Escribió su historia familiar en la Dictadura con un rompecabezas de recuerdos
Un rompecabezas narrativo, una crónica, un diario íntimo, un archivo histórico, una fábula, un ensayo, o quizás un poco de todo esto tiene la reconstrucción de una historia familiar ficcionada cual los Buendía de Macondo, pero situada en Argentina y en los tiempos del oscurantismo de facto.
Luisina Bourband lanzó su primera novela, “La vida breve de Sabanita”, editada por Homo Sapiens. La obra fue presentada de manera online por el escritor y docente, Marcelo Scalona, y por Roberto Retamoso, y ya se encuentra en librerías.
La autora, una psicoanalista que reside en Rosario y nacida en Concepción del Uruguay, le dijo a Rosarioplus.com que el libro es "una búsqueda de verdad, hecha ficción, y por la justicia poética".
La protagonista es el alter ego de Luisina, una hermana menor curiosa de los recuerdos de todos los miembros de su núcleo familiar ante su propia extrañeza de falta de memoria. Entre momentos divertidos y desopilantes como un Palito Ortega cantando arriba de una silla para que la guitarra eléctrica no le dé una patada, supo encontrar relato también en los silencios, en un ir y venir en los tiempos del presente que busca hacer duelo con restos de sus abuelos y se desconcierta con el curso de cada destino, que entiende, no puede controlar.
En ese camino un tesoro la sorprende, el paralelismo entre su familia y una familia amiga, los Leone, como un fresco sociológico de los que “no sabíamos nada” cual película La Historia Oficial, y de los que militaban sus luchas por un medio boleto estudiantil. Y entre muchos silencios, un cordón del que tiró y apareció un desaparecido que tuvo mucho para decirle a la obra.
Luisina Bourband se auto percibe parte de una generación que busca comprender qué pasó con la historia del nunca más, desde lo singular, “esa historia que nos recibió en nuestro nacimiento”. Ella es nacida en Concepción del Uruguay en 1976, y aunque entrerriana de origen, lleva más tiempo de su vida en Rosario, con lapsos en Buenos Aires y Madrid. Editó el libro de relatos Maternidad Intratable (2017), y ha participado en las publicaciones colectivas Antología de la calle inclinada (2017) y Escribiendo por la memoria (2017). La vida breve de Sabanita es su primera novela.
Rosarioplus: -La voz narradora y personajes son vos y tus familiares. ¿Cuándo y cómo surgió la idea de ‘escribir como zurciendo, como recordando’ esta novela sobre el origen familiar?
Luisina Bourband: -Como la mayoría de las escrituras, esta surgió de una dificultad, que era el blanco de la memoria, el no poder recordar casi nada de mis años de infancia y adolescencia. Entiendo que eso es algo usual, pero me refiero a una falta de memoria superlativa. Incluso haciendo análisis durante muchos años, me enfrentaba a una dificultad severa de recordar. Por lo que se me ocurrió que a esa memoria la podía recuperar, o por lo menos activar, preguntando a otros.
El trabajo no es el resultado de una investigación real, está basada en dichos o recuerdos de mi propia familia, pero es una ficción donde la protagonista, que de alguna manera es mi alter ego, pregunta a sus familiares acerca de sus vidas, para poder ir traccionando desde allí, hilvanando algo propio, como señuelo para su propio recuerdo. Allí surge la versión de cada uno, pero también las resistencias en acto, sobre todo en las escenas de la actualidad, porque la novela va y vuelve a distintos escenarios, pasados y presentes.
RP: -La historia es coral compuesta de los recuerdos y sin saber en el camino por qué o para qué la necesidad de registrarlo, y no vamos a spoilear el final. ¿Tu proceso de escritura fue como un indicio o intuición de seguir esos caminos que te habían sido vedados de niña?
LB: -Hubo algo de organización. En principio armar las entrevistas, trabajar con fotos, documentos. Algo que es común a “lo familiar” es que funciona sin mucho análisis sobre su propio desenvolvimiento. Es una máquina que pareciera que anda justamente por lo que no dice, lo que esconde, por cierto grado de hipocresía necesaria para que no se caiga su edificio. Es por eso que sostener una pregunta ya fue todo un desafío. Ese mismo acto produjo otros que no estaban calculados.
Luego de ese primer tiempo, el proceso de escritura fue un poco aleatorio, fragmentario, e incluyó episodios que fueron surgiendo en la investigación. Fue distinto a lo que había planeado. Hubo mucho trabajo de edición luego para encajar las piezas, porque la novela tiene de crónica, de partes de entrevista, de prosa más literaria, de noticias de periódicos, etc. Respecto de la intuición, le tengo un poco de sospecha, intuición para mí es algo que tiene que ver con los ‘caminos facilitados’ por lo inconsciente, que son pura repetición.
