Educación financiera: otro sesgo que viven las mujeres y disidencias
“Deudas y cuentas se me aparecen como un sueño, como si al final no importara. Toda esa preocupación eterna por el dinero que me acompañó toda mi vida parece, de pronto, perder peso y lugar. Tal vez si muero ya no importe de verdad. Se encargarán otros, del dinero que se debe, del que me deben, del que podría ganar…, algo de lo que hubiera querido no tener que preocuparme nunca...o algo en lo que me hubiera gustado ser más ¿práctica o afortunada?”. Fragmento del libro póstumo de Rosario Bléfari, Diario del dinero (Ed. Mansalva).
Aprender a realizar facturas de monotributo a prueba y error, resistencia a ir al cajero para hacer un depósito, no tener idea cómo calcular un presupuesto para ofrecer un servicio, pedir un crédito en un banco o participar en un fondo de inversiones. Una enumeración al pasar, que podría engrosarse fácilmente, en torno a situaciones cotidianas: los temores o resquemores en mujeres y en disidencias se transmiten desde hace generaciones, a pesar de que hace ya 200 años son parte de la fuerza de trabajo. Hablar de dinero sigue siendo asunto de varones, porque el sistema financiero es, como precisó la economista Amaia Pérez Orozco, propiedad de los BBVA (emulación del Banco Francés): “los Blancos, Burgueses, Varones y Adultos”, y a los que agregó una H, de heterosexual.
En un nuevo Día Internacional de las Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales y No binaries cabe preguntarse por la billetera "de la dama" que tanto cuesta en un contexto de país inflacionario permanente en el que sueldos y honorarios no se inflan. La económica y financiera son dos de las tantas facetas de las desigualdades sociales entre las que cabe mejorar en las políticas públicas.
En torno a los asuntos del bolsillo Rosarioplus.com indagó y consultó a Gala Décima Kozameh -comunicadora social freelance- y a Morena García -poetisa, escritora y pensadora trans-, sobre las dificultades diarias que viven para llegar a fin de mes. También se suma la voz de Natalia Pérez Barreda, economista (UNR) y analista de Mirador de la Actualidad del Trabajo y el Empleo (MATE), sobre cómo se puede pensar una sociedad más trasversal en la que minorías tengan herramientas eficaces para sus finanzas personales y familiares, y que sepan usarlas, pero a su vez para que en pleno comienzo del año electoral, la clase política tome nota sobre estas necesidades y aplique políticas públicas concretas y genere cambios hacia las instituciones financieras que operan en el mercado para un acceso mayor a créditos y tasas bajas, entre otros beneficios más igualitarios.
La propuesta no es ambiciosa ni imposible: para cambiar las cosas, es necesario hablar de plata. Solo así se desanda el camino de generaciones de mujeres y disidencias que relegaron el asunto porque “no entienden, no gusta, no es femenino o no ocupa”, cuando todas aportan al sistema económico, incluidas las amas de casa al frente de las tareas de cuidado y del hogar. Es decir, desandar la historia de nuestras madres, abuelas, bisabuelas. Mis disculpas por la auto referencialidad, pero también es el caso de esta periodista.
En su libro Es la economía, vos no sos estúpida (Ed. Paidós, julio de 2022), Estefanía Pozzo recuerda que de por sí en el sistema económico las mujeres cuentan desde el vamos con mayores condicionamientos: en muchos casos el mandato de la maternidad y las tareas del cuidado (que implica una doble jornada laboral), y participan de “una división sexual del trabajo”, en que muchas veces los sueldos son menores y los puestos laborales, de menor estatus (techo de cristal). “Es la construcción de un sentido de la economía la que te incapacita ante un hombre o patrón, y convence a mujeres y disidencias de que valemos menos”, lanzó Morena García.
Algunas de las propuestas concretas que las tres entrevistadas lanzaron para que mejore el panorama fueron educación financiera en los secundarios, diálogo con las diversidades para una política de capacitaciones más ajustada a las necesidades de oficios, programas de desendeudamiento para mujeres y disidencias de los barrios, y que el Estado exija mayor permeabilidad al sistema bancario para un acceso más plural de todos los sectores.
