ONU, permanecerá al frente de la Cancillería. Si gana, ya anunció que se mantendrá imparcial en los temas que atañen a la Argentina. A no ilusionarse, la ONU es un organismo burocrático absorbente y con dinámica propia. Cuando se es funcionario de la ONU prácticamente se es ciudadano de la ONU, del mundo, y allí se disuelve la pertenencia a la propia nación. Sería una torpeza esperar que por ser argentina, la máxima funcionaria de la Naciones Unidas fuera a inclinar la balanza hacia estas latitudes.