Otro empleado del mes
El presidente del Banco Central ha sido encomendado por el decretópata para garantizar la libre conversión del peso por las reservas internacionales que administra la entidad. El modo de hacerlo corre por cuenta de aquel. Lo que interesa es el objetivo y no el modo de resolverlo.
Por esa razón, la idea se ha centrado en tomar préstamos en moneda extranjera, hacer subir en consecuencia las reservas internacionales, atender los requerimiento del público compuesto por empresas y particulares y cruzar los dedos para que cuando venza el préstamo pueda ser renovado o ampliado incluyendo los intereses. Esto sí es gastar por encima de lo que se tiene, porque los dólares recibidos por los préstamos de bancos y otras entidades se utilizan para la demanda de dólares que ya no volverán a su lugar.
El resultado de todo lo mencionado será una deuda que seguirá haciendo crecer los compromisos en moneda extranjera del banco central como en la noche de la dictadura y de la fiesta neoliberal de los años noventa.
Un Banco Central, en su rol de administrador de las reservas internacionales del país, tiene la obligación de protegerlas. Como parte de esa obligación, las reservas no deben dejarse en cualquier lado. Por ese motivo, en general los bancos centrales tienen como criterio mantener las reservas en oro o en colocaciones en divisas bajo formas contractuales similares a un depósito a plazo fijo. A su vencimiento la seguridad de cobro está garantizada aunque la tasa de interés sea relativamente baja. Lo que interesa es proteger el volumen de las reservas.
Un criterio que busque, por el contrario, obtener mayores remuneraciones, lo sea por una tasa de interés más alta o colocados en activos financieros de riesgo, puede salir bien o puede salir mal. Si sale bien, todo bien, si sale mal el perjuicio es para la administración nacional. Es como permitirle al banco central colocar una parte de las reservas internacionales en un juego de azar, en el casino de la timba financiera internacional.
Demasiado prólogo para lo que ahora viene, pero era necesario hacerlo. El Banco Central, sus autoridades, después de la crisis de 2001 fueron cuidadosos en la colocación de las reservas internacionales y en el endeudamiento, sobre todo con los antecedentes de las crisis nacionales y de las internacionales, como la de 2008 o la del 2012. El criterio general fue el de aplicar las reservas disponibles en colocaciones de baja tasa y riesgo casi nulo. La consecuencia fue que la remuneración (los intereses) fue escasa pero a cada vencimiento el dinero colocado estaba intacto.
Las nuevas autoridades que manejan la entidad desde mediados de diciembre dijeron Cambiemos. Y decidieron exponer buena parte de los activos de la entidad en la timba financiera. El modo de hacerlo fue diverso. Uno de ellos ha sido el de tomar un préstamo por 5.000 millones de dólares, aceptar el pedido de los acreedores de darles en garantía títulos de la deuda pública propiedad del banco central por un valor equivalente al doble de lo que ingresó efectivamente, pero que tiene por deudora a la administración nacional del estado argentino.
En castellano: el Banco Central recibió un préstamo por 5.000 y aceptó dar en garantía 10.000. Los bancos que otorgaron el préstamo temen que el banco central no les pague al vencimiento, dentro de once meses y tienen sobradas razones para dudar. En consecuencia, si el banco central no paga, los acreedores se cobrarán de la garantía, devolviendo lo que sobre si es que sobra.
El gran detalle: ¿cuánto cotizarán en el mercado los títulos que los acreedores tienen como respaldo de la operación? Nadie sabe, aunque los acreedores lo suponen: menos que el valor nominal de cada título. ¿Cuánto menos? Por ahora nadie puede predecirlo. Si la cotización fuera del 50% del valor nominal, los acreedores se quedarían con 10.000 millones de dólares en títulos públicos. ¿Y el negocio? Para los bancos sería brillante porque cobrarían anualmente un interés calculado sobre 10.000 cuando en verdad sólo habrían prestado la mitad. Puede que eso no ocurra pero la mesa está servida para los acreedores.
El último balance semanal publicado por el Banco Central dice que las reservas internacionales sumaban 29.674 millones de dólares. Pero como esas reservas están infladas artificialmente por el préstamo de 5.000 millones, puede decirse que la diferencia entre ambas cifras está por debajo de como estaba antes de la asunción de Maurizio. Entre estos tipos y yo hay algo personal.