Mundo Aparte, un hospital de animales silvestres único en la provincia
El refugio, ubicado en barrio Casiano Casas, se dedica desde hace 21 años a acoger animales salvajes que hayan sido víctimas de caza, tráfico o mascotismo. Cuenta también con unas 50 especies de árboles exóticos y autóctonos. Es un centro de rehabilitación, “entre el hospital y el geriátrico, pero para las otras razas”. En esta crónica, un acercamiento a sus ciervos, pumas, carpinchos, aguiluchos y tigres.
“Una parcela verde, serena y fresca que se ofrece como ventana hacia la naturaleza en plena ciudad, un mundo dentro de otro mundo, con el sueño de que un día todos los recintos se encuentren vacíos, que ningún animal necesite su ayuda, y para eso, hay que cambiar la sociedad”, anuncia una voz en off en un micro documental de Mundo Aparte colgado en Youtube.
En el barrio Casiano Casas, al fondo del noroeste rosarino y frente a tierras descampadas, se encuentra un refugio frondoso para los animales salvajes, sean nativos o exóticos, donde guarecerse después de haber sido hallados domesticados, heridos con gomera o rifle, o vendidos al mejor postor, siempre enfermos. Mundo Aparte es un predio de interpretación ecológica dedicado a recuperarlos y rehabilitar a estos seres, así como también a especies nativas de plantas, donde lo más importante es el respeto a la vida del otro.
Mundo Aparte nació como organización en los años '90. Cuando el ex Zoológico de Rosario cerró, el 31 de diciembre de 1997, la organización empezó a crecer por pura necesidad. Y desde 2001 el predio ubicado en calle Sorrento es sede de historias de animales supervivientes al daño humano que sorprenden cada año en medios locales.
Los motores de este refugio animal único en toda la provincia son personas voluntarias: estudiantes de veterinaria, veterinarios especializados en animales salvajes, amantes de estos peludos. Todos lo hacen a pulmón. El lugar se sostiene con múltiples donantes anónimos, subsidios y donaciones de viandas constantes (ver apartado), ya que sostener a los animales con comida y medicaciones es una tarea ardua, casi tanto como la recuperación de cada uno de sus habitantes de cuatro patas o plumíferos. En cada visita que realiza, se busca una percepción diferente de la realidad, basada en la sensibilidad y la compasión. Por eso los pilares que se erigen en la casita al comienzo del recorrido, que exhiben columnas de madera tallada a mano, son las palabras amor y respeto.
El concepto de refugio se percibe más allá del rescate y la cura de los animales. Con 40 grados en el pavimento, apenas atravesado el portón verde de ingreso, la sensación es de aire puro y clima fresco bajo las tupidas sombras de los árboles. El ser humano también se siente en casa, en una casa poco habitual, la más cercana a la tierra.
“¿Hasta qué animal llega mi empatía? Todos, absolutamente todos los animales son seres sintientes y merecen nuestro respeto”, interpela el video de esta organización que a su vez razona: “Sabemos que no podemos cambiar el pasado de los animales que llegan al predio, pero sí podemos intentar repararlo ofreciéndoles un presente y un futuro con tranquilidad, empatía, silencio y dignidad”. Parafraseando a la periodista y escritora Rosario Spina, en Mundo Aparte se aprende vivenciando algo que no se puede aprender razonando, “códigos de comunicación, unicidad de los seres vivos” que sólo otorga la propia percepción del que visita y pone atención.
Cada año, Mundo Aparte es visitado por cientos de estudiantes de primario y secundario, así como contingentes de personas y organizaciones. Rosarioplus.com dio una vuelta por este bosque urbano para la hospitalidad con la animalada salvaje, con la venia de uno de sus voluntarios, Franco Peruggino, quien relató en torno a esta tarea clave y silenciosa que se realiza con rutina y constancia cada día los 365 días del año.
Monos, carpinchos y pumas en esta ventana natural en la ciudad
La visita guiada comienza junto a una escultura llena de jaulas pequeñas flotando en las ramas de un árbol. Se trata de jaulas que fueron decomisadas al tráfico de aves. Los animales se recuperaron y liberaron, las jaulas vacías, en vez de ser destruidas, se muestran. La obra invita a ponerse en el lugar de otro, sea un ave que quedó encerrada o cualquier animal silvestre. La escultura se llama “Imagina”, y fue hecha por María Esther Beba Linaro, creadora y promotora de Mundo Aparte.
El refugio Mundo Aparte tiene tres sectores: el doméstico donde se organizan las viandas y medicaciones, con baños y proveeduría. Luego está el sector de las parcelas con todos los animales rescatados. Y por último la laguna con la cuarentena y el predio de pre-suelta, una especie de mini oasis con lagunita, arbustos y tierra profunda, donde ya los animales no ven más seres humanos para acostumbrarse nuevamente a la naturaleza, antes de ser devueltos a un hábitat correspondiente a su especie.
