El distrito noroeste –donde se encuentran, por mencionar algunos ejemplos, el Mercado de Concentración, el Autódromo, el Estadio Mundialista de Hockey, Nuevo Alberdi y el Bosque de los Constituyentes– fue el que más creció en la ciudad en los últimos 13 años, a excepción del centro. No solo se incrementó en cantidad de vecinos, muchos de ellos con alto poder adquisitivo instalados en selectos barrios abiertos y cerrados: también fue el que consiguió más presupuesto en obra pública municipal.

El boom inmobiliario expuso este fenómeno: en algunos sectores del distrito el precio de las propiedades aumentó hasta cinco veces. Sin embargo, otras zonas son accesibles a las clases medias y hay lugares habitados por familias humildes. El contraste entre habitantes es notable, lo que deriva en una falta de integración entre vecinos.

Estas fueron sólo algunas de las conclusiones de una investigación de pos doctorado que realizó la arquitecta Cintia Barenboim entre 2003 y 2014, y que ahora fue publicado en formato de libro de descarga online gratuita (UNR Editora), titulado Proceso de segregación socioespacial y revalorización inmobiliaria. El caso de Rosario, Argentina.

Esta investigación fue consecuencia de un trabajo previo que Barenboim realizó para su doctorado, donde puso la lupa en el desarrollo de todos los distritos periféricos: allí descubrió que fue el Noroeste el que más rápidamente creció, “y sin dudas es el que mayor poder adquisitivo tiene”, remarca.

En tan sólo diez años, desde 2003 hasta 2012, el crecimiento exponencial de desarrollo urbano en la región noroeste de Rosario fue impactante: devino de una masiva mudanza de familias de las clases más acomodadas de Rosario, que cansadas del centro y el ruido, buscaron zonas calmas, espacios verdes y la orilla del arroyo Ludueña como valor agregado al paisaje, así como mayor seguridad y capital simbólico (codearse con determinada comunidad de elite). Según el sitio web de la Municipalidad de Rosario, ya son más de 170 mil los vecinos que habitan este área.

Barenboim recabó información del Indec y consultoras, y además realizó entrevistas a funcionarios, vecinos e integrantes de las cámaras inmobiliarias y al coordibador de Desarrollo Urbano del Distrito Noroeste Gabriel Aguirre. Se preocupó por relevar precios publicados en los avisos clasificados y analizó normativas municipales.

En este marco, advirtió que se trata del distrito con mayor porcentaje de habitantes con alto poder adquisitivo: “Más del 42 por ciento son de clase alta, 30 de clase media-alta, 20 de clase media, 20 de clase media-baja y sólo 5 por ciento de clase baja”.

Además de inversiones públicas, el Noroeste rosarino fue donde más invirtieron sectores privados para crear ocho barrios cerrados (de los nueve en toda la ciudad) y otros nueve barrios abiertos. Los habitantes de countries conviven, sin embargo, con sectores muy humildes como 7 de Septiembre y Nuevo Alberdi. En zonas, no hay servicios estructurales. Incluso, un sector del conocido barrio Fisherton continúa sin cloacas.

La arquitecta resaltó que “es el sector privado inmobiliario el impulsor de este crecimiento", pero aclaró que se trata de un fenómeno que se repite. "Desarrolladores generan presión con sus propuestas de construcción, y los funcionarios responden a sus demandas. El crecimiento urbano de este área no fue producto exclusivo de la libre relación entre la oferta y la demanda del mercado sino que el Estado local promovió dichos sectores, y lo mismo ocurrió con el barrio Puerto Norte”, resumió.

Además de las construcciones privadas, en paralelo se impulsó el mejoramiento de muchas plazas, algunas públicas y otras privadas, y el desarrollo de dos parques habitacionales, el Jorge Newbery y el Ludueña. "Por lo que la ciudad algo gana: la mejora de infraestructura básica de cableado de luz, cloacas y gas, así como la cancha de municipal mundialista de Hockey, la mejora del arroyo y del Bosque de los Constituyentes”, analizó.

