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Emmanuel Macron provocó una conmoción en el seno de la Unión Europea (UE) tras unas declaraciones que podrían calificarse al menos como duras. El mandatario francés acusó al bloque comunitario de haberse quedado anclado en el siglo XX. También le dedicó un capítulo a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a la que dio prácticamente por muerta.

El presidente expresó su hartazgo respecto de la zona euro a la que acusó de favorecer desproporcionadamente a Alemania, de una política europea de defensa que avanza a ritmo de caracol y de una OTAN en muerte cerebral, en la que los Estados Unidos o Turquía se permiten iniciativas unilaterales que ponen en peligro al conjunto.

Macron parece haber adoptado la metodología del garrote y la zanahoria, al mejor estilo de Donald Trump. Primero golpeó para poder negociar con un interlocutor aturdido. Nada es casual, porque las explosivas declaraciones ocurrieron apenas unos días antes de  las reuniones de la UE y la OTAN en Bruselas.

Despabilar y negociar

Las declaraciones de Macron, que fueron vertidas en una entrevista con el semanario británico The Economist, pusieron a la defensiva a la burocracia europea con sede en Bruselas. La diplomacia alemana y la de otros miembros comunitarios también se pusieron en guardia ante lo que interpretaron como un ataque preventivo para hacerse con el control de una Europa en la que Francia se convertirá en la única gran potencia geoestratégica y militar una vez que se haya concretado la salida del Reino Unido del bloque comunitario.

Macron parece haber advertido que tiene por delante una oportunidad ideal para que sea su país el que dicte la agenda política de la UE ante la inminencia de la concreción del Brexit, el ocaso de Angela Merkel y de un tiempo político signado por la proliferación de grupos emergentes de ultraderecha.

Más allá de las declaraciones grandilocuentes, el europeísmo de Macron parece fuera de dudas y sus palabras de reproche deberían ser entendidas más como un acto de despabilamiento y un anuncio de que no esperará a que la UE se moldee de acuerdo a la agenda política de otros actores internacionales, sino que será Francia el país que establezca la nueva agenda para relanzar al bloque regional. Alemania está sumida en cuestiones comerciales y deberá enfrentar una transición hasta encontrar un liderazgo contundente como el de Merkel. La burocracia de la UE se enreda en la letra chica de cuestiones administrativas. Es en ese contexto que las palabras de Macron anuncian un rol activo y directivo del gobierno francés.

Tras la sacudida, la diplomacia francesa comenzó a allanar el camino y multiplicó los gestos de buena voluntad, en particular hacia Alemania, la OTAN y a los países de los Balcanes, que fueron dejados a las puertas de la UE producto del veto galo a nuevas ampliaciones. En realidad no hay un problema particular con los países balcánicos. Tras la medida se esconde el objetivo del gobierno francés de reformar el sistema de ampliación del bloque, con la intención es endurecer los criterios de ingreso, especialmente en lo que se refiere al respeto al Estado de derecho. También se apunta a supeditar la entrada de futuros socios al cumplimiento tangible de objetivos de convergencia económica y social. Esas medidas podrían alejar durante mucho tiempo el acceso de nuevos miembros, pero permitirá a los partidarios de la ampliación mantener entreabierta la puerta de las negociaciones y ajustes para el ingreso, a aquellos países que quieran sumarse al bloque.

Vocación de potencia global

El presidente francés defiende la imperiosa necesidad de que el viejo continente logre cuanto antes una soberanía europea, en primer lugar, en el plano militar, en la convicción de que Europa desaparecerá si no se asume como una potencia global. A comienzos de los años ‘90 y tras el desplome de la Unión Soviética, la UE se consolidaba como un polo de poder global. Eso despertó inquietud en el gobierno de los Estados Unidos bajo la presidencia de George Bush padre, ante una eventual competencia por el liderazgo global. Fue entonces que desde los Estados Unidos se impuso la doctrina Wolfowitz tendiente a evitar el ‎surgimiento de eventuales competidores. Es así como el gobierno estadounidense desarticuló cualquier posibilidad de que la UE desarrollara su soberanía en materia de defensa y la forzó a ponerse bajo la protección militar de la OTAN. El pretexto siempre alentado desde los Estados Unidos fue la amenaza rusa, entendida como continuación de la que supuso la Unión Soviética. Pero en la actualidad, los gastos militares rusos son de 60 mil millones de dólares. Por su parte, los gastos militares de los países europeos miembros de la OTAN alcanzan la cifra de 240 mil millones de dólares. No hay en términos objetivos una amenaza militar rusa. En todo caso, la Rusia de Vladimir Putin representa un desafío estratégico, pero no una amenaza militar. El peso de la costumbre y el hecho de que las élites estratégicas europeas sean en gran parte formadas y socializadas por la comunidad estratégica estadounidense explican el miedo de la mayoría de los europeos a esbozar un cambio.

Emmanuel Macron quiso provocar una sacudida psicológica antes de la próxima cumbre de la OTAN a principios de diciembre. Juzga que no tiene nada que perder, pues el inmovilismo sería lo más peligroso. Espera que los europeos abran los ojos y descubran finalmente que los Estados Unidos ya no actuarán como el protector indispensable que fue durante la guerra fría, y eso no debe dar pánico a Europa, sino hacerle tomar conciencia de sus responsabilidades.

La llamada de atención de Macron se produjo entonces en un momento crucial, a sólo unas semanas de que tomen posesión de sus cargos la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el nuevo alto representante de Política Exterior, Josep Borrell. Ambos le deben en gran parte el puesto a un acuerdo del Consejo Europeo organizado por Macron. La nueva Comisión, de momento, se ha marcado prioridades que encajan perfectamente con las ambiciones de Macron, como reforzar la unión monetaria -con una unión bancaria completa y algún tipo de seguro de desempleo- o potenciar una política de defensa común a partir de un Fondo Europeo de Defensa dotado de 13 mil millones de euros.

Pero el mandatario francés quiere ir más lejos y apunta a revisar las restricciones implementadas a partir del rigor fiscal alemán -medidas que Macrón considera ancladas en el siglo XX- como el límite del déficit en las cuentas nacionales o el techo de gasto comunitario.

La negociación de los presupuestos de la UE para el periodo 2021-2027 entrará el año que viene en la recta final y, con toda probabilidad, corresponderá a Alemania, que presidirá la UE en el segundo semestre, rematar el regateo. Emmanuel Macron ya le avisa a los socios alemanes que la UE no puede conformarse con un statu quo que profundiza cada vez más la brecha económica y social entre el corazón de la zona euro y la periferia.

Macron parece haber soltado la mano de Merkel y se prepara ya para un escenario europeo sin presencia de la canciller alemana que transita su último mandato y con Francia emergente como la gran potencia post-Brexit. Las declaraciones de Macron marcan su emancipación de la mirada de Merkel y señala el comienzo de una actuación mucho más ambiciosa de Francia en el continente.