Las redes sociales se constituyeron como eje central de un escenario virtual o mediático-digital donde se alimenta y construye la conversación pública y sobre cómo se confirman nuestras creencias y refutan algunas de nuestras opiniones trabajaron Natalia Aruguete y Ernesto Calvo en "Nosotros contra ellos". Esta dupla de investigadores y docentes ya trabajó antes en "Fake news, trolls y otros encantos" (Siglo XXI) que es retomado en este segundo libro pero con diferencias, ya que si en el primero mapearon las redes sociales y analizaron las comunidades que se arman en esos espacios, ahora se abocaron a poner el foco en la forma de intervenir en ellas.

Calvo, trabajador de la Universidad de Maryland, desde Estados Unidos, y Aruguete, trabajadora de la Universidad de Quilmes y Austral, desde Buenos Aires, conversaron con Télam vía Zoom en una tarde en el medio de la campaña presidencial argentina sobre una investigación que es resultado de intercambios con distintos tipos de instituciones a partir de preocupaciones políticas, sociales y culturales.

"Hemos trabajado con muchísimos chequeadores, con instituciones universitarias y otras de la sociedad civil. Nuestro trabajo tiene un propósito académico pero sobre todo uno social y político: que esto pueda ser una herramienta de reflexión para pensarse en este momento de profunda polarización no solo política sino afectiva", sostiene Aruguete a propósito de la publicación de "Nosotros contra ellos" (Siglo XXI).

Natalia Aruguete coautora junto a Ernesto Calvo de "Nosotros contra ellos".
Natalia Aruguete coautora junto a Ernesto Calvo de "Nosotros contra ellos".

– En la presentación de la investigación aclaran que es una continuidad con el trabajo anterior, publicado en 2020. ¿Qué cambió entre un libro y otro en relación a redes sociales y medios?

– Natalia Aruguete: Aumentó la intensidad de la polarización. En ambos libros, pero en este más explícitamente, analizamos la polarización política, es decir, qué es lo que nos distingue de los otros en función de nuestras preferencias políticas o de nuestra adscripción o rechazo a ciertas propuestas, identidades políticas, ofertas. Pero también analizamos cómo se da la intensidad de nuestras distancias con los otros a partir de cómo nos interpelan afectivamente y a partir de las emociones que nos generan. La intensidad de esas distancias se profundizó, estamos más polarizados y eso fomenta la intensidad de nuestros intercambios en redes sociales, tanto los que apoyamos como los que nos generan profundo rechazo.

Otro elemento tiene que ver con los cambios en la composición no sólo de los administradores sino de los usuarios y usuarias que habitan las plataformas. Cuando hicimos el trabajo anterior, Twitter era más demócrata, más progresista, proderechos y los usuarios que habitaban Facebook eran más conservadores y más anti derechos. En este momento y en vistas del objetivo político que tiene Elon Musk también la composición de sus usuarios va migrando y hace que prevalezcan formas distintas y más polarizadas.

– Ernesto Calvo: Cuando hicimos el primer libro estábamos tratando de ver las redes de conjunto, había mucha necesidad en Estados Unidos y en Argentina de ver cómo todo conectaba con todo, entonces tratamos de entender dónde estaban ubicados y qué tipo de contenidos circulaban. Eso era importante porque había una sensación muy fragmentaria de cómo se leían las redes de conjunto. Una vez que está eso la pregunta es cómo reciben la información, cómo la procesan, entonces la visión de conjunto de redes no explicaba cómo interactuamos y qué es lo que nos polarizaba. En el primer libro veíamos polarización, teníamos la izquierda, la derecha, los cambios de perspectiva en el tema aborto pero en ningún momento podíamos explicar por qué la gente absorbía esa información, la compartía, por qué circulaban noticias falsas, de dónde circulan. El esfuerzo del libro esta vez es pasar de ver muy macro cómo las redes organizaban, a pasar a ver muy micro cómo la gente amplifica y procesa eso que está viendo en las redes. Por supuesto que es ver la diferencia entre la imagen de la polarización y cómo la gente interpreta los mensajes y se percibe polarizada.

– Plantean que tendemos más a la confirmación que a la refutación. ¿Cómo juega en ese punto que las redes y los medios estén cada vez más fusionados?

