__tadevel:head__

El próximo 31 de octubre se llevará a cabo el Operativo Enseñar, un dispositivo del Gobierno nacional para concretar una evaluación a estudiantes, futuros docentes, que estén realizando su residencia. 

El examen se realizará de forma simultánea en 519 institutos de formación docente de todo el país y se evaluará a 31.600 estudiantes del último año de las carreras de formación docente de Primaria y materias del ciclo básico del Secundario. Se trata de una evaluación anónima que, según explicaron desde el ministerio de Educación, tiene como objetivo  obtener una radiografía de la situación y así ajustar luego los programas de formación, con el propósito fundamental de retroalimentar al sistema formador. Las autoridades señalaron que quieren saber dónde estamos parados en términos de formación docente.

La evaluación tendrá carácter censal en la ciudad de Buenos Ares, y en las provincias de Jujuy, Mendoza, San Juan, Río Negro, San Luis, La Pampa y Tierra del Fuego; es decir, se les tomará a todos los alumnos de los distintos profesorados de esos distritos. En el resto del país, se realizará sobre una muestra representativa. En total será evaluada el 68% de la matrícula y los resultados se conocerán en abril del próximo año.

Según detalló la secretaria de Evaluación Educativa del ministerio de Educación de la Nación, "se evaluarán aspectos de comunicación (lectura y escritura), así como criterios pedagógicos (planificación de la enseñanza, implementación de estrategias de enseñanza y evaluación de los aprendizajes). También se realizarán encuestas de percepción para saber qué y cómo piensan los futuros docentes".

Ahora bien, cabe preguntarse, ¿Es bueno evaluar? Sin lugar a dudas que sí; y, así como evaluamos en las escuelas a diario, no sólo es necesario examinar a los estudiantes, sino también qué y cómo enseñamos a fin de mejorar las prácticas áulicas. Pero, en este nuevo Operativo se vuelve a repetir un examen cuantitativo, al igual que el operativo Aprender tan cuestionado, elaborado por especialistas, sin la participación de los involucrados; es decir, no hay diálogo ni construcción del dispositivo con el Instituto formador. Por qué no pensar alguna alternativa en que pueda dialogarse sobre la elaboración y aplicación del mismo, donde, de alguna vez por todas, superemos el verticalismo que caracteriza a los exámenes en las instituciones educativas.

Tampoco queda claro cuál es el fin último del Operativo; más allá de lo planteado, podría haber finalidades muy ricas, aunque también muy pobres o finalidades muy perversas. 

Asimismo hay que plantear una metodología diversa para que pueda reflejar la complejidad en las que los Institutos de formación docente y los estudiantes se hallan insertos.

No caben dudas que un docente comprometido y responsable acepta la evaluación como parte de su formación, pero es necesario que quede bien claro cuáles son  las condiciones  de aplicación y con qué objetivos a futuro para el sistema educativo se implementa. De lo contrario, si no queda explicitado, el dispositivo se vuelve frágil y los resultados inconsistentes y confusos.