Comunicadora freelance en modo “auto-escuela”
Gala trabajó siempre en relación de dependencia. Pero llegó la pandemia y con ella el universo monotributista y freelance. Pensaba que tenía todo resuelto y seguro - los aportes y la obra social - pero desde el encierro se autogestiona, trabaja por proyectos para empresas y agencias, debiendo aprender a presupuestar su trabajo.
“Fui aprendiendo a prueba y error, y para tener un aguinaldo, lo debo generar, tampoco cobro mis vacaciones si no trabajo. Entonces empecé a preguntarme por además de cubrir mis aportes, cómo capitalizar un ahorro cuando llega a sobrarme, para que mi dinero no se devalúe con la inflación. Y me di cuenta que me faltaba educación financiera. No sabía qué era el dólar MEP, un bono, un plazo fijo”.
Perdida en la reapertura de la pospandemia, Gala decidió reunirse con un ejecutivo de cuentas del banco, pero aseguró: “Terminé más confundida que lo que estaba. Entonces decidí comprar dólares cada vez que puedo”. La joven relató que para poder comprar dólares (de manera legal) tuvo que certificar una carta al Banco Central con ayuda de un contador. “Eso es lo único que puedo hacer por mi bajo monotributo”, indicó. La de ella es una familia de mujeres, en la que aprendieron a arreglarse las cuentas entre ellas toda la vida. “El sistema bancario lo aprendí en el camino porque mi mamá me mandaba desde chica a hacerle los trámites. No usa un cajero, no usa Home Banking ni sabe hacer transferencias porque nunca tuvo educación digital. Encima ante las estafas que hay, por seguridad de no llegar a ser estafada, yo le manejo las cuentas, y esto me da bronca, porque yo también tengo mis limitaciones en este sistema que nadie nos explicó. Soy fan de lo digital pero este es excluyente de muchísima gente que no tuvo educación. No es suficiente saber usar el celular para aprender de Home Banking”, narró con frustración.
Gala trabaja desde los 17 y aprendió a administrarse sola. “Aprendí a valerme por mi misma en lo burocrático y logré aprender a cuidar el bolsillo en los meses más críticos, de menos clientes. Con el dinero tengo momentos de pánico cuando veo que no entiendo algo, y cuando entiendo ya me la rebusco, me tranquilizo. Para algunas personas que te sobre 20 mil pesos a fin de mes es un vuelto, para mí es un ahorro, aunque sé que eso no vale ni un pasaje de avión”, relató sobre su relación con los billetes.
Algo que aprendió en estos años de autogestión, fue la conversación necesaria con sus amigas y vínculos cercanos: “Desde que pongo mis propios presupuestos, saber cuánto ganás es una conversación necesaria para entender dónde estoy parada. Eso lo aprendí con la experiencia. A nadie le enseñan a crear un proyecto, a tener una pyme”.
Entonces destacó que la salida tendría que proponerse “con educación financiera en las escuelas” ya que para una equidad en lo económico, además del diálogo y las consultas a especialistas es “necesario que los colegios secundarios tengan una materia para que los adolescentes se preparen para el mundo, sea cual sea después su vida de estudiante o de trabajo, porque se van a vincular de una forma u otra con el dinero, y así pueden entender el contexto inflacionario”.
El tercer sexo, les eyectades al mundo
Si para las mujeres es difícil el asunto económico, el considerado “segundo sexo” según la pensadora Simone de Beauvoir, la historia para las disidencias no es más amena en oportunidades laborales ni en la educación financiera. Y algo de esto relató desde sus vivencias personales Morena García, travesti rosarina que desde su temprana adolescencia se valió de si misma a través del trabajo sexual y changas informales.
“A los 13 años fui eyectada de mi casa y también de la educación formal, algo que mujeres y otras disidencias como homosexuales no necesariamente vivieron. En general otras minorías tienen un círculo familiar de contención”, precisó Morena. “Tener que pensar en tu economía a los 13 años es pensar en términos de supervivencia. Lo cotidiano para nosotras es comer o no comer hoy, y lo complejo es cuando viene un gasto por fuera de lo planeado, porque si me enfermo no cobro. Y si me muero nadie podrá pagar mi entierro. Por eso nuestro vínculo con lamuerte es cotidiano, y para nosotras vivir es sólo celebración”.
