Mataron a un enemigo y también a una vecina ajena al hecho: 25 años de cárcel
Ocurrió en 2022, en barrio Molino Blanco: dos hombres emboscaron a otro y lo ejecutaron a tiros. Pero en el ataque también murió acribillada Graciela Carrizo, una conocida vecina de la zona que tomaba mate con sus nietas en la plazoleta. La sentencia, 25 años de prisión para cada uno.
Dos hombres resultaron condenados este martes a 25 años de cárcel como autores de dos asesinatos cometidos hace dos años y medio en el extremo sur de Rosario, en circunstancias que estremecieron a la ciudad que por ese entonces registraba un índice superlativo de homicidios y violencia urbana.
Fue el homicidio premeditado de Jonatan Schneider, de 31 años, y el homicidio involuntario de Graciela Carrizo, de 58 años, que estaba más allá en la plazoleta del barrio Molino Blanco que hoy lleva su nombre, frente a su casa. Siempre se cruzaba a matear en la placita que ella misma había conseguido que la Municipalidad hiciera en ese triangulito de terreno junto a la Circunvalación. Estaba con sus nietas, a quienes alcanzó a poner a salvo apenas empezó a escuchar los 17 balazos que buscaron y encontraron el cuerpo de Schneider, a quien ella ni conocía. Pero al cubrir a las niñas, ella también fue alcanzada por un disparo letal de estos dos sicarios hoy condenados en el Centro de Justicia Penal de Rosario.
Fue el desenlace de un juicio oral impulsado por el fiscal Lisandro Artacho ante el tribunal compuesto por Gonzalo Fernández Bussy, Ismael Manfrin y Mariano Aliau.
Los autores del doble crimen son Miguel López (35 años) y Diego Aguirre (27). Los cargos remiten a “homicidio agravado por el uso de arma de fuego -dos hechos-, en concurso real con portación ilegítima de arma de fuego de guerra, en grado consumado”: 25 años de prisión para cada uno. El hecho se remonta a las 3 y media de la tarde del 4 de setiembre de 2022, en la última calle del sur rosarino, Juan Pablo II, entre Bermúdez y pasaje 544, barranca abajo de Circunvalación, a metros del arroyo Saladillo y el puente sobre Ayacucho hacia Villa Gobernador Gálvez.
El fiscal probó que López y Aguirre, cada uno con una pistola, emboscaron a Schneider, con quien tenían una enemistad de arrastre. Este transitaba junto con otro hombre en bicicleta por Bermúdez y Juan Pablo II. Los pistoleros los dejaron pasar y sin previo aviso abrieron fuego contra Schneider, quien trató de escapar a la carrera en dirección hacia la plazoleta donde estaban niños y grandes, vecinos del barrio. El forense contó 15 orificios de bala en el cuerpo de la víctima.
Pero algunos metros más atrás, en los bancos de la plazoleta, Graciela Carrizo quedó en la línea de los disparos. Algunos de los tiros le acertaron en la cabeza cuando intentaba guarecerse y luego de haber cubierto a sus nietos. En el mismo solar había, además, otros niños jugando por lo que el saldo podría haber sido aún más luctuoso de lo que fue.
Graciela Carrizo era una vecina reconocida en su barrio y también en Tablada. Trabajaba en el Centro Cultural Unión Sur, y organizaba un merendero en el mismo barrio.
El fiscal Artacho se declaró satisfecho por el veredicto del tribunal. Basó su acusación en numerosos testigos presenciales del crimen que derribaron la posición de los acusados, quienes se habían declarado inocentes.
“Siento un poquito de alivio porque nada nos quita el dolor de no tenerla. Pero ahora tenemos un poco de paz sabiendo que ellos cumplirán su condena, y espero que la cumplan”, suspiró al final Cristina Carrizo, hermana de Graciela en diálogo con el periodista Rodrigo Miró. “Ella estaba tomando mate con sus nietas, pasaron cuatro, se enfrentaron y uno corrió para la plaza donde había mucha gente, chicos, y ahí pasó lo que pasó. Graciela era una persona querible por todo el mundo, divertida, graciosa, hacía de todo por sus hijos y nietos, querida por todo el barrio. No merecía un final así”, dijo.