Daniel Lizzi, el médico que trabaja de adecuar el cuerpo a la verdadera identidad de género
En Rosario la primera intervención se hizo en 2014 y Lizzi fue uno de los profesionales que participó bajo la supervisión del reconocido cirujano chileno Guillermo Mac Millan. La práctica es reconocida por todas las obras sociales desde 2012, con la sanción de la Ley de Identidad de Género, de la cual se cumplen 10 años.
“Doctor, yo no quiero morirme así porque no es lo que yo soy, no es como me siento”, le dijo una paciente de 67 años a Daniel Lizzi. La mujer era una sobreviviente: de la dictadura, de la ilegalidad, de la policía, de los estigmas. De todo sólo por haberse identificado con otro género y sexo. Ella nació varón pero sentía y deseaba mujer. Después de zafar de los palos y la tortura, de la discriminación y el ninguneo del sistema médico, a la paciente le quedaba un deseo: readecuar su cuerpo al género que se percibe. “El que no está en esto no entiende lo que este cambio significa para estas chicas”, trata de explicar Lizzi, el primer urólogo que hizo en Rosario la cirugía de cambio de género una vez sancionada la Ley 26.743 - de Identidad de Género y Salud Integral -, que este lunes cumple 10 años.
Daniel Lizzi tiene 49 y habla con paciencia y claridad. Durante más de 40 minutos, dialoga con RosarioPlus.com usando una terminología que no es la científica y se nota que fue aprendiendo con los años. Habla de personas trans y personas cis; habla de identidad y deseo; de transformación, de sexualidad. También, sí, habla desde la urología y la cirugía con respeto y sin morbo. No hay sangre en su relato. Lizzi fue el primer médico rosarino en hacer una cirugía de readecuación de género en Rosario. Fue en 2014, en el Hospital Centenario y bajo la Ley de Identidad de Género y Salud Integral. Ya lleva realizadas 75 operaciones, en la salud privada y en la pública, a pacientes que viajaron desde Santa Cruz, Neuquén, Mendoza, Tucumán, Córdoba, Chacho, Entre Ríos, Buenos Aires y el interior de Santa Fe para atenderse con él.
Carisma, empatía y el deseo de ayudar
“Todas las chicas tienen una historia particular y especial de vida. Y la parte de adecuación genital es la última etapa de su transformación”, explica Lizzi. Esas historias a las que hace mención fueron parte de las razones que tuvo para dedicarse a esto. “Yo hago consultorio en el Hospital Roque Sáenz Peña y justo coincidía que en el consultorio de al lado estaba el infectólogo que recibía a muchas chicas y chicos trans. Y aprovechaban y venían a preguntarme si en algún momento se iban a hacer estas cirugías en Rosario o si a mi me interesaba aprender para que ellas puedan operarse”, recuerda el médico. “En Buenos Aires habían empezado hacía poco, había un doctor en La Plata, y nada más. Entonces comencé, un poco llevado por el interés propio, más la inquietud de estas chicas mayormente trans, y mi intención también de darles una mano”.
En septiembre de 2014, Lizzi fue convocado por el doctor Lelio Zeno, jefe de cátedra y profesor de la Cátedra de Urología del Hospital del Centenario, para acompañar al referente Guillermo Mac Millan - urólogo chileno - en una cirugía de adecuación de género. “Así que junto a él operamos las dos primeras chicas en el hospital Centenario. Las dos anduvieron fantásticas, al día de hoy están perfectas. Y a partir de ahí, por invitación de Mac Millan, empecé a viajar a Valparaíso, Chile, con apoyo de la Municipalidad. Viajaba para allá hasta que después de casi 14 o 15 cirugías que hice con él, me largué a operar acá”, relata el médico rosarino.
Lizzi trabaja en conjunto, tanto en la salud pública como la privada, con el doctor Emanuel Manavella, con quien conforma la primera unidad trans del interior del país. “Es un equipo de trabajo, hoy las individualidades no sirven. Acá, en Rosario, estamos dentro de las instituciones él como cirujano plástico, yo como urólogo, ambos en la parte de lo que es cirugía reconstructiva genital”, explica. Las cirugías que contempla la ley no sólo necesitan urólogos o cirujanos. El equipo también implica el trabajo de kinesiología, fonoaudiología, sexología, psicología, entre otras disciplinas. No hay forma que su trabajo no sea así. Tampoco sin empatía. "Esta especialización es también la posibilidad de ayudar a otro. La medicina es eso, ¿no? El médico te ayuda y te trata clínicamente. Muchos pacientes, y sobre todo esta población, viene por las dos cosas. Vos podés ser el mejor cirujano, el mejor artista dibujando genitales con el bisturí, pero si vos no tenés empatía y carisma con quién se te siente adelante, no vas a tener llegada".
Una que ley que salva y mejora la vida
La Ley de Identidad de Género y Salud Integral no es sólo la ley que permite cambiar el nombre del documento nacional de identidad. Reconoce que la identidad es más que el nombre y eso incluye la corporalidad. Así, todo tratamiento médico que implique adecuarse al género está incluido en el Programa Médico Obligatorio, lo que garantiza una cobertura de las prácticas en todo el sistema de salud, tanto público como privado, tengas o no obra social o cobertura médica prepaga.
