Por Kevin Dolce

En el marco de la quinta Quincena del Arte Rosario cerró el último viernes de octubre con la Noche de los Museos. Desde las 18 hs hasta las 00, los rosarinos y rosarinas pudieron disfrutar de los diversos museos y espacios culturales de forma gratuita, con la programación especial que cada lugar ofrecía. 

Ya el día previo me había armado lo que iba a ser mi itinerario. Todo el recorrido sería caminando, por lo que calculé la distancia y el tiempo entre museo y museo, más lo que estaría en cada uno, para poder tener un estimativo de lo que me llevaría y por consiguiente cuántos llegaría a recorrer. 

El clima fue propicio. La máxima rondaba los 30°, los cuales para las 6 de la tarde (horario en el que comenzó el trayecto) ya no se sentían tan pesados, acompañados en breves lapsos por brisas que servían como refresco.

En Bv. Oroño al 2300 se encuentra el Museo de la Ciudad, que desde el arranque contaba con propuestas más que interesantes. La estrella del museo es la muestra actual, Pichincha, historia de la prostitución en Rosario 1914-1932 (disponible hasta marzo), tema sobre el cual tuve el honor de hacer un documental en conjunto desde Rosario Por Conocer sobre tal historia. 

Pichincha, el barrio de los burdeles

 Anteriormente en esta propiedad funcionaba desde 1903 la Escuela de Aprendices de Jardinería, inaugurada un año después que el Parque de la Independencia. Para 1992 el Museo de la Ciudad, entonces con once años de existencia, pasó a ocupar este lugar con el objetivo de poder seguir ampliando el desarrollo y albergue de la historia rosarina. 

Antigua Escuela de Jardineros, 1903. Archivo Museo de la Ciudad.

A través de las distintas salas del museo puede cada cual sumergirse en lo que fue la Pichincha prostibularia. En la primera se encuentra una breve introducción al tema, con el fin de interiorizar y contextualizar lo abordado. La segunda abre sus puertas vidriadas con cortinas que no dejan ver qué hay detrás, simulando el ingreso a una habitación burdelesca. Allí están expuestas las fotografías que tomó el entonces joven pintor Antonio Berni, cuando de forma incógnita cual detective tomó fotos con su cámara (que escondía bajo su sombrero entre toma y toma) dentro de los burdeles para denunciar lo que sucedía en los mismos hacía 1932, en el diario Rosario Gráfico. 

Parte de la muestra en el Museo de la Ciudad.

Para la tercer sala hay que atravesar un pasillo que a lo largo y ancho de su pared expone un mapa de la ciudad centralizando dónde se ubicaban los burdeles y lugares relacionados en Pichincha. Al ingresar se encuentran distintos documentos y elementos que reflejan las duras condiciones que debían padecer las mujeres. Avanzando hacia la cuarta y última sala hay una puesta en escena con mesas, sillas, un piano y un tocadiscos de la época, entre otras cosas, simulando un burdel. En uno de esos asientos estaba Irene Lovigne, realizando una representación actoral que ilustraba aún más lo que pasaba en aquellos grandes patios techados. En este punto cabe resaltar la intensa labor del Director del Museo, Nicolás Charles, quien como ya ha acostumbrado logra hacer de un espacio pequeño un mundo de historia rosarina. 

Al salir del museo, en uno de sus laterales había un Jardín Bar Saludable, distintas ferias y un espacio para las infancias. El evento también contó con la inauguración de la obra de Nino Zanni “Barrios de Rosario MMXXII”, en el patio del museo.

Siguiendo con el recorrido el próximo era el Museo Marc, ubicado en una calle interna del parque, entre el laguito y la cancha de Newell’s. Pero en la caminata de pocos minutos entre uno y otro no pude evitar reflexionar sobre lo que veía a mi paso. 

Después de cruzar Oroño, atravesando el parque observé en forma diagonal y un tanto alejada a la gruta de la Virgen de Lourdes, emplazada frente al Monumento a Belgrano. Mirándola pensaba y recordaba todas las fotos que vi del Pabellón de las Rosas, que fue uno de los bares más concurridos en su época, ubicado en ese preciso lugar. Analizaba lo positivo que sería si esa imponente estructura seguiría en pie y lo que embellecería (aún más) al Parque de la Independencia. A principios de la década de 1940 fue demolido por insistencia de la Iglesia, que no consideraba “bien visto” frecuentarlo. El emplazamiento de la virgen en su lugar evidenció exponencialmente el mensaje que pretendían dar.

Crucé la av. Leopoldo Lugones y automáticamente seguí por Champagnat (la calle que bordea al laguito, donde se alquilan los botes). Al caminar por ahí miré hacia mi izquierda el Jardín de los Niños y observé detenidamente la parte que antes era conocida como “La Montañita”, hoy vigente pero tapada por los árboles que la superaron en altura. Pensaba en algo que me había rondado en la cabeza durante los últimos días sobre ese lugar, que al momento de construirse el parque (se levantó con la tierra que se sacó para hacer el laguito) era uno de los puntos más alto de Rosario, desde el cual podía observarse toda la ciudad, aún sin edificios. Como dato de color, ahí en su época de bar de proyectaban películas, que eran vistas desde el anteriormente mencionado Pabellón de las Rosas.

Pabellón de las Rosas y construcción del laguito-montañita. Archivo Museo de la Ciudad

Llegué al Museo Marc y antes de entrar ya me sorprendió la poca energía que tuvo este museo en su noche de gala. Fue el único que no aprovechó su gran explanada para presentar diversas propuestas, sean actividades o espacios de comida. Al caer el sol, el frente ni siquiera gozaba de una buena iluminación. 