Durante el recorrido, dos aguiluchos taguatós que ya habían sido liberados persiguieron a Franco Peruggino, reclamándole sustento a los gritos locos. “Ellos dos recuperaron su vida silvestre hace unos meses, y vuelven cuando no tienen ganas de ponerse a cazar porque saben que les pongo carne en el árbol. Ahora les traigo chicos, esperen, ahora les traigo”, dijo el voluntario entre risas.
Lo primero en aparecer en sus parcelas fueron los caranchos, que demostraban su soltura con graznidos, y doblando la cabeza hacia atrás de una forma contorsionista impresionante. “Hacen eso como desafío a ustedes”, dijo Franco. Ninguno de ellos podrá volver a vivir en la naturaleza porque fueron mutilados de una forma u otra, en sus garras, ojos, picos, y son un animal rapaz que necesita tener todo eso.
La prioridad es la recuperación de cada animal. Se analizan las físicas y conductuales para volver a su hábitat a cumplir su rol natural, pero hay veces que la rehabilitación no es suficiente porque no se pueden defender por sus propios medios. “Hay veces que por más recuperación, el animal rescatado no podría sobrevivir en libertad. En esos casos, permanecen en Mundo Aparte transcurriendo una vida digna, con su dieta balanceada, cuidados del maltrato, la exhibición y el lucro”, aseveró el joven cuidador.
Entre los varios carpinchos que habitan este hábitat artificial, Carmelo fue el primero en venir a saludar. Se acercó a mirar a las visitas y se zambulló en una bañerita llena de agua. Después se contorneaba en una clara demostración de juego, apoyó las patas delanteras en el borde, y luego su cara. Esa pileta es la más pequeña, ya que tiene otra bastante más grande, que se une al agua de un pantano más al fondo, un paraíso terrenal para esa familia de roedores litoraleños. “Carmelo llegó con un kilo, recién nacido, y sobrevivió a base de constancia con mamadera muchas veces al día. En enero cumple un año, ya con 25 kilos, es todo un campeón”, aseguró el voluntario.
Aunque son muy sociables, y la gente tiene fanatismo con los carpinchos, estos siguen siendo animales no domésticos. “Algunos crean un vínculo fuerte por darles mamadera. Cuando los criás artificialmente, hay muchos animales que es difícil que se puedan liberar. La semana pasada llegó uno y falleció el mismo día, lo habían comprado en Marketplace”, remarcó con indignación.
Las visitas escolares trabajan con tres ejes principales: que los animales silvestres no pueden ser mascota -algo que se repite en muchos loros, monitos, zorros, pumas, y la gente les da cualquier comida o bebida en su casa-; que la gomera no es un juguete, desmitificar la idea de que es una diversión, porque lamentablemente muchos chicos siguen matando pájaros con gomera; y por último, que la caza no es un deporte.
La tarde caía agotadora bajo el sol, y los dos pumas Inti y Catriel, ambos muy mansos dormían echados la siesta, y de costado Inti hacía su ritual de bañado con lengua como buen felino. Frente a su recinto Franco expresó: “Hay una misión del hombre por conquistar áreas naturales para transformarlas en productivas que terminan con los hábitat de estos animales. Entonces los vecinos ven aparecer ciervos o pumas en zonas cercanas”.
Al aparecer animales silvestres en campos privados, muchas veces los aniquilan porque se comen algún animal de su ganadería, pero “el puma no quiere comerse una oveja, es un animal de 40 kilos y para comerla hace mucho esfuerzo. Si lo hace es porque perdió el monte donde comía vizcachas y ahora en ese monte hay soja. No va a comer soja”.
Al costado aparecieron haciendo estruendos Uriel y Nini. Dos monos ahuyadores o Carayá, ágiles que cuelgan y se contorsionan, y miran curiosos a las visitas. El chillido de Uriel es grave e intimida, pero es un animal folívoro, solo come hojas. Él es negro de panza clarita, y ella es rubia y más pequeña, que repite cada acción que hace su amigo líder. Carayá en guaraní significa jefes del bosque, y la raza es del norte de Santa Fe y de otras provincias. “Es el mamífero más traficado en el país. Para traficarlos, se mata a la madre y se venden las crías del tamaño de la palma de una mano. Pero al crecer estos monos, es insostenible tenerlos en una casa, no son domesticables: crecen y cuando no los controlan, ahí nos los traen”, destacó el voluntario.
