Amar a Mara, o la fusión de Juan Gelman con el trazo de Arturo Rivera
El brebaje del amor produce en los hombres sensibles la multiplicidad de sensaciones que dan razones para vivir, y si se fusionan químicamente las palabras del más enamorado Juan Gelman con las imágenes femeninas que inspiraron al artista plástico mexicano Arturo Rivera, sólo cabe sorprenderse con el resultado
Amaramara, publicado en octubre pasado, aún huele a trazos de óleo, a corazones que se exponen, se encuentran y tribulan. Huele también a letras que siguen vivas con ese amor tan inmenso que tuvo Gelman por su amada Mara. Es que sí, además de un regalo de vuelo poético inmenso en el cruce de disciplinas, el libro es un anagrama. Por donde se comience a leerlo se encuentra la lógica a lo absurdo, y un nuevo significado, como el amor mismo.
Rivera ve en el amor facciones juveniles y sombras, expresiones que desorientan, circunstancias. También ve la cara más oscura, donde el amor quizás se asemeje a la muerte que juega con los vivos, entre moscas, esqueletos, cuervos y cangrejos. En las miradas de cada joven, el amor de Rivera es esquivo. Y el amor a Mara, amor de Gelman que inunda la obra, sólo le deja lugar al desconcierto. Será que “el emperrado corazón amora”, es acción empecinada.
Debajo
Crujen las cartas que nunca te escribí.
Matan al perro
En mi memoria siempre.
¿Quién le da de comer? Una
anticipación de la mañana
Talla tu rostro en mí. Respirás
A mi lado. En los agujeros
De lo que toca vivir hay
La marea del tiempo, lleva
Dolores a su basura inútil. El sudor
Del pasado golpea
Su páramo roto, la
Vida continúa, los
Pensamientos con plomo debajo.
Si bien el cruce de obras se da a conocer ahora, fue el propio poeta argentino el que reunió sus textos en un diálogo de imágenes e intenciones con el mexicano, en pensamientos sobre el amor a la mujer, pero también en una coincidencia de visión desencantada sobre la sociedad.
La conversación
En la jaula del pensamiento no cabe
El amor que no dan.
La mentira cubre el planeta. Hay
Visitas que no llegan
Y parientes prestados. Una hija
Aniquila a su padre,
Un tenor canta La Traviata.
La voz se recuesta en la sangre
Como existir bajo el sol. Pasa
El poder vestido de célebres venenos.
Del otro lado estamos tristes,
Con furias dudosas, tristes, y
Amores llenos y vacíos que
Marchita la indignación ¿Eso
Explica la prosa del mundo?
A veces ceso titalmente y se abren
Los pedacitos del amanecer
En un ricón de la lengua.
Las mujeres bellas de Rivera miran de reojo, meditan con péndulos, contemplan, lloran, gritan aturdidas, seducen con inocencia, se peinan, se burlan del pintor, envejecen y se endemonian. Mientras sus otras obras rompen con lo fácil de amarlas, interpelan con ojos vendados de gasas, desnudan sus esqueletos de animales extraños, putrefactos, con las moscas que los vigilan como satélites.
Baile
De la cintura bajan
Arrabales de adentro
Como impaciencias del amor.
¿Qué es esa moneda
Que tu bailar acuña?
En la colina del deseo
Sobra el sol.
Seguridad es tu hermosura,
Bella que el tiempo apagás
En laberintos de Eros donde
Es triste el que no sabe.
Amarte es preciso, vivir no.