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Daiana Jiménez atendía el kiosco de su casa a través de una ventana enrejada para evitar algún robo al voleo que por esa zona de barrio Gráfico y, más aún cuando cae el sol, es algo recurrente. Se iba turnando con su hermana en la atención a los clientes mientras cuidaban a su hijo de un año y medio, y charlaban. Todo iba bien el viernes por la noche hasta que cayeron dos jóvenes y tocaron el timbre del kiosco.

Le pidieron fiado una vez y Daiana se negó porque ya conocía ese cuento. Se pusieron pesados, hubo una discusión pero la respuesta fue la misma. Sin dudarlo, uno de ellos sacó una pistola 9 milímetros, la pasó por entre las rejas y gatilló. La joven de 19 años murió en el piso del kiosco, entre los gritos de su hermana y la confusión de su hijito.

“Ante la negativa de darle fiado, decidió dispararle a quemarropa. Un hecho muy crudo, extremadamente crudo”, consideró el fiscal de la causa, Florentino Malaponte. La investigación cuenta con dos declaraciones clave de testigos que vieron todo el episodio desde cerca y con claridad. La luz del kiosco para alumbrar a los clientes, no dejó dudas sobre la identidad del agresor, y con nombre y apellido se le informó al fiscal.

Uno de los testigos incluso trató de correrlo peor no lo alcanzó. Poco después, la policía lo detuvo a unas siete cuadras del lugar, vestido con la misma ropa. Se trata de Jonathan B., de 26 años quien fue imputado por ser el presunto autor material del asesinato de la kioskera.

Según los primeros testimonios, el acompañante del agresor no habría intervenido en el episodio. También trascendió que el agresor tenía una condena de cinco años por dos robos calificado pero ya la había cumplido.