Dos gatos monteses pequeños, uno negro melánico (opuesto al albinismo) y uno de pelaje pardo de manchitas se acercaron curiosos. “El montés es el animal de más éxito para liberar, el año pasado fueron liberados ocho de ellos”, destacó Peruggino, quien aclaró que son parecidos al gato “pero el hocico es más ancho, tienen orejas más redondas y son agresivos si te acercás”. El negrito estaba agazapado a la tierra fresca por el calor, mientras que el otro iba y venía curioso con el carpincho que está al lado, Capi, una hembra que fue rescatada de una casa de familia.
“Capi está muy acostumbrada a la gente, vino de adulta, le gusta que le rasquen la panza, y es un caso difícil que pueda volver a la vida silvestre. Cuando llegó tenía una alergia en la piel que no podía ingresar al agua, y le hicimos un tratamiento. En la casa donde vivió le daban Coca Cola, y si escucha el sonido de una botella de plástico viene corriendo”, relató el cuidador que oficiaba de guía.
Los que no aparecieron fueron los zorritos, guarecidos frescos en sus madrigueras. “El mes pasado nos llamaron de un country enojados que tienen cantidad de zorros, y nos reclamaron que los vayamos a buscar. Yo les respondí que ellos estaban ahí antes que ustedes. Si no se plantara soja en todos lados, podrían irse a algún monte”, aseveró.
“¿Y acá no hay nadie? Te vinieron a conocer. Hola Martín, pensé que no estabas”, dijo Franco frente a una parcela llena de juegos coloridos. Un ruido agudo de alegría se desesperó y salió el mono capuchino de su casita a saludar. “Martín debe ser el que más disfruta las visitas. Ama a las personas, te imitan”. Martín antes de su rescate era una mascota en una jaula de tamaño y forma de un tonel de vino chico con caño oxidado.
El capuchino “es una especie sumamente evolucionada que necesita estímulos para no estresarse porque cuanto más inteligentes son más estresante es el cautiverio para ellos. En la naturaleza se relacionan con otros, buscan comidas, siempre tienen cosas que hacer. Entonces le ponemos un ábaco, un auto, cosas para pintar para entretenerse cada semana”, relató. Martín se puso a abrir una semilla que cayó del árbol mientras se sostenía una rodilla con la otra mano. Después se puso a elongar hacia atrás como un gato.
Cada voluntario se ocupa de un animal, de su hábitat y del enriquecimiento ambiental para mantenerlos estimulados, y lo de Martin es lo más llamativo por ser más inteligente, tiene juegos de un niño de preescolar. “Tardan años en entrar en confianza y por eso siempre tiene que ser el mismo voluntario y el mismo día de semana, se generan rutinas para que tengan una mejor calidad de vida”.
Lo más parecido a un zorrito que apareció es el aguará, de nombre Popé, que salió de su refugio a mirar a las visitas que interrumpieron su siesta. Es un animal de las islas con un pelaje de pintitas grises, negros y blancos. Es una especie de mapache que en la isla le dicen osito lavador porque al alimentarse en las lagunas, busca cangrejos o caracoles en el agua, y pareciera que los está lavando. Cuando Popé llegó, fue entregado en una caja muy enfermo. Cuando llegan por entrega voluntaria es porque se enfermaron o a partir de un accidente en la casa”. Cada vez que llega un animal nuevo viene un veterinario especializado en esa especie, y según el problema que tenga, si es de piel o dental.
En el fondo y detrás de un enrejado con lonas que tapan la vista, corría Paraná, un ciervo axis bellísimo con cuernos que aún no se acostumbra a las visitas. “Llegó hace muy poquito y cualquier ser humano lo asusta. Paraná y el tigre son los únicos animales exóticos actualmente en Mundo Aparte.
En una cadencia de movimientos sensuales y sutiles caminaba Prince en el último de los recintos. El tigre de bengala que llegó junto a la leona rescatados de una residencia en Maggiolo. Tiene una pileta adelante y otra detrás, y mucho espacio de pastizales porque necesita caminar mucho. Es un animal de nieve y sufre demasiado el calor, por lo que a veces prefiere quedarse en la pileta a su almuerzo diario. Vino en un carro de circo de 2x4 metros.
Los animales tienen dietas balanceadas por una nutricionista de animales silvestres que viene a hacer controles y hace un seguimiento virtual de cada uno. Comen frutas, verduras, semillas, y los carnívoros todo tipo de carnes.
El origen de este mundo fue en el Zoológico de Rosario
Mundo Aparte surge como respuesta al abrupto cierre del Zoológico de Rosario del parque Independencia. Este cerró en 1997 por el alto costo de mantenimiento para el Municipio, el cambio de era que veía con malos ojos el encierro de animales, y también por la especulación del valor inmobiliario, ya que se emplazaba dentro del parque Independencia, donde luego se emplazó y funciona hasta hoy la Ciudad de los Niños.
