La lógica de la inflación y las paritarias
La inflación de abril medida por el IPCnu fue de 1,14 por ciento, un valor coherente con el proceso de desaceleración de los precios que tiene lugar desde mediados del 2014. Si la tasa mensual se mantuviera dentro de los valores actuales, llegaríamos a diciembre con una inflación cercana al 15 por ciento anual. No alejarse significativamente de ese valor es una meta del equipo económico del gobierno. De lograrse, el costo de vida para este año se incrementaría en la mitad de lo que se incrementó el año pasado. Además, de este éxito depende también el éxito de la política cambiaria frente a las presiones devaluacionistas.
Para el gobierno, no se trata solamente de entregar una economía en buenas condiciones: en las próximas elecciones se dirime la continuidad o el final del modelo económico, social y político que se construyó desde mayo de 2003. Este es el contexto en el que tiene lugar la actual negociación paritaria entre sindicatos y cámaras patronales.
La ortodoxia económica plantea que todo aumento en los salarios nominales se traslada inmediatamente a precios y que el poder adquisitivo, la distribución del ingreso, el empleo y el nivel de producción no cambian. Las teorías heterodoxas dicen algo diferente: los incrementos en los salarios nominales suelen producir una mejora de todas esas variables y los precios crecen menos que proporcionalmente.
Durante la mayor parte del actual modelo se logró, con el mecanismo de las paritarias, un incremento constante y significativo del poder adquisitivo del salario. Incrementar ese poder adquisitivo va de la mano con aumentar la producción de bienes destinados a la materialización del mismo. Es decir que se necesita que la economía crezca. Los últimos años esto encontró serias dificultades, debido a problemas de la denominada restricción externa: el crecimiento del producto y del poder adquisitivo de los salarios, tienen un efecto negativo sobre el comercio externo. En un contexto de dificultades económicas de nuestros clientes, de pagos internacionales por deuda externa, de necesidad de importación de combustibles y por el conflicto aún no resuelto con los fondos buitres, este problema cobra una singular relevancia.
El crecimiento del poder adquisitivo de los salarios en el corto plazo va a depender de que se cierren incrementos salariales por encima del incremento de precios del corriente año. Puede mejorar un poco la distribución del ingreso, puede crecer unos puntos la economía, pero es una ilusión pensar que cualquier incremento salarial logrado en las paritarias no va a tener repercusión en el ritmo inflacionario. La inflación puede quedar unos cinco puntos por debajo de los incrementos salariales, no mucho más.
La situación es sumamente compleja. Existen trabajadores que están lejos de recibir un salario que les permita tener una vida digna. Tenemos un amplio universo de trabajadores no registrados por las patronales. También una importante cantidad de trabajadores se desempeñan en la economía social, con muy bajos niveles de productividad e ingresos insuficientes. Pero la solución de esta problemática se relaciona más a políticas económicas, sociales y productivas, que al resultado de una paritaria. Si no, hace rato que esa problemática se hubiera resuelto. Por otra parte, la aún no recuperada credibilidad del INDEC y el bombardeo desinformativo opositor sobre el nivel inflacionario, ponen un velo sobre el verdadero incremento de los precios.
De todos modos, es posible que se den acuerdos paritarios acordes a la nueva realidad inflacionaria, con incrementos reales en el poder adquisitivo del salario. Es muy probable que el gobierno pueda entregar la economía en orden. Y es cierta la posibilidad de continuidad del modelo económico, social y político que dio lugar al proceso de paritarias que significó un incremento sustancial en el poder de compra del salario, pero que hoy atraviesa importantes dificultades. Sin embargo, las problemáticas estructurales del país y los problemas descritos en los párrafos precedentes, serán una materia pendiente para la sociedad argentina.
Diego A. Kofman, Economista