Con pena y sin gloria
La muerte de Fidel Castro ofrece un espacio para la reflexión acerca de los éxitos y fracasos de la guerrilla en Latinoamérica y de los hombres que la lideraron
La ceremonia de despedida de Fidel Castro hizo más notorias las ausencias que las presencias. Entre quienes mantenían alguna afinidad ideológica con él, estuvieron Nicolás Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa. En representación de la divergencia con el pensamiento castrista, se contaron el mexicano Enrique Peña Nieto -los vínculos entre México y Cuba siempre fueron estrechos-, el colombiano Juan Manuel Santos, en deuda con la intermediación del castrismo en las negociaciones de paz con las FARC, y el rey emérito de España, Juan Carlos I. La mayor parte de los líderes políticos globales no le dieron mayor atención al deceso de Castro.
Fidel: revolución y desencanto
En 1959 Fidel Castro y su organización guerrillera -el Movimiento 26 de julio- derrocaron al régimen autoritario de Fulgencio Batista, garante de una asociación entre la élite dirigente local y el poder económico estadounidense que explotaba a los cubanos. Los fundamentos de ese cambio revolucionario, son prácticamente imposible de refutar. Sin embargo, el haberse constituido en gobierno puso a Castro y a sus seguidores ante la cruda y maquiavélica realidad de que el principal objetivo del político es alcanzar el poder y, el segundo, mantenerlo. La revolución iniciada por Castro mediante una metodología guerrillera exitosa, perdió su rumbo. El castrismo se aferró al poder sin las limitaciones que exigen las reglas de juego democráticas y el cubano acabó por transformarse en uno de los sistemas políticos más conservadores y opresivos de Latinoamérica. La libertad se transformó en patrimonio exclusivo de los revolucionarios, quedándole al pueblo lo que suele denominarse “la dignidad de los cubanos”, que puede sostenerse por cierto, sólo cuando no se conoce ninguna otra forma de dignidad.
En casi 50 años de gobierno, hasta el más progresista de los hombres se torna conservador.
La relación de Fidel Castro con los Estados Unidos fue siempre tensa, pero no por ello menos conveniente. El imperialismo estadounidense se convirtió en la oportuna fuente de todos los males cubanos gracias al “bloqueo”, ocultando la propia impericia o falta de deseo del gobierno de la isla por transformar los aportes que la Unión Soviética le hacía, en alguna forma de producción alternativa al cultivo de caña de azúcar. Con el castrismo, Cuba paso de exportar ese único producto a exportar dos.
El segundo fue la revolución. A los sucesivos gobiernos estadounidenses, el castrismo le sirvió de contraejemplo, para mostrarle a los latinoamericanos lo que no había que hacer, y para justificar la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional, que avaló golpes de Estado, dictaduras asesinas y genocidios.
Desde 2006 Castro enfrentó su propio deterioro físico, aunque manteniéndose siempre cubierto por un prudente velo de misterio que evitó eventuales “revoluciones contra la revolución”. El propio sistema se encausó logrando que el hermano del veterano líder, Raúl, lo sucediera. Nepotismo y una absoluta falta de renovación de la dirigencia marcaron la desnaturalización de aquellos ideales primigenios que marcaron a la revolución cubana.
El “Che”: vive rápido, muere joven y no tendrás tiempo de contradecirte
El deterioro de los ideales revolucionarios cubanos fue tempranamente advertido por Ernesto “Che” Guevara, quien se alejó de sus compañeros para exportar la revolución a otros sitios. Sin embargo, su arraigo ideológico lo alejó de análisis realistas acerca de la situación política de aquellos lugares a los que intentó transplantar la revolución social.
Desde el mismo momento en que la revolución cubana tomó el poder, el Che comenzó a organizar y promover experiencias guerrilleras en Latinoamérica, destacándose las que se iniciaron en Guatemala, Nicaragua, Perú, Colombia, Venezuela y Argentina. Todas ellas fracasaron, pero en algunos casos sentaron las bases de futuros movimientos guerrilleros.
El Che fracasó en su intento revolucionario final, su metodología guerrillera fue insuficiente o inadecuada y no logró sumar a su causa a los campesinos de Bolivia. Su muerte temprana le garantizó la transformación en un supuesto icono de la coherencia. Sin embargo, su peor fracaso es lo que actualmente es más exaltado como una virtud: su idealismo extremo. La falta de realismo político para entender las realidades locales y, por que no, la realidad latinoamericana en forma integral, lo condenó a la derrota definitiva. Los idealistas extremos tienden a pensar que sólo sus ideas y creencias aplicadas hasta las últimas consecuencias pueden modificar el mundo tornándolo “mejor” o “más justo”, dejando de lado la cuota de pragmatismo que se requiere para implementar cambios reales y perdurables.
Señalar que Adolfo Hitler fue el más idealista de los idealistas del siglo XX suele causar desagrado, pero resulta un ejercicio necesario para distinguir al idealista liso y llano del idealista “extremo”. Hitler soñaba con un mundo -a su criterio- ideal, en el cual sólo existirían hombres y mujeres arios, no contaminados por razas consideradas inferiores. Quien no estuviera de acuerdo con ese ideal, debía ser eliminado. Quien no estuviera de acuerdo con los ideales del Che, también era eliminado, dentro o fuera del grupo guerrillero.
Tirofijo: de la guerrilla a la delincuencia
Desde su irrupción en la vida colombiana y hasta su muerte en 2008, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), fueron conducidas por Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda, alias Tirofijo.
El comandante en jefe y fundador de las FARC permitió y avaló la mutación de la antigua organización guerrillera en una moderna organización criminal. En 50 años de combate, el objetivo revolucionario se perdió de vista y fue desplazado por la mera subsistencia de la organización. Para ello, las FARC se transformaron en una entidad delictiva que comenzó por proveer protección a los narcotraficantes colombianos. Luego, pasaron a valerse del narcotráfico como medio para obtener dinero y armas. Como si eso fuera poco, se agregó la metodología del secuestro de personas con el correspondiente pedido de rescate.
La muerte de Tirofijo en 2008 llegó en un momento crítico para las FARC, que se encontraban fuertemente deslegitimadas ante los colombianos. Desde hace cuatro años, ese proceso de deslegitimación de la guerrilla decantó en el proceso de paz que se concretó en estos días con el gobierno. Sin embargo, el fracaso en el reciente plebiscito donde triunfó por un pequeño margen el No a la paz con las FARC, dio cuenta del rencor de vastos sectores del pueblo colombiano con una guerrilla que ignoró las necesidades populares para concentrarse sólo en las propias.
Triste destino
Con pena y sin gloria fue destino el de las guerrillas latinoamericanas incluyendo a sus líderes. Como balance, puede decirse que de los tres guerrilleros más importantes que dio Latinoamérica, uno acabó transformándose en tirano, otro fue muerto en un intento fracasado y el último concluyó por convertirse en un criminal común. Sin embargo, el caso del Che Guevara merece una reflexión final. Su temprana muerte lo ha elevado a la categoría de héroe y es único de los tres guerrilleros mencionados que es venerado, goza de buena prensa y cierto reconocimiento popular. Eso se debe a que -a diferencia de Castro y Tirofijo-, murió joven y en combate, lo que facilitó su conversión en leyenda. Pero cabe preguntarse ¿de haber vivido, no habría terminado siendo un dictador o un bandolero?