Hacia el oeste se encuentran las nuevas urbanizaciones (barrios abiertos, cerrados y pequeños condominios) mientras que en el resto del distrito hay construcciones tradicionales, que fueron ocupando lentamente lote a lote, algunos conjuntos de vivienda pública y asentamientos irregulares.

La segregación de estos nuevos vecinos quebrantó la integración con los antiguos pobladores de la zona, y en general "los inversores inmobiliarios son locales y tienen las propiedades para uso personal, renta o venta".

 

Según analizó la arquitecta, la política territorial de infraestructura del Estado municipal falló, ya que no acompañó en velocidad la creación de tantos barrios abiertos y cerrados, los que por ser una inversión privada crearon sus propias redes de servicios y cloacas

La investigadora del Conicet grafica el crecimiento demográfico rosarino como si fuera un cono: "Con el vértice en Puerto Norte y el centro, hay una mayor concentración de los grupos de elite,  creciendo en Pichincha y Echesortu hacia el noroeste de la periferia, continuando hacia el área metropolitana".

La conectividad, una falta que evidencia la segregación

En el barrio 7 de Septiembre los colectivos dejaron de ingresar para evitar situaciones de inseguridad. Ese barrio tiene una de las mayores tasa de asesinatos de la ciudad. Pero no se trata sólo de que el transporte urbano no llega a todos lados.

Otro fenómeno que la mayoría de los barrios del noroeste padece: la paulatina creación de barrios cerrados generó problemas de conectividad, con muros, barreras y límites al paso de vehículos y transeúntes, lo que cambió mucho la fisonomía de algunos de los barrios de este distrito.

Algunos bloqueos de accesos, por el tamaño de los predios, comprenden cuatro o cinco cuadras, que perjudican la conectividad, la recolección de basura, así como el acceso del transporte público.

Estas barreras fueron también creando una autosegregación de los sectores de elite, quienes no generan vínculos ni hacen compras en sus barrios que rodean al country, sino que eligen viajar hasta el centro rosarino, algún supermercado o ir al shopping cercano a aeropuerto.

Además, comenzaron a imponerse los códigos que tienen los barrios cerrados, que tienen control de visitas en el ingreso, y si bien se generaron fuentes de trabajo para el barrio (lo cual es positivo) quedó diferenciado el nivel de vida, porque algunos habitantes de countries obligan a sus empleados a vestirse de manera particular. "Se aplicaron los usos de vestimenta como antaño en predios de terratenientes o como en novelas de ricos. Es algo que está fuera de época, y que genera mucho resentimiento”, analizó Barenboim. Entre clases altas sí hay un fuerte colectivismo: "Van todos los chicos a la misma escuela y al mismo club, no salen de ese circuito, desconfiando de las demás clases".

Otro suceso fue que, por su propia normativa los barrios privados no pueden tener cerca centros comerciales, y eso generó que el alto crecimiento demográfico no haya producido a la par un crecimiento de empresas o comercios. Las empresas e industrias se encuentran sólo en derredor del Mercado de Concentración, y el único corredor con negocios es el de calle Córdoba en Fisherton. Sí creció a la par de la población la cantidad de escuelas, espacios recreativos y culturales y clubes.

Las materias pendientes para el distrito

El noroeste rosarino es un lugar de grandes transformaciones urbanas y gran valorización inmobiliaria, donde se impregna el mayor contraste social con el resto de la ciudad. Cabe destacar que entre las observaciones positivas, la investigadora destacó su sistema de salud, educación, deporte y cultura, con una alta cobertura.

A pesar de que el distrito ha sido el mayor beneficiario del municipio, presenta algunas deficiencias: la inseguridad, la falta de infraestructura (cloacas, agua potables, gas, pavimentación de calles) y los espacios públicos son muchos y de grandes dimensiones pero falta su jerarquización. La experta sostiene que si se mejoraran estos espacios comunes para todos los sectores sociales, la propia diversidad social de sus barrios generaría beneficios de vivir en comunidad.