Kovadloff y la poesía como pensamiento filosófico
El pensador Santiago Kovadloff publicó un libro en el que compila 40 años de sus poesías que, reunidas, lo constituyen en sus diversas épocas, a pesar de que asegura en un diálogo intimista que no existe "el poeta, sino la poesía como un acontecimiento de inspiración, que el escritor laborioso debe cosechar"
El pensador y escritor Santiago Kovadloff atendió cordial el llamado. Se tomaba unos segundos antes de responder a cada pregunta de Rosarioplus.com sobre su nuevo libro, Hombre reunido, en el que decidió recopilar toda su obra poética en busca de “reunir los fragmentos de quien escribe”.
La obra, producto de casi cuarenta años de escritura poética del filósofo, es un recorrido por sus diversas etapas en que “cada libro representa una semblanza” de su propia identidad. La reunión de todos éstos fue sugerencia del director del Grupo Planeta y amigo de Kovadloff, Ignacio Irahola, quien en este caso quiso mostrar lo poético, pero el escritor recordó que siempre respaldó sus ensayos.
Kovadloff es conocido por sus columnas en el diario La Nación, así como por sus críticas literarias, traducciones de poetas y novelistas brasileros y portugueses como El libro del desasosiego, de Fernando Pessoa.
Quizás la faceta poética sea la que fusiona su inclinación hacia las artes con su dedicación al pensamiento crítico y filosófico, ya que sus poemas se rodean de preguntas, de observaciones, de asombros ante la vida misma, los hijos, el trabajo, los amigos. “La perplejidad ante el hecho de estar vivo”.
Deseos
Nacen, renacen,
fijan metas,
prioridades a veces efímeras,
a veces perdurables,
te transforman en eje
de mis ideas, en idea, anhelo, tema,
en obsesivo sueño
O te relegan,
te aplazan
en nombre de otras venturas,
nuevas, repentinas.
Signos, símbolos de comunión
conmigo mismo, con otros,
que no difieren al fin
de tanta fosforescencia nocturna
equívocos, fugaces,
creencia o presunción
más que verdad.
Les obedezco aun desobedeciéndolos,
aún imponiéndome rumbos voluntarios,
aún negándolos.
Me sobrepongo a ellos
con ellos.
No elijo,
no desecho:
cambian,
combaten
bajo mi nombre.
– Hombre reunido sugiere ya desde el título que lo que allí subyace es su persona en cada poema. ¿Es esa la intención?
– Absolutamente. La poesía y la filosofía están enhebradas en mis pensamientos. Aunque no puedo decir que tengo la certeza de saber mucho de mí mismo. En cada uno de mis libros de poesía, desde Zonas e indagaciones (1978) hasta Cosas pequeñas (el último), pongo en manifiesto una moción constante.
Tengo la idea heideggeriana de que con diferencias en cada etapa hay una constancia que se va preservando. Los libros expresan registros tonales diferentes en cada época, pero hay una voz perdurable. Cada libro nace de una necesidad expresiva constante, porque el mismo Heidegger decía que “el pensador tiene una sola idea, que se expresa diferente”, a la manera de un caleidoscopio.
Lo que me convoca en la poesía es la perplejidad ante el hecho de estar vivo. Me conmociona profundamente el saber que uno es el mismo toda su vida, pero que es por única vez.
De todas formas, la inspiración no es exclusiva de la poesía. Ésta es sólo un género, pero la motivación que provoca es la misma con un tono y una forma diferente. Aún en otras disciplinas la inspiración opera en igual manera, sea en una ciencia exacta o biológica.
Lo que es un auténtico misterio para mí es qué hace que algunos escribamos poesía o ensayo, y otros una novela. Prepondera una modalidad de expresión. A mí me hubiese gustado escribir una novela, pero lo mío son los cuentos, algunos infantiles. Hago algo de teatro con mi grupo. Pero nunca tuve aptitudes para la dramaturgia.
Es interesante su mirada hacia el poema, que en la introducción a Hombre reunido lo analiza como un acontecimiento que viene cuando quiere al escritor, se traduce en palabras, y se retira, inapresable. Una facultad sin dueño, y por ende no comulga con la idea de ser poeta como un oficio, ya que “no se puede ser todo el tiempo poeta y vivir inspirado por el acontecimiento que lo subyace”. El escritor no como autor del poema sino como cosechador, un laborioso que “intenta aprender qué hacer con esa inspiración. Así el poeta como concepto nace con el poema y muere una vez terminado, y revive cada vez que un lector lo lee de la forma atinada y en la oralidad.
– Entonces, si no es posible definirse como poeta ¿por qué la decisión de compilar toda su obra poética en un libro?
– Sucede que la poesía tiene una difusión monástica, y cada vez son menos los lectores que se vuelcan a este estilo. Entonces se difunde poco, con tirajes reducidos, y yo quise traer nuevamente la costumbre. Mi creencia es, como digo en la introducción de Hombre reunido, que un poema es una partitura, y la voz del escritor es su intérprete. El poema nace y se despliega en la composición; el poeta vive. Finalizada ésta, el poeta desaparece. Es ese el nacimiento de la poesía en la humanidad, ya que en la cultura griega comenzó a propagarse la poesía en la oralidad, como acto poético y a través de la música.
Después los siglos trajeron la práctica de la poesía como costumbre escrita, pero la verdadera poesía es un acontecimiento que llega al inspirado, y vive durante su escritora, para después morir. A eso llamo micromuertes de la poesía, y lo maravilloso es justamente que reviven y vuelven a morir cada vez que un lector encuentra el tono y lo lee de la manera indicada, con el aliento del escritor.