La poeta trava relató que es mucha la plata informal que corre con el trabajo sexual, y que son las transexuales y travestis las que aportan a un mercado que no las incluye, haciendo las compras como todo el mundo: “Tengo un máster en economía popular porque aprendí del territorio. De los cuernos, la muerte y el IVA no se salva nadie. Me considero una paracaidista, el desafío es caerme sin romperme las piernas”.
Cuando arrancó trabajando en su adolescencia, Morena fue armando sus propias redes, sobre las que recordó: “Si yo no me prostituía, iba a aparecer muerta por ahí. Y mi salvataje fue otra puta en Godoy y Rouillón, con quien nos conteníamos, y no sabíamos cómo cobrar o ser independientes. Nadie nos repartía forros ni productos de higiene, y yo encima pagaba la habitación de mi ganancia”.
Morena recordó la importancia del cupo laboral trans, que en Rosario ya se aplica a nivel municipal, y de la que falta su implementación provincial. “Si somos 20 mil travas, y el 1% de la planta del Estado debe ser travesti trans, en cinco años podríamos estar todas formalizadas”, destacó a la vez que resaltó que “este cupo es ejemplificador para poder insertarlas en trabajos formales en el resto de la sociedad, pero fuera de estas cosas, no veo mucha voluntad política. Es un piso clave, aunque son muy pocos de la población travesti trans que ingresan, y aun ingresando, son precarizadas. El rango etario y el requerimiento educativo para ingresar son restrictivos cuando nosotras tenemos un promedio de vida de 35 años, y muchas no terminamos la educación formal. Por eso es importante que una vez que ingresen al cupo, a las chicas trans y travas hay que educarlas en inscribirse en obra social, que aprendan Home Banking, enseñarles a usar Word y Excel. Siento que hay una permeación contínua, llena de buenas intenciones, y yo quiero los mismos derechos y con las mismas cargas que un empleado que está en blanco”.
Otra política del Estado que Morena cuestionó fueron los cursos “que siempre apuntan a ser de cuestiones estéticas (peluquería o textil), mercados que están saturados de oferta. La mirada siempre es machista y religiosa, vamos entrando al sistema por goteo y por caridad. Como pasó con el Santa Fe Más, que tiene cooperativas travestis, todas de temas feminizados: textil, de cuidados y de cocina. Hacete una cooperativa de albañiles, de mecánicos, o un curso para aprender a instalar un aire acondicionado”, espetó.
Entonces estableció su reclamo a la clase política: “Que nos de salud, nos capacite en educación y oficios. Son cosas que tienen celeridad, porque tengo 45 años y con mis compañeras esperamos la discusión, darnos la oportunidad a las travas de regularnos, sentándonos a nosotras en la mesa de discusión de las políticas públicas. El cupo laboral nos da una posibilidad de planificar mejor nuestras vidas y podemos acceder a pagar cosas en cuotas para la vida, y las que aun no entramos, vivimos el día a día. Y el trabajo sexual no mata, mata su clandestinidad, estamos en manos de proxenetas y de las calles. No tenemos un marco de oportunidad laboral, cuando el 70% del trabajo registrado son hombres según el Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (RENATEP)”.
Acceso al sistema, deudas y transversalidad
La economista Natalia Pérez Barreda al ser consultada sobre este asunto aclaró de primeras que “los varones tampoco fueron educados financieramente en su mayoría”, pero sí coincide con que “la brecha estructural en el sistema financiero agudiza la situación de las mujeres, ya que éste fue pensado por y para los varones con recursos económicos. El problema, además, está en la demanda porque si las mujeres y disidencias estuviéramos más informadas, reclamaríamos a más acceso”.
La brecha estructural implica según explicó, que las mujeres “tenemos menos trabajo remunerado, más trabajo no registrado, y entonces accedemos a menos créditos en bancos formales”, y así lo indican estudios de la CEPAL, que según citó la especialista, ésta “estableció que las mujeres se endeudan más para sus gastos del hogar y los hombres se endeudan más para sus negocios”.