Antes de la ley, cualquier operación segura tenía un costo elevadísimo para cualquier persona y más todavía para una población que sobrevivía - y sobrevive - en los márgenes: sin acceso al trabajo formal, a la escuela, a los hospitales. Las chicas viajaban a Europa a trabajar, sobre todo, en la prostitución y con esos dólares se operaban de a poco. Las que no tenían los recursos para hacerlo accedían a cirugías baratas y clandestinas. No se sabe cuántas quedaron en el camino por inyectarse aceite de avión en glúteos o lolas, por ejemplo.
“No había obra social que las cubra. Así vos tengas la mejor cobertura, el mejor plan, nada de esto era autorizado, cosa que a partir de la sanción de la ley están obligados a cumplir. Y eso es lo que más nos facilita a nosotros poder hacer que estas chicas o chicos tengan acceso a las operaciones”, señala Lizzi. “Cada vez son más las obras sociales que tienen como afiliadas a chicas o chicos trans. Y entonces es cada vez más frecuente el pedido de estas cirugías. Eso hace que las obras sociales ya no den tantas vueltas. Inicialmente todas, todas, desde cualquier obra social privada hasta Iapos, dificultaban las autorizaciones. Las chicas tenían que asistir o auxiliarse en la vía judicial, ya sea por abogado particular o Defensoría del Pueblo, para interponer un recurso de amparo para que la obra social le autorice la cirugía que le corresponde por ley”.
Para Lizzi, el año 2012 fue un año de quiebre. La ley fue una forma de posibilitar el acceso a operaciones que no eran ilegales pero sí inaccesibles y que muchas se realizaban en la clandestinidad. “Muchas chicas se arruinaron la vida y muchas murieron en el intento. Después que se sanciona la ley, todo esto se blanquea, se legaliza y todas estas chicas o chicos pueden tener acceso universal a cualquier tipo de modificación de su cuerpo para identificarlo a su identidad, a su verdadero sentir”, destaca el urólogo. Para él, la ley “sirve, más allá de la cobertura económica”. “Lo que se ve es que hoy por hoy las personas trans tienen la posibilidad de elegir. Tienen la posibilidad de poder manejar cualquier rasgo que no esté afín con ellas o ellos y todo desde un punto de vista médico sano”, subraya.
El desprestigio a la Ley de Identidad de Género no tardó en aparecer y pese a que es mínimo, cada tanto aparece en un chiste ya pasado de moda. Para muchos, la identidad de género se trata de “ponerse una peluca” o cambiarse de nombre, con tal de obtener algún tipo de beneficio. “No es tan sencillo”, coincide Lizzi. “La identidad no es tan simple como ponerte una peluca, una pollera, taco alto y salir a la calle y decir yo me quiero operar y me opero”.
“Yo he tenido chicas que se han acercado al consultorio diciendo que se querían hacer una cirugía de readecuación porque no estaban conformes con su pene, pero no se manifestaban socialmente como esta persona me decía que se autopercibía. Por lo cual no es que uno le bocha las cirugías, sino que siempre lo que se recomienda, o por lo menos lo que yo recomiendo, es hacer primero alguna consulta con el área de psicología”, explicó el médico. “Tampoco es cuestión de que por hacer número o por ganar dinero, operar a quien se te siente adelante o a quien venga y te lo pida. Porque más allá de que yo te puedo hacer firmar un consentimiento que dice lo que voy a hacer o lo que va a pasar, cómo se va a desarrollar la cirugía, uno ve a quién va a operar”.
El desprestigio a estas operaciones de cambio de género llegó también cuando se las tildó de “mutilación”, aunque ya se las acepte como cirugías de adecuación. “El que no entiende o el que no sabe lo que vive una de estas chicas no sabe realmente la necesidad que ellas tienen de su cambio corporal”, sostiene el urólogo consultado. “Se habla de mutilación en casos, por ejemplo, de un hombre con un tumor de pene. Son situaciones contra su voluntad, en la que le tenés que terminar amputando el miembro por una enfermedad que no quiso y una cirugía que tampoco quiere, pero que triste y lamentablemente necesita para seguir con vida. Pero para estas chicas para nada es una mutilación. Al contrario, es adecuar sus genitales externos a lo que es realmente, su vivencia, su identidad. Es adecuar su género a su verdadera identidad, a su verdadero sentir. Esa es la diferencia total con la mutilación. No es una mutilación en sí, porque es lo que ellas desean”.
“Una de las chicas me contó que en su casa tenía todos los espejos tapados con una sábana porque no le gustaba o no quería verse. Otra chica, de Oliveros, dijo que después de la operación sentía que había vuelto a nacer y que por primera vez se veía y se reconocía como quien era. El que no está en esto, cosa a la que no está obligado, no entiende lo que es para estas chicas este cambio. Es fantástico cuando termina una cirugía y viene la madre o la hermana a abrazarte o cuando la paciente termina de salir de la anestesia y se larga a llorar porque realmente logró algo por lo que luchó toda su vida”, relata Lizzi. Y concluye: "Gracias a la ley, muchísimas chicas y chicos pudieron mejorar su calidad de vida. Y eso no tiene precio".