En todo caso hice el camino inverso, seguí indicios desde cierta indigencia, incluso imprudencia. A su vez el libro hizo algo en mí, como dice Oscar Masotta, “hizo algo en mí, tal vez sin mí”.
RP: -En la historia asoma un reflejo como en antagonía que vive la familia Leblanc con la de sus amigos Leone, que llenarían las grietas de lo no dicho sobre lo que ocurría en los tiempos de la dictadura. ¿Fue un recurso buscado?
LB: -La historia misma fue pidiendo esa “otra historia”, como un espejo, pero es espejo de Medusa, que refleja no una buena imagen, sino el horror. Se hizo necesario mostrar el horror, no sólo la banalidad o la inocencia, o como quieran llamarlo.
La historia del segundo Sabanita es una historia real, que estaba más cerca de lo que pensaba, no la busqué, la encontré, y el trabajo de armado de esa narración lo hice junto con uno de sus hermanos.
Lo que me parece interesante es que las historias de las dos familias pueden ser las de muchas familias de la clase media argentina de los años ‘60 y ‘70. Una de las preguntas que atraviesa la escritura es ¿qué es lo familiar?, pero también ¿qué especificidad tiene la familia de clase media argentina que se formó desde mediados de siglo XX? Es decir, hay en la historia de esa familia particular, un pequeño fresco sociológico.
RP: -La primera vez que aparece la palabra “sabanita” en la historia es en un capítulo de inocencia, de los primeros objetos de ese matrimonio que tenía todo el futuro de una familia numerosa por delante. Ahí es un objeto inocente de varios otros que se enumeran. Luego aparece el personaje Ruso Stein creador del amplificador, sobre el cual creí que recaía el camino de la historia y me comí el amague. Luego está el joven desaparecido, Sabanín, sobre el cual no solo se desmanta el velo del título de la obra, sino que también pusiste en él todo un esfuerzo de investigación junto a su hermano. ¿Pensás que hay algo de búsqueda de reparación histórica ante ese incómodo ‘no sabíamos’ familiar?
LB: -Si, creo que sí, fue un proceso muy profundo de posicionamiento respecto al ‘no sabíamos’ un clásico de gran parte de la sociedad, pero también un clásico de la pasión por ignorar propia del ser humano.
De alguna manera fue intervenir ese olvido, y si hay reparación, es de una mínima historia personal. No sé si alcanza a colmar otras pretensiones. Te puedo decir que no soy la misma después de escribir esta novela. Hay algo del encuentro de una posición más sólida, de una voz que voy puliendo, hay algo de una posición que pienso sostener. Me di cuenta de que tengo algo para decir y que quiero decirlo.
RP: - ¿Cómo juega la ética en esa historia familiar, que termina evidenciándose en la rebelión de la hermana mayor?
LB: -El antagonismo principal de la novela es entre la hija y el padre, muy productivo para la novela, auspicioso en términos literarios. Pero hay un tercer personaje que es la hermana mayor, que le muestra otro mundo a Corina. Por eso termina con una apuesta a lo fraterno como modo de salir de esa encerrona dialéctica de recriminaciones. Si juega una ética, es la ética del bien decir. En términos muy íntimos, mi propio decir se juega por la memoria, para poder olvidar, por la verdad, hecha ficción, y por la justicia… poética.
RP: -Es liberadora la imagen sobre la plaza de fiesta en el regreso de la democracia, la protagonista sin entender mucho qué se celebra, la pérdida en la existencia y luego el abrazo. ¿Qué devoluciones hubo de tus hermanas y de tus padres?
LB: -La novela termina en el año ’83, fue una decisión terminarla con esa apertura, ese respiro, esa mirada al porvenir, o por lo menos lo fue en ese momento de apertura democrática. La novela es mi propia construcción, que no necesariamente es la historia que vivió cada uno de los integrantes de mi familia.
Aparte de que es una ficción, tiene toda la carga de sentido –y sinsentido- que da la escritura. No intenta juzgar la vida de los otros. Mis familiares la tomaron cada uno a su manera y los respeto. Pero yo no la escribí para ellos, uno no puede escribir pensando en caerle bien a la familia, o por lo menos no es la literatura que me interesa.
Escribí esta novela sobre todo para contribuir a nuestra generación, de los que nacimos en los años ‘70 y todavía estamos tratando de comprender qué pasó allí, no en el sentido histórico-social, si no en el sentido de cómo nos atravesó singularmente esa historia que nos recibió en nuestro nacimiento, que vivimos y “leímos”, porque yo creo que el niño lee lo que tiene alrededor, incluso antes de hablar.
Entonces de alguna manera esta novela es poder poner en palabras eso que leí desde niña, para escribiendo, como zurciendo, como recordando, tratar de entender, pero también para, en algún momento, dejar de hacerlo.