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"Mucha gente vino a pedirme plata para irse del barrio. Mucha otra se fue a vivir a lo de un familiar. No quieren estar acá, cansados de vivir siempre en esta situación violenta", dijo el sacerdote Juan Pablo Núñez, de la parroquia María Reina y del colegio Paulo VI, ambas instituciones en México al 1100 bis, del barrio Larrea, que en la madrugada del domingo fueron blanco de balazos disparados por traficantes de drogas que pretenden acallar sus denuncias.

El párroco describió la angustia que campea en barriada del noroeste rosarino, y que se hizo visible a partir del atentado a tiros, pero que ya alteraba la vida cotidiana de los vecinos desde tiempo atrás.

"Uno se siente muy desprotegido, no es una novedad. Las balaceras acá son habituales. Los tiroteos se escuchan constantemente. Y la policía no puede hacer mucho, porque esto es competencia federal, porque el entorno, lo que genera la venta es lo que genera inseguridad", dijo el cura en Radio Sí 98.9, en sintonía con el discurso del oficialismo provincial que pugna en Legislatura por lograr la aprobación de la desfederalización de los delitos de narcomenudeo.

"Habíamos abierto un Centro de Día y lo tuvimos que cerrar porque a los chicos los amedrentaban. Hoy para los pibes es plata fácil 'trabajar' en bunkers",  analizó.

"Esto genera mucho miedo en el barrio. Yo estoy calmo y trato de trasladar serenidad a la gente. Con esto buscan amedrentarnos y hacernos recular en lo que venimos haciendo. Hace cuatro años y medio que estoy en la parroquia María Reina y también atiendo en la escuela Paulo VI y la capilla Santa Cruz. A partir de distintas acciones que fuimos teniendo como comunidad parroquial y escolar con los episodios de inseguridad, hice llamados de teléfono a todo el mundo, pero no hubo manera de generar esa presencia policial continua. Sí se logró la semana pasada, a partir de alguna amenaza que recibí. Les pedí que por favor hubiera un móvil. Pero no estaba constantemente porque no dependía del área de seguridad de la provincia sino de fiscalía federal", abundó Núñez.

La escuela situada en México, entre José Ingenieros y Génova, fue uno de los blancos del ataque narco. Allí concurren a diario unos 1100 alumnos.

El religioso, de 37 años y oriundo de Villa Gobernador Gálvez, aclaró que su pedido fue por seguridad para los vecinos, que nunca pidió custodia personal. De cualquier modo, dijo que no tuvo respuestas fehacientes, ni en el 0800 de seguridad, ni con el llamado "buzón de la vida". Solo al interpelar a un colaborador del ministro Maximiliano Pullaro consiguió que una autoridad de la PDI, Darío Chávez, lo visitara. "Les dije que iba a pasar una desgracia, y la hubo solo que sin sangre. Ahora quiero ver qué se hace. Yo sabía que me estaba exponiendo a algo así, no lo hice con motivo de despertar esta furia. Por decisión del inspector de zona hicieron la denuncia sobre los bunkers en la zona y ahí pusieron mi nombre. Los fiscales, para activar más rápido, necesitaban un nombre en la denuncia", dijo Núñez acerca del motivo que lo dejó expuesto y en la mira de los pistoleros de un kiosco de drogas cercano. 

"Hice todo el recorrido necesario para evitar esta situación. Pedí que hagan algo, porque alguna vez le van a meter un tiro a un pibe. Ahora tengo la responsabilidad sobre la gente que tiene mucho miedo. No soy Rambo ni me hago el valiente, no es mi función. Yo soy cura. Me pusieron 'Padre Machete' porque hace cuatro años tuve que salir con un palo y un machete, pero no puede ser, esto no es una broma. Viene la gente y me cuenta que no pueden pasar por esa vereda, que la asaltaron, que le empujaron al nene y le dijeron "pendejo tomatela de acá", contó.