Beba Linaro fue la última directora del Zoológico, desde 1990 a su cierre. Ella tenía ideas revolucionarias de mejorar las condiciones de vida de los animales, soltar a los que estaban bien, controlar la cantidad de visitas. El intendente era Hermes Binner, y decidió cerrarlo de un día para el otro.
Eran 897 animales en el zoo, entre mamíferos y reptiles. En 2001 ganó el juicio. Los últimos eran 14 y cuando Beba los buscó ese año ya quedaron 8. Tres pumas, dos monos, un jabalí y una mona araña (carayá). Los trasladó al predio cedido por el Estado Nacional a la ONG, era parte del ferrocarril. Ese predio se utilizó para crear El jardín de los niños.
Pensamos que el cierre es para quitarse de encima un costo enorme en alimentación, y también se recupera espacios claves urbanísticamente, que el de acá como el de Palermo, el de Córdoba.. Usan la excusa de que van a cerrar porque está prohibido el cautiverio de animales, pero quieren recuperar los espacios para otros proyectos.
El asunto es que a los animales de zoológico no les queda opciones de vida silvestre. Beba se opuso al cierre del zoológico, fue despedida. Los animales se fueron regalando a otros zoológicos, coleccionistas, privados, se devolvieron los leones a circos (que en ese momento todavía había), los ciervos se donaron para cotos de caza. Un desastre. Beba denunció todo esto y el Concejo declaró a los animales del zoológico Patrimonio vivo de la ciudad, y así se frenaron las donaciones de los animales a cualquier lado.
No pudiendo sacarlos de la ciudad, los animales fueron llevados a un ex basural en avenida Las Palmeras y Uriburu, donde ahora es el IMUSA 2. Ahí murieron casi todos los animales.
Había pumas, ositos meleros, monos carayá, y no mucho más. La última viva fue la monita Isondú, una carayá, de aquel viejo Zoológico de Rosario, murió en 2020 de viejita. La única viva que nos queda es Beba, y es gracias a su lucha que este lugar nació y resiste crisis, ecocidios, pandemia, con el mismo compromiso y pasión que entonces.
No hay que cerrar los zoológicos, hay que transformarlos en reservas, para que esos animales no mueran con el cierre, como ocurrió en Rosario con más de 700 animales. Beba: “Me opuse fehacientemente al cierre del zoológico y el traslado de los animales. Ningún zoológico les va a dar una vida mejor. Nadie pensó, ni nosotros, que íbamos a permanecer con este servicio que hacemos sobre la fauna silvestre”.
En Mundo Aparte se puede ser parte
Como se mencionaba anteriormente, el trabajo de todos en este predio es voluntario, y para sostener la habitabilidad de su flora y su fauna, se requiere mucho dinero en mantenimiento, medicaciones y comida.
Además de algún subsidio, Mundo Aparte depende de la colaboración de decenas de ciudadanos anónimos, a quienes denominan “socios” que mensualmente donan un monto de dinero a criterio y voluntad, que se debita, puede ser de débito o crédito. “No hay un mínimo, y la cuota la decide cada voluntario, y se puede dar de baja en cualquier momento, y los socios en agradecimiento pueden ingresar sin abonar el costo de la entrada”, aclaró Peruggino.
Interesados pueden escribir a las redes sociales de Mundo Aparte, de Facebook e Instagram. Para realizar visitas guiadas grupales, estas son un domingo al mes, y las escolares son semanales, que se volverán a dar desde abril de 2023.
Qué hacer con un dato sobre tráfico, mascotización o caza de animales salvajes
Un animal ingresa en mundo aparte de dos formas posibles, por entrega voluntaria de una persona o familia que lo encontró y lo mascotizó, ó fue a partir de una denuncia en alguno de los canales mencionados. La denuncia es investigada por la Fiscalía de Flagrancia, la cual pide intervención a fuerzas públicas y guardafaunas para que busquen y trasladen los animales.
Una vez que ingresan en Mundo Aparte, los animales son revisados por veterinarios especializados, que realizan su diagnóstico y comienza su tratamiento de recuperación, que lleva meses o años, y según la raza y el nivel de recuperación, volverán a su vida silvestre.
Si alguien tiene conocimiento de tráfico de animales, sea cotorras, tortugas, monos, se recomienda llamar a la Subdirección General de Ecología al 0342-457 9202, la Dirección General de Flora, Fauna y Ecología al 0342- 4579210, a la Policía Ecológica al 0341 – 472 9532, en todos los Centros Territoriales de Denuncia, ó a Defensa Civil al 103 en Rosario.