Ventana iluminada
“¿Usted no se ha fijado en las ventanas iluminadas a las tres de la mañana? ... Una ventana iluminada en la noche crecida, es una historia que aún no se ha escrito”
Roberto Arlt escribió esto hace más de 70 años. Y en la vorágine urbana esa percepción no ha cambiado. Hay ventanas iluminadas a las 3 de la mañana. Y hay historias silenciadas que simplemente esconden el horror, el miedo, la desesperación de quien sufre en soledad, hundida en el abismo de una ciudad que duerme. Hace unos días la ventana iluminada a las 3 de la mañana en Mendoza al 6100 dejó escapar además un grito. La voz desgarradora de una mujer pidiendo ayuda, mientras sangraba.
Alguien escuchó esa voz y llamó a un patrullero policial, que la trasladó hasta un centro de salud junto a su hija de dos años. Entre sollozos la víctima contó que su pareja la había golpeado hasta clavarle una botella en el brazo. Los médicos le dieron 5 puntos de sutura y la dejaron volver. Herida y muerta de miedo.
Así la encontramos a las 9 de la mañana, cuando se asomó a la ventana tras escuchar el timbre. “¿Conoce a una mujer que anoche gritó pidiendo ayuda?”, preguntamos por enésima vez, a punto de dejar el barrio tras una exhaustiva búsqueda, encargada por el productor de un noticiero televisivo.
- Soy yo, dijo con tristeza. No tenía mas de 30 años, el cabello oscuro y una voz temblorosa
- ¿Es la primera vez?, pregunté
- No. Pero esta es la primera vez que grito… ¿Él va a volver?, me interrogó
- No lo sé… ¿quiere contarnos que paso?
- … No me filmen la cara. Tengo miedo, pidió.
Nos mostró el brazo lastimado y los golpes en el cuello, en el pecho, en las manos. Dijo que pensó que él iba matarla y por eso corrió hasta la ventana. No tenía idea de quién había escuchado sus gritos, pero estaba segura de que la habían salvado de una golpiza más atroz aun. Le dejamos el número de teléfono del Instituto que asiste a las víctimas de violencia de género y ya nos estábamos yendo cuando volvió a preguntar: ¿Él ya está libre?”… La vulnerabilidad de esa mujer era dolorosa e insostenible. Un claro ejemplo claro de la indefensión que viven las victimas pese a la denuncia.
No supe que responder y le recomendé que dejara la casa para buscar ayuda. El médico del policlínico San Martin, emplazado en la zona sur, nos dio más detalles. Le costó identificar el caso porque no había sido el único durante esa noche. Las guardias de los hospitales reciben a diario mujeres flageladas por sus parejas. Un fenómeno que comenzó a hacerse visible hace un tiempo pero que no se detiene.
Decidimos que la historia debía contarse. Que por cada mujer que gritan hay miles que callan por miedo. Aunque a esta altura visibilizar solamente, no alcanza. Me pregunto cuántas ventanas iluminadas en la madrugada de la metrópoli esconden simplemente un desvelo, un encuentro, una conversación interminable. Y en cuantas hay verdugos regodeándose en el dolor de quienes no se animan a romper el silencio. Me pregunto cuántas de esas historias que aún no se han escrito engrosarán una crónica policial y periodística esta noche, o mañana, o el mes próximo… en el abismo de una sociedad que a veces duerme, con brutal indiferencia.