– N.A.: Me gusta hablar del escenario mediático-digital porque tanto conceptualmente como en la actividad cotidiana no hay agendas en paralelo sino distintas formas de habitar un escenario nuevo donde múltiples actores están disputando una agenda, determinados encuadres alrededor de los eventos en donde algunas perspectivas logran legitimarse y amplificarse mientras que otras tienden más a reducirse. En esa disputa los medios son un actor político más que están viendo cómo intentan disputar un poder simbólico. Una de las primeras hipótesis de las que partimos es que la polarización no depende del lugar en el cual se ubica el otro o del perfil editorial que quiere tener sino que depende, fundamentalmente, de cuál es la percepción del consumo que el usuario o usuaria tiene de ese medio.

– Hablan de los medios hostiles, ¿qué implica?

– N.A.: La percepción de hostilidad por parte de los medios tiene que ver con que hay usuarios que están ubicados en determinado lugar del espectro ideológico y ven a determinados medios muy hostiles y lejanos, por ende la percepción que tienen es que esos medios no sólo tergiversan el relato de la realidad sino que lo tergiversan jugando a favor del enemigo.

O sea que esa cobertura es contraria a la percepción de la realidad que tiene el usuario que expulsa ese medio. Por el contrario, hay otros usuarios que asimilan a ciertos medios y sienten que están jugando a favor. Esta sensación de hostilidad con el medio o de percibirlo como que está sesgado para el otro lado, y por ende el nivel de reputación del medio baja, puede pensarse como modelo para cualquier tipo de interacción. Podemos pensarlo con los políticos o con los fact checkers (en referencia a quienes se dedican a verificar datos). Una de las cosas que hemos observado es que cuando hay hostilidad con determinados tipos de correcciones que refutan las creencias que tiene la usuaria o el usuario hay una respuesta hostil ante el fact checker al que se lo puede ver como sesgado políticamente. La hostilidad o la refutación tiene que ver con una distancia percibida entre el lugar en el que se autoposiciona el usuario y el que ve al otro medio.

– E.C: Una forma de ejemplificarlo es un votante moderado que está en el centro y percibe quizás que La Nación es de centro o centro derecha. Uno que está a la izquierda percibe que es de extrema derecha. Uno que está a la derecha lo percibe como un medio moderado. Eso lo vemos con todos los medios, no tienen una posición fija en el espacio sino que los sesgos de la gente cambian de acuerdo al tipo de contenido.

Sobre cómo se integran medios y redes sociales, estamos analizando cómo la gente navega en las redes sociales y vemos que hay un 6, 8% de la población que tiene Twitter e interactúa de forma más o menos habitual. Lo que la mayoría no sabe es que hay un cuarto de la población que no tiene Twitter pero accede a través de un medio digital. Eso es así entre los medios digitales y Twitter y otras redes tradicionales: cerca de un tercio de los ingresos a los medios tradicionales ocurre a través de redes sociales. El nivel de integración es altísimo.

– Hablan de fake fake news, se redobla esa apuesta, ¿por qué?

– N.A: Hay distintos tipos de estrategias de fake news que, incluso, tienen que ver con el contenido: cuando uno lanza una falsedad, una falsedad a medias, descontextualiza una información o tergiversa y descontextualiza un tipo de información. Son distintas formas de generar fake news en el sentido de que la estrategia lo que busca es capitalizar políticamente una operación de información que es conveniente para determinado sector. En los estudios nos encontramos con una variante que nos resultó singular y es cuando una cuenta fake propone o pone a circular una fake news presentándose como un medio que hace sátira política. Observamos que ese tipo de cuentas intervienen de manera coordinada con otras en cuestiones de desinformación más complejas que incluyen a otros actores y además consistentemente están dañando a un determinado sector a partir de lo que sería su sátira política. Entonces son fake fake news porque hacen una operación convencional pero, por otro lado, se amparan en la figura de la sátira política. Desde el rol del fact checker es muy difícil corregirlos. ¿Por qué habría de corregirse el humor político si es una forma de ejercer la libertad de expresión?, aunque en el caso de algunas cuentas llama mucho la atención que se trate de intervenciones en redes sociales que consistentemente buscan dañar y vulnerar a determinados actores.

– E.C.: Hay 50 noticias que publican estos medios pero hay siempre una fracción de ellas que no es posible identificar como sátiras o noticias entonces se viralizan. ¿Cómo hace uno para corregir una noticia que es falsa y se presenta como sátira? Lo más impactante de los casos que mostramos tanto en Argentina como en Estados Unidos es que los autores de la noticia usaron eso como una forma de atacar al fact checker y mostrar que su actividad es poco profesional. Como se viralizaron políticamente y producen daño político, los fact checker no tienen opción salvo intervenir. El problema de esta inmunización que logran las fake fake news es que si los fact checker intervienen debilitan su posición como tales y si no intervienen se ven enfrentando una campaña de viralización de información que es tóxica y es distribuida como si no lo fuera.