Confort de Buenos Aires
El escritor le respondió al periodista Osvaldo Bazán quien este miércoles habló en Sí 98.9 sobre los aciertos de la gestión del PRO en CABA
Detrás de ese tono conciliador que nos gusta escuchar en el encono, un encono –que es ineludible reconocer- ha caracterizado gran parte de los discursos de estos últimos años, hay una toma de posición y hay afirmaciones que no pueden pasar sin ser respondidas. En este caso es Bazán el que las hace. Es un discurso fácil de encontrar por estos días, el de “terminar” con las discusiones, el de aceptar al otro porque piensa distinto, como justificando algo que no debe ser justificado y que es en definitiva la avalancha inesperada de votos a Cambiemos en las elecciones presidenciales. Pero en algunos casos me suena más a una introducción dulcificada para sostener lo que no se quiere discutir, lo que es incómodo. Y si encima se ocultan o se tergiversan datos objetivos con “sensaciones”, la cosa es un poco más grave todavía, sobretodo viniendo de alguien público, alguien que forma conciencia, aunque a muchos nos gustaría que no fuera así.
Según la mirada bastante particular de Osvaldo Bazán, la ciudad de Buenos Aires ha sido bien gestionada por el PRO, y es como una especie de mito o invento el temor a una posible presidencia “amarilla”. CABA tiene un PBI de 41.000 USD per cápita; es decir, casi el que tiene Suiza. Macri no sólo no cumplió con las promesas de las distintas campañas: la cantidad de kilómetros de subte, el desarrollo de viviendas, entre tantas otras cosas que quedaron sub-ejecutadas, sino que además triplicó la deuda pública de la ciudad, llevándola a límites históricos. Creó la policía metropolitana, sin solucionar el problema de la inseguridad, desfinanció la salud y la educación (no olvidemos las aulas container), y desprotegió los barrios periféricos, a los que dedicó sí un interesante entramado de punteros. Con respecto a eso, es interesante destacar que hay más de 120 denuncias penales contra el ex jefe de gobierno, no sólo la de las escuchas telefónicas, sino otras vinculadas a contrataciones millonarias directas a amigos y colegas del PRO, entre ellas al marido de María Eugenia Vidal y al inefable Niembro.
No es correcto ponerse anecdóticos, porque si de eso se trata, es posible que ningún candidato quede en pie. Pero es de una ceguera atroz defender la gestión porteña del PRO, cuando con sólo un hecho podríamos dimensionarla: el Garrahan, un hospital modelo, ha sido desfinanciado deliberadamente por la gestión de Macri, decidiendo no poner la mitad de lo que le corresponde según ley.
Si con esto no alcanza, deberíamos mirar lo que viene; invito a Bazán a que lo haga. Detrás de las mentiras del candidato de Cambiemos, y de sus virajes ideológicos según las conveniencias del contexto, sus economistas no tienen problemas en decir a boca de jarro lo que van a hacer. Incluso a Macri se le suele deslizar algún indicio. Una de esas cosas es el ajuste, el achicamiento del gasto social. Claro, para alguien que vive en Buenos Aires, que las políticas sociales sufran un recorte no debe ser problema. Lo dijeron claramente en una reunión con empresarios: Melconian, Espert, y Broda. Uno de ellos, con una sonrisa cínica, dijo que había que decidir cómo hacer el ajuste, si de a poco o de una vez. Así, sin eufemismos. O las declaraciones de Macri al diario Clarín, en las que afirma que va a igualar el dólar oficial y el ilegal en un solo tipo de cambio. Devaluar un 20%, la propuesta que Melconian no tiene empacho en repetir en cuanto programa es invitado. También en esa reunión, el think tank del PRO afirmó que las paritarias son un concepto “fascista”, que el Estado no debía interferir entre los empresarios y los trabajadores.
Acepto que en un debate es importante, diría que fundamental, escuchar y ponerse en el lugar del otro. Pero combato fervientemente el conformismo y la aceptación ante un retroceso a los períodos más sinestros de la Argentina, después de la dictadura militar. No por eso voy a culpar a los que voten a Macri por tal o cual razón, pero no voy a callarme la boca y se los voy a cuestionar, sobre todo a los lo hacen y que han sido beneficiados por un sinnúmero de políticas públicas que fomentaron la industria, el consumo, que bajaron los índices de desocupación, que permitieron la aprobación de leyes que han reparado y recuperado derechos fundamentales. La democracia es una responsabilidad compleja que trasciende el derecho de elegir. Supone la concepción de un colectivo, y que de cada actitud individual debe surgir la preocupación por todos y cada uno de los que forman ese colectivo. Las bases de una propuesta de centro derecha socavan los derechos de los que menos tienen porque su razón de ser, el ánimus de su existencia, es la prevalencia del mercado sobre cualquier otra cosa. No se trata de Macri o Scioli, se trata de qué hacemos con el Estado que estamos reconstruyendo desde 2003, después de la debacle neoliberal. Esta nueva cultura política que propone el PRO, seductora y colorida, reproducida por este tipo de discursos conciliadores que suenan más a discursos de “fiestas de reencuentro” que a retórica política, esconden la reposición de decisiones a la medida de los empresarios y de los organismos internacionales, algo que los argentinos hemos vivido ya, aquí en Santa Fe, y en las “recoletas” calles de la capital.