Spaghetti del rock y más
Ideas alrededor del festival de rock más grande del país. En su vigésima segunda edición, el evento realizado en el valle de Punilla sigue dando de qué hablar. Es la segunda vez que agotan las entradas, La primera fue en 2004.
Por Sofía Fernández
Recuerdo la primera vez que empecé a planificar mi viaje al Cosquín. Pasaron más de diez años. Una de mis amigas me dijo: "No sabes lo que es. Vas caminando por los caminos de tierra mientras un montón de artesanos y vendedores en puestos acomodados al costado te venden cosas. La música se escucha por los parlantes de cada uno de ellos y te acompaña en ese camino hasta llegar al predio. La gente va agitando, riéndose, feliz. Lo tenés que vivir vos".
Me acuerdo de eso porque creo que fue uno de los aspectos que más me gustó de ese Cosquín y los siguientes. Hasta este que pasó. En este la llegada al predio estaba totalmente despejada. Sólo había carteles a los costados. Una onda muy woodstock con diseños hermosos, sí, pero sin ese aspecto mencionado más arriba. Instalaciones de luces. Bolas espejadas.
Después de dos días a puro rock (y algo más) puedo decir que lo que siento es que al CR le hicieron una lavada de cara. Y dicho esto, no termino de definir si esto es bueno o es malo.
Vi muchos sponsors que no recordaba haber visto en otras ediciones. Para los cuales supongo que esta limpieza les conviene.
Tanto la fuerza policial como cada uno de los trabajadores de seguridad ubicados en el predio, mantenían, al menos lo que pude ver yo, un trato por demás de amistoso con la gente. En momentos de nerviosismo (que vi muy pocos) como el de las colas interminables para comprar bebida o comida, los de seguridad lejos de subirse al enojo y la contestación, mantenían la calma e instaban al público a ser paciente para que todo salga bien.
Vi muchas familias. Niños y adolescentes con sus padres disfrutando en un momento de un show de Trueno y al otro del de Las Pelotas.
El predio se mantenía limpio a pesar de las más de 200.000 personas que circularon durante todo el fin de semana. Personas te recibían las latas antes de entrar y adentro, había separadores de residuos para fomentar el reciclaje. Además de los ya conocidos vasos ecológicos que en esta oportunidad vinieron en diferentes diseños. Uno incluso hasta con los colores de Argentina y las tres estrellas.
Amor, paz y rock, rezaba uno de los carteles que nos recibió los dos días. No puedo dejar de pensar en ese otro slogan que volví a ver en remeras desgastadas de ediciones anteriores: "Rompan todo". Creo que finalmente Palazzo reconoció que la cultura del reviente no tiene más lugar. Ni para sponsors ni para familias ni para los propios vecinos de Punilla que reconocen que todo estuvo mucho más tranquilo que otras veces. "No hay tanto lío. Las calles están tranquilas y se ve a toda la gente feliz" me dijo un joven que vive a un par de cuadras del predio.
Un poco de eso fue llevado a los escenarios. Por un lado, las presentaciones del escenario de Montaña como Bandalos Chinos, Estelares, entre otros. Sumados también a las del escenario de Boomerang. Sonidos tranquilos. Para frenar un rato y descansar incluso en varios de los espacios con sillones que instalaron.
Tanta armonía que incluso Fito Paez tuvo que bajar el sonido del escenario Sur para no interferir en las presentaciones de los otros escenarios. Siendo que era en ese momento, 19 hs, el recital más importante de la jornada, agrupando a miles y miles de personas detrás de un escenario con un sonido apagado y débil. Algo bueno y algo malo de tanta convivencia.
Por otro lado, cierres como el de Juanse, ex Ratones Paranoicos, e incluso el recital brindado por Skay, el ex guitarrista de Los Redondos, dejan la sensación de que el rock va a continuar. No rompieron nada, pero se plantaron bien arriba de las tablas. Algo así como decir: "Si, ya se que ellos son más jóvenes y que el trap está bárbaro pero mira lo que te traje". No hay nada más potente que un rockero que siente que lo están corriendo de la escena. Y ante esto hay dos opciones: o dejas todo arriba del escenario, o como dirían en el barrio, la boqueas. Juanse hizo lo primero. Cerrando la primera noche con una versión de Sólo le pido a Dios con León Gieco y Celeste Carballo. Él subido a las estructuras del escenario vitoreó por Argentina y por el rocanrol.
Junior, ex líder de La 25, optó por la segunda opción y dijo: "Que sea siempre rock y no otra cosa". Haciendo alusión a las decenas de bandas y artistas de otro palo que tuvieron lugar en esta edición, como también en las de los últimos años.
Al otro día, al tocar en el escenario Norte con "Caras extrañas" dejó demostrado que la patria stone todavía sigue viva, aunque quieran lavarle la cara al evento que hasta hace unos años atrás los agrupaba sin excepción. Pasé más de 24 horas sin ver unas topper embarradas o un flequillo. Pero sí vi mucho glitter y ropas brillosas. Supongo que el tiempo pasa y nos estamos volviendo viejos...
German Daffunchio, ex Sumo y líder de Las Pelotas, en el cierre de la segunda y última jornada, optó por el mismo mecanismo. Pero no es nada nuevo, ya hace varias presentaciones que en festivales despotrica contra lo nuevo. Hoy más que nunca, lo nuevo nace y lo viejo no termina de morir (y esperamos que nunca lo haga).
Rosario, pasión y arrabal.
Los dos días contaron con rosarinxs en las aperturas. Por un lado, Farolitos, abriendo el primer día en el escenario norte. Haciendo sonar desde Argentino hasta Indio, durante poco más de 40 minutos sus temas más reconocidos, ante cientas de personas que habían ido específicamente para ese momento. Para hacerles llegar a Marcos y compañía, la alegría que se siente verlos ahí arriba.
Al otro día fue el turno de Caliope Family. La banda liderada por Brapis hizo sonar todo el rap de la ciudad de Rosario. Pasadas las 14hs.
En el escenario boom estuvo presente "Bad". Una banda para relajar y bailar un rato. También directo desde Rosario y con un público que cantaba sus canciones y pedía más.
Y si de rosarinos hablamos, cabe mencionar como ya hice más arriba a Fito Paez. Creo que no hay mucho más para decir. Nada que ustedes no sepan. Será por mucho tiempo, un líder indiscutido en los escenarios. Aunque en las redes sociales le critiquen su vestuario, aunque se quejen de la lista de temas, aunque lo traten de viejo loco, Fito sigue haciendo lo que más disfruta hacer y lo hace bien justamente por eso. Porque viene a traer su corazón siempre que toca.
El carnaval interminable
Puede decirse, entonces, que en este fin de semana de carnaval quedó inaugurado el año del rock (y el trap y el rap y la cumbia y la electrónica y...) con el festival más grande del país.
Y creo que es por demás de auspicioso y digno de ser anhelado lo que puede llegar de acá en adelante. En tiempos difíciles, los festivales y recitales en general, estan dejando a la vista la necesidad que tiene este país por congregarse tras un mismo objetivo. Que aunque en estas ocasiones, y cada vez más, sean un crisol de gustos, nos sigue uniendo lo mismo.
Quizás el Cosquín Rock ya no vuelva a ser lo que era, y quizás tenga que ser así. Esto que es ahora. Para dar paso a lo nuevo. Un evento parado en el medio de la vida.