Javier Milei ratificó en Rosario que sigue ocupando toda la escena política argentina. El presidente dijo lo que quiso en el acto por los 140 años de la Bolsa de Comercio, sin mencionar una sola vez la palabra producción y sin referencias al campo y la exportación de cereales. Es como si un cardiólogo en un congreso de su especialidad no menciona ni de lejos al corazón. Precisamente, eso es lo que no tiene este gobierno incapaz de ver la economía real y el tormento innecesario al que somete a su población. Pero no hay que confundirse, el presidente hace y dice porque puede. Eso es el poder y su poder sigue residiendo en la población que lo respalda que, en estos días, los principales consultores no se ponen de acuerdo en establecer si ese respaldo va a la baja o se mantiene luego de una leve caída tras el desgaste lógico después de ocho meses de gestión.

Sin partido, sin territorio, sin Congreso -sólo con su hermana, como dice Mauricio Macri- da una pelea impensada y se para frente a los legisladores nacionales invitados al mismo ágape de la Bolsa para decirles que son unos “degenerados fiscales” por haber votado la ley de movilidad jubilatoria que el presidente vetó sin dilaciones ni dudas. Una se levantó y se fue, no soportó la diatriba. Parecía que el costo político por esa acción sería enorme, pero no es así. Macri tuvo que retroceder y el peronismo no se llevó ni una sola medalla por la decisión política que tomó. El problema es que seis de cada diez jubilados votaron por Milei y lo siguen respaldando a pesar del martirio cotidiano frente a la góndola del supermercado.

Los gruesos cordones de seguridad alrededor de la manzana de Córdoba, Corrientes, Santa Fe y Paraguay, estuvieron de más. La marcha de protesta por la visita presidencial mostró claramente en qué estado se encuentra hoy la resistencia del campo popular, y los pocos fieles babeantes que esperaban en las inmediaciones para verlo ilustraron también de manera nítida el grado de descomposición en el que se encuentra la sociedad argentina.

El gobernador Maximiliano Pullaro y el intendente de Rosario Pablo Javkin volvieron a quedar mal parados frente a la visita presidencial como aquel aciago 20 de junio donde Milei pisó por primera vez Rosario como presidente de la Nación. Hicieron sus esfuerzos discursivos para mostrar sus diferencias con el sordo gobierno libertario y hasta reclamaron a viva voz y desafiaron con resolver las cosas desde aquí sin pedir más ayuda. No se le puede pedir a Pullaro y a Javkin que hagan lo que la mayoría de la gente todavía no quiere. Ninguno tiene referencias nacionales sólidas ¿Quién defiende a estos funcionarios en Buenos Aires? Muchos gobernadores están sueltos, por su cuenta, por más pertenencia partidaria que tengan y eso se verá con mayor contundencia a la hora de los armados de cara a las elecciones del año próximo. Sálvese quien pueda.

Todo lo que falta para la política

Toda esta recesión y desempleo, más el altísimo precio en pobreza e indigencia no sacaron en ocho meses a la economía de su punto crítico. El esfuerzo es enorme y en vano y aunque los precios relativos apenas se corrigieron, no lograron acomodarse. El problema central sigue siendo el mismo que antes del cambio de gobierno, la escasez crónica de divisas para sostener la cotización del dólar.

A pesar de este desastre en la economía real, el analista jefe de la consultora Poliarquía, Alejandro Catterberg aseguró que el gobierno de Milei “no está cada vez más débil; está cada vez más fuerte”. Y asegura que desde que asumió hasta ahora, “el 80 o 90 por ciento del tiempo hablamos de los temas que el Gobierno quiere que se hable. Ha logrado el control de la calle: no hemos visto situaciones extremas de tensión social. Incluso las fuerzas políticas opositoras, movimientos sociales y sindicatos, no han podido poner en peligro el control de la calle”.

Para Catterberg, el gobierno hace todo esto sosteniéndose en una popularidad y un apoyo de más del 50 por ciento en un contexto donde la oposición está cada vez más dividida, más fragmentada y con peores niveles de aceptación social. “La principal fortaleza política del gobierno es el apoyo social”, asegura.