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El anuncio de Donald Trump de suspender la financiación estadounidense a la Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo palmaria una realidad que muchos intuían. Los Estados Unidos ya no son el país de antaño que conducía a la humanidad -o al menos a Occidente- en sus momentos de extravío, de crisis, de dificultad. El gobierno de Trump se propuso en sus inicios dejar el rol de policía global, de conductor colectivo -posición adquirida sobre la base de su situación de primera potencia planetaria-, para pasar a concentrarse en resolver sus problemas interiores y ofrecerle a su habitantes un supuesto bienestar a partir de una mirada más aurreferencial de la realidad local y mundial. De eso se trataba el slogan Make America great again. Pero el magnate -como se dice en el barrio- se pasó de rosca. La subestimación de la pandemia, de lo que sucedía puertas afuera, terminó por exponer las miserias políticas, económicas y humanas puertas adentro. El hecho de que los Estados Unidos no sean actualmente capaces de liderar, no ya al mundo, sinó su propia crisis sanitaria, es un síntoma innegable de la decadencia tantas veces anunciada pero nunca tan visible como ahora de la gran potencia mundial.

Se hace notorio que Donald Trump busca en la OMS un chivo expiatorio que le permita purgar sus propias responsabilidades ante la crisis que golpea duramente a su país, especialmente en un año electoral. Recuérdese que el 3 de noviembre el presidente competirá para buscar su reelección.

Trump tenía el camino bastante despejado para alcanzar su objetivo hasta hace dos meses. Pero la crisis sanitaria abierta por el Covid-19, que involucra la subestimación del problema, la falta de previsión y la impericia en la gestión por parte de su propio gobierno, se agrega al abandono que Trump hizo del Obamacare, que hubiera permitido ofrecer una respuesta desde la salud pública a millones de estadounidense en situación vulnerable. Además, en el frente político, el opositor Partido Demócrata logró en plena crisis unificar voluntades detrás de Joe Biden, el exvicepresidente de Barack Obama. De este modo, el panorama con miras a noviembre se enrareció tanto, que Trump hizo lo que suele hacer en estos casos: sobreactúa su enojo y le carga la responsabilidad sobre otro. Buena parte del éxito personal de Donald Trump, tanto en su faceta empresaria como política, consiste en no reconocer jamás una equivocación o un fracaso.

Sin embargo y pese a lo expresado, debe reconocerse que en buena medida el enojo de Trump con la OMS tiene fundamentos.

Los organismos globales responden a intereses

La pandemia puso en evidencia algo que se sabía pero que quizás para muchos pasaba inadvertido: las organizaciones globales no son inmaculadas, responden a los intereses de quienes las financian. Respecto de la OMS debe decirse que, durante los últimos años, Occidente fue descuidando a este organismo que funciona en la órbita de la Organización de las Naciones Unidas, en beneficio de otros que fueron considerados prioritarios, a saber, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial de Comercio (OMC) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La OMS quedó al borde de la irrelevancia operativa, con un presupuesto menguante en un contexto en el cual a Occidente le resultaban más importantes los ámbitos financiero, comercial y militar que el sanitario. 

Es en ese contexto en el cual China comenzó a ocupar los espacios vacíos que dejaron sus adversarios luego del brote del SARS en 2003. El gobierno chino advirtió entonces la importancia de la OMS en casos de crisis sanitaria. Dicho de otro modo, las autoridades chinas advirtieron hace años lo que buena parte de la opinión pública global advirtió de golpe recién ahora.

La OMS adoptó al inicio de la crisis sanitaria global desatada por el Covid-19 una actitud casi obsecuente con China. El siguiente tweet de la OMS, fechado el 14 de enero, pasará a la historia: las investigaciones preliminares de las autoridades chinas no han hallado evidencia clara de transmisión humano-humano del nuevo coronavirus identificado en Wuhan, China. Es posible que en ese momento no hubiera evidencia clara, pero sí había indicios de lo contrario, puesto que dos semanas antes, las autoridades sanitarias de Taiwán sospechaban que el virus se transmitía entre personas y así lo notificaron a la agencia internacional de regulación sanitaria de la ONU. El problema es que el gobierno de Taiwán debe recurrir a ese mecanismo para compartir este tipo de información con el mundo, dado que está excluida de la propia OMS por las presiones de China, que reclama la soberanía sobre la isla. De ese modo la OMS ignoró y silenció a una de las pocas democracias que pudieron lidiar de forma efectiva con el virus, puesto que Taiwán utilizó la previsión, la tecnología y la transparencia para frenar su avance. Es menester destacar que, al momento de la redacción de este artículo, Taiwán que se encuentra a 130 kilómetros de China, con 23 millones de habitantes y que podría haber quedado a merced del Covid-19, sólo registra 395 casos positivos y 6 muertes. 

La OMS tampoco expresó rigurosidad respecto de las cifras de contagiados y fallecidos provistas por China a la comunidad internacional, cuestionadas no solamente desde los Estados Unidos, sinó también desde Japón y la Unión Europea (UE). 

Pero para comprender el alcance de la influencia china en la OMS es necesario conocer cómo se financia la organización. Para empezar, no depende económicamente de China, cuyas contribuciones apenas rondan los 90 millones de dólares, menos del 10 por ciento de lo que aportan los Estados Unidos. Sin embargo, el talón de Aquiles del organismo se encuentra en que las aportaciones estatutarias de los 194 países miembros de la ONU tan solo cubren un quinto de los gastos del ente multilateral, cuyo presupuesto operativo para el bienio 2020-2021 ronda los 5 mil millones de dólares. El resto se financia a través de aportes voluntarios de Estados y de organismos privados, fundaciones filantrópicas y ONG´s. Esta situación deja a la OMS -con más de 7 mil empleados en 150 países- muy vulnerable ante los grupos de presión de farmacéuticos y ante los vaivenes de los posibles donantes. Con los Estados Unidos en plena retirada del frente global y con la UE sumida en sus debates internos como el Brexit, la imagen de China como posible pilar de la OMS se fortaleció dentro de la organización.

Horfandad de liderazgo

Ante este panorama, con la OMS convertida en un ámbito de disputa de poder entre los Estados Unidos y China, y el anuncio de Trump del pasado martes respecto de que no financiará al organismo, la situación amenaza con escalar y poner bajo amenaza la existencia misma de la organización, en un momento en el cual -independientemente de todo lo expresado- es más necesaria que nunca. 

La diplomacia europea, crítica con la conducción de la OMS, expresó sin embargo el desacuerdo con la medida adoptada por el presidente estadounidense. Pese a ello, los europeos tampoco parecen estar a la altura del conflcto. La UE no consigue alcanzar acuerdos internos respecto de cómo combatir la pandemia, ni de cómo levantar las cuarentenas, que también se implementaron de manera individual. 

En suma, con los Estados Unidos en declive y sumidos en su monumental crisis sanitaria, la desconfianza que provoca China en la comunidad internacional, la UE sin coordinación, y los organismos internacionales duramente cuestionados o en silencio, puede concluirse que el mundo se encuentra huérfano de liderazgo en un momento crítico. 

Pero no todo se reduce al pesimismo. Curiosamente, una sociedad individualista y anárquica como la argentina, con todos sus problemas a cuestas, parece actuar de manera bastante organizada. Quizás, cuando la crisis sanitaria global sea superada, los argentinos podamos mirar hacia atrás y  dar cuenta de un aprendizaje común que nos acerque a la madurez.