Gloria, ocaso y final de la Isla de los Bañistas en Alberdi
Mucho más acá de la Invernada o del Espinillo, Rosario tuvo islote propio que floreció de actividad y uso recreativo en los primeros años del siglo XX. Hasta que la explotación comercial y la indiferencia municipal acabaron con el fenómeno geográfico que terminó anexado a la costa.
Las islas emergen de lagos, ríos o mares. Casi siempre son acogedoras, testigos o no de acontecimientos históricos o pintorescos. Algunas son desiertas, pero siempre interesantes. El sólo hecho de que para llegar a ellas hay que cruzar aguas en canoas, lanchas, por puente o, sencillamente, a nado, provoca una especie de expectativa. Trasladarse a una isla siempre implica una interrupción de lo común, algo singular, con encanto siempre renovado.
Rosario tenía su isla, modesta si se quiere, isla que en el marco del majestuoso río Paraná era una de las más pintorescas formaciones de la costa, al propio pie de la barranca. Pero el abandono e indiferencia de una parte de sus habitantes, así como del gobierno, provocada quizá por insensibilidad hacia las bellezas naturales, la hizo perder.
Se encontraba frente a las barrancas de Alberdi (antes así denominado), con más precisión, entre la bajada Puccio y la calle Gurruchaga. Su largo era aproximadamente de 820 metros y su ancho promedio llegaba en algunas partes a 80 metros o más. Estaba separada de tierra firme por un brazo navegable del río Paraná de unos 40 metros de ancho.
De origen aluvional, como la totalidad de las islas del Paraná, estaba integrada por varias capas de arena, arcilla y humus, este último originado por los camalotes.
La isla era fiscal pero nadie se ocupaba de la misma, ni siquiera la comuna de Alberdi, desaparecida en 1919 con motivo de anexarse su jurisdicción al Municipio de Rosario.
En 1888 el Gobierno de la Provincia remató el islote y tres compradores se hicieron con él: Ernesto Brandt, Agustín Mazza y Félix Corte. Desde ese momento empezó la historia de la Isla de los Bañistas, que pudo ser bella, pero es considerada solo un recuerdo.
Alrededor de 1901 la isla recibió repentinamente otro nombre: algunos vecinos la llamaron Isla Filippini de acuerdo al nombre de un recreo, propiedad de un inmigrante italiano de apellido Filippini que se había establecido en el extremo norte de la isla.
Mucha gente viajaba para tomar fresco y descansar. Los que deseaban llegar al recreo Filippini debían hacer uso de la balsa. En el año 1912, en vista de que los dueños de la isla iban a darle un nuevo destino, Filippini decidió dejarla.
En ese mismo año, Félix Corte, otro de los propietarios, decidió tras 24 años dejar su parte a sus amigos (los otros dueños), quienes formaron la Sociedad Anónima “Isla de los Bañistas”.
Sin embargo, la creación de esa sociedad y el devenir de sucesos posteriores resultaron fatales para el destino de esa porción de tierra firme en el río. En resumen, había caído presa de la cruda y llana especulación comercial, ante la indiferencia del estado municipal de entonces.
La primera venta se registró en 1914, cuando surgió la discrepancia entre los socios del Club Internacional de Regatas de Alberdi (fundado el 30 de junio de 1887), establecido en tierra firme, frente a la isla.
Algunos socios se abrieron y juntos establecieron el Club de Regatas Rosario, con instalaciones en el extremo norte de la isla. Cuando Regatas se mudó a su emplazamiento actual, en la costa de Arroyito, el Rosario Rowing Club (nuevo nombre del viejo Internacional Regatas de Alberdi) compró y ocupó parte de la superficie y las instalaciones abandonadas por el club que se fue a tierra firme.
Varios años transcurrieron sin ocurrir inconveniente alguno que perturbara la navegabilidad del canal. Pero en 1932 se constituyó en un año fatal para la isla. Varias personas obtuvieron concesiones de la Municipalidad con el objeto de depositar y vender arena al borde del riacho.
De esa manera, el canal cada vez fue tapándose más y desapareciendo poco a poco. Como si eso no hubiese bastado, nuevos propietarios comenzaron a obstruir el cauce con terraplenes para ganar superficie costera.
A pesar de algunos intentos por salvar la isla, la especulación comercial de entonces pudo más. Si bien la mayoría de los “enemigos” de la isla dejaron de existir al poco tiempo, por falta de éxito en sus negocios, el daño ya estaba hecho.
Actualmente en gran parte de los terrenos donde estaba la isla persiste el Rowing Club.
Fuente: Rev. Historia de Rosario N° 15-16.