Martín Rechimuzzi: "La verdad no existe"
POR LISANDRO AIRA
“Es una obra que está viva”, define el actor Martín Rechimuzzi. El humorista se refiere a “¿Qué pasa hoy acá?”, el show que este sábado estará copando el Vorterix Rosario y que protagoniza junto a la actriz Érica Rivas. “Es muy flashera la mutación de la obra. Hay cosas que sembramos intuitivamente en un principio y después se van desenvolviendo, creando capas de significación que antes no habíamos entendido. Eso está buenísimo”, asegura.
“¿Qué pasa hoy acá?” es un happening teatral que, según sus organizadores, “invoca espíritus parakulturales noventeros argentinos”. La invitación a la obra es para “armar juntes un nuevo mundo” y, según Rechimuzzi, “lo que termina pasando es que en el escenario somos dos zafarranchos diciendo cualquier barbaridad y haciendo reír”.
En diálogo con este medio, el artista habla del show y de los ‘90, reflexiona sobre la posverdad, la conspiranoia y los valores que se ponen en juego a la hora de asumir verdades. “¿Qué pasa hoy acá?” se presentará el sábado 12 de noviembre a las 20 y 22 en Vorterix Rosario (Salta 3519). Las entradas se pueden adquirir en eyticket.com o en Amadeus (Córdoba 1369).
- ¿Cambió el público con la postpandemia?
- El público viene cambiando constantemente, incluso antes de la pandemia. Siento que en realidad es algo que está vivo, no lo pienso como algo estático sino que el desafío es buscar todo el tiempo un diálogo con lo que está sucediendo. Eso es lo que buscamos plasmar en la obra, por eso la llamamos “Happening”: porque no es una dramaturgia cerrada sino que estamos todo el tiempo repensándonos en término de qué es lo que estamos contando, cuál es la repercusión y cómo nos atraviesa socialmente.
- ¿La obra es una búsqueda under de los ‘90?
- Totalmente, la búsqueda fue esa. Si bien con Érica (Rivas) nos divierte mucho la figura de Urdapilleta también hay otras figuras que nos divierten pero también nos parece que no hablen en el presente.
- ¿Qué fueron los ‘90 para vos?
- Mi infancia, la televisión que era un componente de la familia. En términos políticos, si uno mira para atrás, hay algo de los ‘90 que es el desconcierto que se venía, después de la dictadura, la vuelta a la democracia. Esa olla a presión que no terminaba de reventar, revienta con lo paracultural. Buscamos llevar este reviente al escenario.
- En los ‘90 vimos que estaba todo bien, y al final era una mentira. ¿Hubo una postmentira? ¿Hay algo después de la postverdad?
- Creo que la postverdad es un concepto que nos dimos hace algunos años para entender ciertas cosas, pero ese fenómeno está lejos de retroceder, todo lo contrario. De cualquier modo, la postverdad siempre aparece como algo muy novedoso y la postverdad entendida como la primacía de las sensación o el sentimiento sobre el contenido se rastrea incluso en el origen de la religión. No hay algo novedoso en la postverdad en sí, lo que sí me parece es que las técnicas que se van dando año a año relevan la semiología de poder construída, entonces lo que sí es muy novedoso es la forma en la que tenemos hoy de relacionarnos, de construir comunidad y, obviamente, eso está ligado a los fenómenos digitales que nos tocan vivir, incluso a las nuevas identidades. Por ejemplo, anoche fui a una fiesta y conocí a muchos que eran tiktokers y lo que es un tiktoker en sí no tiene mucho que ver con lo que es un youtuber o con alguien que trabaja en instagram o alguien que fue flogger.
- ¿Cuáles son esas diferencias?
- Para empezar, el tipo de significación o propuesta que tienen. No están produciendo una pieza para subirla a las redes, sino que la cámara irrumpe en su vida, como lo que pasa en las stories de instagram. Es un paso adelante, la no-producción, la vida registrada, un post-reality show. Y también es lo insondeado. En TikTok podes pegar un video de millones de visualizaciones que no está asociado a vos. Por ejemplo, una caída. Si venís de otras redes es bastante complejo sumarte a TikTok.
- ¿Qué pensas de las teorías conspirativas, del “todo es válido”?
Circula entre nosotros una nueva forma de visualizar y de ser visualizado. Yo no creo que haya una oficina de gente decidiendo esto. Obviamente, las cuotas de poder son asimétricas. Hay gente en cargos decisivos que interviene directamente en nuestra cotidianidad y confirmación de vida, pero no creo que sea un espacio organizado, creo que ese es un espacio es anárquico. No creo que exista una oficina de malos.
- ¿Qué se puede hacer para comunicar cuando todo puede ser mentira?
- Yo pienso que no existe la verdad, entonces frente a eso todo lo que se plantee de alguna manera está sometido a una reflexión, a un ejercicio, a una configuración política. Hay, obviamente, hechos fácticos que acontecen y eso interviene. Pero asumir que hoy en día hay verdades es defender valores. Después de tanta época, por suerte, hemos puesto en revisión valores que nos parecían intangibles, como la familia por ejemplo. Frente a todo eso, hay una caída de los tótems y lo que queda en última instancia es una y otra vez pensar y re-pensar cuáles son los valores que instituyen a cada persona y cada comunidad.
- ¿Consideras que se viene un futuro sin género o que la resistencia de los valores tradicionales va a triunfar?
- Yo creo que ya eso está pasando, no creo que se llegue a un territorio final. No pienso al futuro como algo que va a pasar, sino que va sucediendo. Hoy en día por suerte las personas no se significan en un binarismo tan simple sino que son personas y a partir de eso uno se performatea para vivir.
- ¿Para quién está dirigido el show?
- Es un show de humor dirigido a cualquier persona que tenga ganas de sentarse a reír un poco. Es una sucesión de sketches que nos da mucha felicidad hacer. Es un show que nos gustaría ver, lo cual es un gran indicador. Por suerte, además, la recepción en Rosario fue muy buena. En una semana agotamos la primera función así que decidimos agregar otra a las 22. Y si me diese el cuerpo agregaría otra función porque me da mucha alegría hacerlo. El compromiso es feroz, en el escenario lo dejamos todo, no bajamos en ningún momento, nos cambiamos ahí, es todo una locura, es como un grito muy continuado. No podemos hacer más de dos funciones, sino directamente nos internan.