A pesar de esos detalles, estos no opacan lo valioso de su interior. Numerosas muestras, fotografías y objetos patrimoniales del pasado rosarino se pueden encontrar además de las distintas salas. Entre ellas, la de Lisandro de la Torre, representación de como era su habitación (con piezas reales de la misma) al momento de suicidarse. Una de las personalidades rosarinas más importantes de nuestra historia política nacional. La sala del Fiscal de la Patria, mi favorita de este museo. 

Museo Marc (Foto Kevin Dolce)


Al salir crucé el Jardín Francés y llegué a la intersección de Oroño y Pellegrini, más precisamente, al Museo Castagnino. Probablemente haya sido el museo que tuvo mayor concurrencia. En su explanada había distintas actividades y food trucks. Las luces en su fachada ya resaltaban desde antes que se haga de noche.

En la planta baja la exposición principal era La Carpa de la Reina, además de las distintas obras de arte. Subiendo al primer piso, para un lado estaba la muestra Trance y otras pinturas de Daniel García (más que recomendada) y para el otro la muestra Chroma Key Para Horneros de Mauro Guzmán, la cual me resultó bastante llamativa y que apasionado por la psicología no pude dejar de analizar. 

Museo Castagnino (Fotos Kevin Dolce)

Volviendo a la calle la luz solar ya era menor. Desde acá se venía uno de los tramos más largos. La siguiente parada fue el Museo de la Memoria, donde aparte de poder observar su muestra permanente, fui testigo de la consigna “Se nos quema la quinta”, que aludía a la situación que acontece a toda la región a raíz del ecocidio en el delta del Paraná. Por lo que se presentaron producciones pertinentes como una forma de denuncia frente a la crisis que envuelve de humo a la ciudad. 

Museo de la Memoria (Fotos Kevin Dolce)

Cruzando la Plaza San Martín llegué al Museo de Ciencias Naturales Ángel Gallardo, ubicado  en la Sede de Gobierno por calle San Lorenzo. Había un dj, referentes del Hip Hop rosarino, comida, feria de emprendedores locales, además de las exposiciones abiertas para recorrer. Al salir al patio la concurrencia era bastante. Observando desde una punta la torre que hay en el medio se me vino a la mente la imagen de los bomberos entrenando allí (cuando el edificio entonces era la Jefatura Política) hace más de 100 años. Cuerpo de Bomberos de Rosario que para 1906 se había consagrado como el segundo mejor del mundo en un Congreso Internacional realizado en Milán, Italia, destacados por su grado de preparación y elementos técnicos. 

El Museo Gallardo funciona acá desde 2006, luego de ser reinaugurado tras el incendio que sufrió en 2003 cuando estaba en el Palacio Canals (Facultad de Derecho) y donde perdió gran parte de su valiosa colección. La siguiente parada fue el Museo de Arte de Sacro Eduardo Barnes en el subsuelo de El Círculo, teatro emblemático y una de las joyas arquitectónicas de la ciudad que se salvó de ser demolido en 1943.

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Del Instagram de rosarioporconocer


Mi reloj ya marcaba más de las 21 hs y el itinerario indicaba que aproximadamente para las 21:15 llegaría al Museo de la Democracia, el cual está en la planta baja y subsuelo del Palacio Fuentes, en Sarmiento y Santa Fe. 
Este es en mi opinión uno de los museos más lindos de la ciudad. No sólo por todos los temas que aborda sino también por su increíble, detallista y artística arquitectura que adorna cada centímetro que lo compone. Estaba disponible la muestra “Archivo Secreto – Prontuarios de la División de Investigaciones de la Policía de Rosario”, la cual estará aproximadamente hasta diciembre. Además hubo un recorrido especial, espacios intervenidos, tarot y música.

A media cuadra está el diario La Capital, que también cuenta con su museo. Enormes maquinas que no dejan de llamar la atención, las cuales funcionaron aproximadamente hasta finales de los 70’, además de los diversos elementos que aluden al periodismo y que tuvieron como protagonista al diario vigente más antiguo de Rosario, con casi 155 años de trayectoria.

Ya finalizando sólo quedaban dos paradas. El Museo Estevez, con ingreso por calle San Lorenzo 753 porque la otra parque aún sigue en restauración, donde sonó Guo Cheng Trio, pop experimental de cámara, paralelamente a las exposiciones en las salas alrededor del patio con su característica fuente, reluciente con una luz violeta. Para terminar hice tres cuadras más y llegue a la Casa del Artista Plástico, frente al edificio de la ex Aduana, donde lo que más cautivó mi atención fueron las obras de acuarela.  

La Casa del Artista Plástico (Fotos Kevin Dolce)

Ya habían pasado las 22 hs y el itinerario había sido cumplido con creces. Paralelamente a recorrer y disfrutar, pude grabar videos con el celular, ir editándolos y publicándolos en Instagram, contando lo que había en cada lugar. Me parecía pertinente en el momento poder ya ir difundiendo todo, informando y motivando a que la gente que lo iba viendo también se acerque a donde sienta mayor atracción. 

No tengo dudas de que la Noche de los Museos fue un éxito. Cada lugar de los que fui tenía una gran concurrencia y la gente demostraba interés. Pero no obstante el escenario que observé en las calles rosarinas parecía una realidad paralela. Después de hacer caminando más de 15 kms, por fuera de los museos era prácticamente nula la actividad y el movimiento que había. Salvo algún que otro bar lleno, probablemente por la falta de propuestas, por algunas cuadras apenas si pasaban algunos autos o deliverys.

Una gran experiencia, que ojalá se repitiera más de una vez por año. Y que podría servir para trasladar a otros espacios (como por ejemplo la Noche de las Peatonales). Movimiento de la cultura, del arte, de la historia, del patrimonio, que nutre la identidad rosarina.