La economista precisó que a esto se suma que “las mujeres que están en mayor vulnerabilidad ni siquiera están en datos formales, y suelen ser cabeza de familias monoparentales, donde ellas son el único sostén de jefas de hogar”. Entonces enfatizó en la importancia de que “ellas deben aprender para evitar ser estafadas y para aprender a desendeudarse, y luego aprender a invertir. Ese sector es el que el Estado debe fortalecer”.
Un flagelo que la economista destacó fue cuando “en la pandemia nos encerramos y muchas mujeres aprendimos a hacer más transacciones virtuales, pero en detrimento también muchas fueron víctimas de estafas online, y muchas quedaron endeudadas peor. Son financiamientos clandestinos que surgieron en los barrios, donde cobran un pago por día”, aseveró.
Según el Banco Central las mujeres más humildes “como no acceden a cuentas bancarias, acceden a ciertos créditos usureros y en condiciones desfavorables con tasas altísimas de interés”. Entonces reclamó: “Para una verdadera inclusión financiera hay que pensar en una política pública acompañamiento a las mujeres vulnerables para que tengan una mayor autonomía”. Algo de eso votó por unanimidad en diciembre pasado el Concejo de Rosario, en una iniciativa de capacitaciones en los barrios, que se espera se aplique este año.
El cortometraje de la cineasta rosarina Carla Scolari “La mutuante” da cuenta de este flagelo que viven las mujeres de los barrios de Rosario.
Un programa que se aplica en provincia de Buenos Aires llamado Mujeres Desendeudadas, fue creado para que las mujeres que adquirieron préstamos con tasas irrisorias y quedaron sobre endeudadas hagan planes de pago con la ayuda provincial y a tasas más bajas. En este sentido, Pérez Barreda precisó que en la provincia de Santa Fe hay iniciativas similares pero ninguna prosperó.
Para la especialista “es necesario que en la clase media sea divulgada la variedad de servicios financieros, pero la transversalidad del feminismo debe pensar en la realidad de las más vulnerables y la diversidad sexual. La educación pública escolar debería otorgar herramientas pero los problemas que afrontamos es difícil que se resuelvan solo educándonos. Tenemos la Ley Micaela y cupos laborales, pero la perspectiva de género debe aplicar a todas las políticas de forma trasversal. Hay que pensar incluir educación financiera en capacitaciones, pero lo importante es generar otros instrumentos desde el Estado hacia las instituciones privadas”.
Es así que destacó como importante al “acompañamiento financiero para el ámbito productivo, así como a los colectivos de disidencias, con instancias intermedias, y a su vez deben existir políticas publicas porque si no terminamos culpabilizándonos a nosotras mismas de no entender del mercado, y no es que no sabemos de economía sino que el sistema no nos está habilitando a acceder a un auto o una vivienda”.
La desigualdad de género se encuentra en todas las clases, dijo Pérez Barreda, y arengó: “Tenemos una formación en bienes y servicios más endebles. La gran pregunta es qué vinculo queremos tener con el dinero, si el mismo que se reproduce actualmente en el sistema financiero o construir un pensamiento más colectivo y en redes. Un mundo equitativo en tareas del cuidado y más sustentable. No sé si quisiera que todas las mujeres entremos en el sistema nuevo del Bitcoin (monedas virtuales), sobre el cual aún no sabemos –que seguramente- si reproduce el sistema patriarcal, pero que fue motivo de la última gran crisis del sistema financiero el año pasado”.
Entonces su mirada propone que “el feminismo debe cambiar el sistema financiero para que deje de reproducir las desigualdades que conlleva. Feminizar al sistema financiero más que financializar a las mujeres, para dejar de endeudarlas. Es importante que haya una política pública para las instituciones financieras, porque existe una diversidad que debe ser contemplada -como reclamaba Morena García más arriba en esta nota-. Las mujeres debemos romper con lo simbólico y pensar nuestras vidas, es un derecho que los sectores más vulnerables tengan mecanismos de financiamiento para que la economía sea con todas y todos”.