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Nuestros héroes de la infancia se agigantan mientras transcurre el tiempo. Desde Martín Karadagián hasta Diego Maradona cada vez que los personajes forman parte de los relatos como evocación del pasado o como herencia mitológica que se transmite a través de las palabras, ellos crecen. Nosotros también.

Un gol agónico, un rescate milagroso o el triunfo del bien y la justicia en una lucha de catch son anécdotas que funcionan como puentes generacionales. Al llegar a Rosario, los campeones del mundo de México ’86, esos hombres medios pelados y medio avejentados que una vez se pusieron la celeste y blanca para ganar la segunda Copa del Mundo para Argentina, los puentes generacionales se extienden. 

Los hombres mayores existen como tales y los niños que actualmente adoran a Messi ven, tocan y escuchan a los héroes de los videos de YouTube, a los seres invencibles que transformaron el milagro en realidad y que nos hicieron sentir que el sueño de ser los mejores del mundo fuera una realidad. Los niños se sacan las selfies del presente y los hombres grandes viajamos hacia el pasado con nuestros héroes de la niñez. 

Por allí andan Burruchaga, Brown, Ruggeri. Se pasen en las instalaciones del Club Provincial de Rosario minutos antes que comience una charla abierta para padres y niños. También están aquellos que jugaron pocos minutos en cancha pero que integraron un plantel con historia. Jugadores que fueron ídolos en sus clubes: Bochini, Tapia, Almirón. Qué mejor oportunidad para contar esta historia en formato selfie, un retrato que no es monopolio de las nuevas generaciones.