Las olas y el viento
Hasta los medios y periodistas más cercanos al gobierno nacional debieron admitir en estos días que las detenciones de Julio De Vido y de Amado Boudou merecían, por lo menos, un debate. Tiene que haber necesariamente un punto intermedio entre defender lo que hicieron estos ex funcionarios y pedir que la Justicia actúe como corresponde. Ambos arrestos estuvieron forzados para delinear un escenario político de vendetta y dar a entender que el de Cambiemos es un gobierno fuerte que viene a cambiar las cosas para siempre. Pero si eso incluye llevarse puesto el estado de derecho, realmente estamos en problemas.
El espectáculo de mostrarlo a Boudou en jogging, descalzo y recién levantado mientras lo arrestaban, es un adicional importante para el espectáculo que se ha montado. La conversación entre el ex funcionario detenido y el juez Ariel Lijo muestra el estado de situación: “Disculpame, no tenía otro camino, el antecedente de Cámara con la detención de De Vido me obligó” le dijo en la indagatoria. El ex vicepresidente le espetó: “No expliques más”. Para subrayar la cobardía del magistrado acorralado él mismo en el Consejo de la Magistratura. Esto no lo hace a Boudou un héroe y ni siquiera un inocente, pero muestra claramente una situación en la que un juez sabe que está procediendo mal y por eso pide disculpas.
Es muy gracioso escuchar casi a diario a intelectuales, periodistas y dirigentes decir que el peronismo debe hacer una autocrítica histórica por su supuesto “escaso apego a las instituciones”, cuando en realidad -y también históricamente-, las fuerzas políticas que se rasgaron siempre las vestiduras reclamando mayor republicanismo, terminaron por violar los preceptos básicos de la ley y hasta avalando golpes de Estado en pos de esa supuesta virtud republicana.
Es necesario recuperar en serio las instituciones en un país donde el presidente se levanta todos los días y presiona o castiga a un sector. Un día los abogados laboralistas “son todos mafiosos”, al otro los “trabajadores son poco competitivos”, los sindicatos “son muchos” y los jueces son vagos porque “tienen una feria judicial en verano y otra en invierno”. También hubo la vez que Mauricio Macri les pidió a los magistrados que “fallen un poco más a favor de los empresarios y no tanto de los trabajadores”, en una clara intromisión de un poder a otro.
En Argentina es muy difícil imaginar un “Mani Pulite” a la italiana o siquiera un “Lava jato” a la brasileña. Para eso hacen falta jueces independientes y aquí queda demostrado que la mayoría busca el calor bajo el sol, sin hacer demasiadas olas y virando para donde indica la bandera que marca la dirección del viento.