Un equipo de científicos constató en ratones que el sentido del tacto surge en el cerebro antes del nacimiento y no después, como hasta ahora se había defendido.

Esta es la principal conclusión de un estudio que publica Science, liderado por el español Instituto de Neurociencias de Alicante, centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

La superficie del cuerpo humano -dedos, brazos, piernas- está representada en la corteza cerebral en una banda transversal que se denomina corteza sensorial. En ella, hay una especie de "mapa cartográfico" en el que cada parte del cuerpo ocupa un lugar distinto dependiendo de su uso y sensibilidad, explica a Efe Guillermina López-Bendito, autora responsable del estudio.

Por ejemplo, las manos son las que tienen la mayor extensión en ese mapa; en el caso de los roedores serían sus bigotes -ahí tienen su tacto-.

Cada una de estas regiones corporales de ese mapa está conectada mediante vías neuronales a su lugar en la superficie corporal -dedos, manos, etc- y es el tálamo el encargado de filtrar en el cerebro la información que llega a través de la mayoría de los sentidos.

La información que llega al tálamo se transmite a la corteza cerebral con "una extraordinaria precisión", lo que "nos permite discriminar qué punto del cuerpo está recibiendo un estímulo externo". "Una topografía tan precisa es la base del sentido del tacto y es esencial para la supervivencia de la especie", resume López-Bendito.

Hasta ahora, se pensaba que este mapa cerebral tenía detrás dos mecanismos, uno genético durante el desarrollo embrionario y otro funcional, que empezaría después del nacimiento; aquí es cuando poco a poco el recién nacido iría activando las neuronas, por ejemplo, que representan a los dedos, y se accionaría por tanto el mapa.

Sin embargo, ahora se descubrió que este último mecanismo no es posnatal, sino que ocurre antes: el cerebro, durante el desarrollo embrionario, es capaz de construir de manera autónoma ese mapa, en previsión de lo que vendrá, relata a Efe la investigadora.

"El cerebro es capaz de autoesamblarse y colocar las neuronas en columnas, una al lado de la otra, como bloques de lego y en sintonía", apunta López-Bendito, quien añade que este estudio demuestra que antes del nacimiento las columnas corticales ya están definidas y son completamente funcionales gracias a la actividad eléctrica espontánea del tálamo.

Se trata de un hallazgo "muy gordo porque cambia la visión y constata que el cerebro es un órgano autónomo", resume esta científica, quien recalca que muy posiblemente se pueda extrapolar a humanos porque la organización de la corteza se conserva evolutivamente entre especies.

La actividad espontánea durante la fase embrionaria es esencial para el desarrollo normal del cerebro, ya que define lo que en neurobiología se denomina "período crítico", en el que los cambios plásticos son posibles pero después del cual serían irreparables. Por eso, este trabajo puede tener repercusiones en la comprensión de ciertas patologías.

(EFE)