Enterate por qué Facebook no quiere que te enamores
A la red social del "libro de caras" no le gusta que la gente se ande enamorando, y mucho menos que comience una relación amorosa. No es por celos: los números indican que a más enamorado el usuario, menor su participación
La red social Facebook vive de la actividad de sus usuarios. La mayoría de las personas con una cuenta activa en esa plataforma no hacen un uso consciente de sus reglas de juego: dar like a una publicación, comentar el estado de un amigo ó compartir el video de una Fan Page habla mucho de nuestro estado sentimental.
Aunque usted no lo crea, para Facebook todas esas acciones son datos, información que cruzan con otras como los sitios que visitamos, las búsquedas que realizamos en Internet, las cosas que compramos, etc., a todo lo cual tiene acceso el algoritmo de la red social.
Al cruzar todos los datos, la red de Zuckerberg arroja una especie de “definición” parcial de lo que somos, de nuestros hábitos, nuestras preferencias, aversiones y, lo más importante: nuestras acciones que, en un contexto consumista como el actual, son vistas esencialmente como actos potenciales de consumo.
Con estos datos de sus usuarios, Facebook es en una de las empresas que mejor aprovechó la “autoexplotación” tan característica de nuestra época, en la cual el individuo trabaja y ofrece el producto de su trabajo gratuitamente a una entidad abstracta sin ser conscientes de esto, gustosamente, pero también ciegamente.
Para evitar ser producto de su explotación hay varias salidas: la más evidente es abandonar Facebook, claro. Pero esto es sencillo ya que se trata de una red con características altamente adictivas (y esto no es una metáfora, sino un diagnóstico real).
Una segunda opción es crackear su algoritmo, inutilizarlo, volverlo obsoleto con nuestras propias acciones, como hizo un hombre que dio “me gusta” a todo lo que vio en su feed durante 48 horas continuas.
Y la tercera alternativa, aunque parezca mentira, es enamorarse. Sí, Cupido sería el peor enemigo de la megaempresa basada en la red social. Es que un estudio realizado por los propios analistas de Facebook y publicado el Día de San Valentín, día dedicado al amor, se observó que “una relación amorosa incide directamente sobre la actividad del usuario en la red social, pero no de la mejor manera para la empresa”.
De acuerdo con la data analizada, el cambio de estado en Facebook a “En una relación” implica un notable descenso en la actividad al interior de la red social. A partir de que la relación amorosa comienza oficialmente para Facebook, la actividad del usuario puede bajar hasta a 1.53 publicaciones por día, el pico más bajo, 85 días después del inicio de la relación.
Comparativamente, durante la soltería esta misma actividad puede alcanzar 1.67 publicaciones al día, 12 días antes de iniciar la relación.
¿Esto es casual? La explicación más sencilla, que dan los propios analistas de Facebook, es que dicha baja en la interacción con Facebook se explica porque “presumiblemente, las parejas deciden pasar más tiempo juntos, el cortejo termina y las interacciones en línea ceden su lugar a un mayor número de interacciones en el mundo físico”.
Sin embargo, al respecto también podríamos recuperar una de las tesis más interesantes que Byung-Chul Han sostiene a lo largo de su libro La agonía del Eros. De acuerdo con el filósofo de origen coreano, “la salida al laberinto narcisista en que nos sume el régimen económico e ideológico de nuestra época es la relación con el otro, particularmente la relación erótica, la cual por definición no puede ser ni instrumental (en la que se mira únicamente por la utilidad o beneficio que algo o alguien nos reporta) ni egoísta. El otro, en esencia un desconocido, conjura el infierno de lo igual en que vivimos, nos saca de nuestro yo para ir al encuentro de la diferencia”.
Por eso, por lo que simboliza y condensa Facebook –narcisismo y autoexplotación, sobre todo– es posible que lo mejor que podamos hacer para evitar sus efectos nocivos en nuestra psique y nuestra sociedad sea enamorarnos y entrar en una relación efectiva con el otro.