Para ser maestro se necesita mucho más que voluntad
En estos vertiginosos días, previos al comienzo de clases, se están escuchando infinidad de opiniones acerca de la enseñanza en la escuela. Ante la inminencia de un paro docente, un voluntarioso ciudadano ofreció a la Gobernadora de la provincia de Buenos Aires, a través de una red social, dar clases sin ser maestro. Lo más llamativo es que en Twitter, a menos de tres horas del anuncio, con el hashtag #VoluntarioDocenteNoAlParo ya había más de 15.000 tweets y la gente se ofrecía a “dar clases de lo que saben”.
La primera y reduccionista lectura podría hablar de la solidaridad y empatía de algunos ciudadanos frente a la pérdida de días de clases y de cómo muchos quieren ayudar a resolver los problemas de nuestro país.
Ahora bien, doy vuelta la taba y pregunto: ¿Qué pasaría si yo me ofreciera a intervenir en terapia intensiva para bebés? Como trabajé casi tres años como Estimuladora temprana en Neonatología podría ofrecerle al Gobernador provincial que me tomara para reemplazar a médicos, en caso de un paro de Salud, por mi vasta experiencia en ese recinto hospitalario. Sin embargo, si esto ocurriera, todos me tomarían de loca y desubicada porque podría matar a alguien si mi intervención no fuera la adecuada. Y, aunque usted no lo crea, lo mismo sucede en Educación.
Un docente se prepara durante cuatro años o más para formarse como tal; a su vez, hay que agregarle la capacitación continua que se le exige para trabajar, la cual, sumada a la socialización profesional, es decir, a la experiencia que va incrementando en las escuelas, harán que pueda planificar el qué y el cómo trabajar en su aula y que sus decisiones sean las mejores o las más nefastas para un alumno.
Enseñar es mucho más que pararse en el frente y narrar una anécdota histórica o demostrar un teorema. Si bien son valorables las buenas voluntades que quieren ayudar a la institución educativa, es necesario aclarar que el conocimiento disciplinar, de una materia determinada, es necesario, pero no suficiente para dar clases. Se requieren de conocimientos de Didáctica general y la Didáctica específica de la disciplina, de las características de las infancias y/ o las adolescencias de hoy y de los contextos en donde estos niños o jóvenes están insertos.
La maestra ya no es considerada “la segunda mamá”. Quien está al frente de un grado es un profesional preparado y formado para tal fin, para tomar decisiones acerca de qué enseñar, cómo hacerlo y con qué recursos didácticos. Si fuera tan fácil como lo plantean algunos, alcanzaría con tener a mano a Google, este motor de búsqueda que pareciera tener toda la información. Incluso, se lo podría comparar con el Enciclopedismo moderno, este movimiento cultural que pretendió acumular todo el conocimiento humano en una Enciclopedia, donde D'Alembert, Diderot, Montesquieu, Rousseau, entre otros, fueron quienes, a mediados del 1700, pretendían reunir todo el saber científico de la época. Sin embargo, un sitio con información sólo es eso, un espacio de consulta y no alcanza para reemplazar a un docente.
Ser profesor no implica tener cantidad de información, sino distinguir cómo emplear lo que se sabe, cómo acceder o cómo manejar dicha información y cómo aprender más, aún a punto de jubilarnos.
Enseñar es mucho más que hacer estudiar de memoria datos e información vacía de un manual o de fotocopias roídas; involucra proponer problemáticas variadas para que los estudiantes aprendan. En definitiva, implica abrir la clase a diferentes abordajes, que no siempre es el de quien enseña; pero, para ello, necesitamos de docentes muy preparados con una visión multicultural respecto de los sujetos con quienes trabaja.
Un médico, un Ingeniero, un Contador, como otras tantas profesiones, se prepararon para trabajar en espacios específicos relacionados con su profesión. Si quieren dar clases, tal como dice la ley, deben prepararse para ello; es decir, si no hacen la carrera docente, no están habilitados para estar en un aula.
Por tanto, se agradece a los voluntarios, pero enseñar es una tarea que requiere de mucha preparación ya que trabajamos con sujetos con historias de vida y, si se hace mal y se comete un error, se puede matar, aunque el otro no se muera.